41. CONOCER AL ENEMIGO – SEMBRAR BUENA SEMILLA, NO CIZAÑA
EVANGELIO DEL MARTES DE LA SEMANA XVII DEL TIEMPO ORDINARIO
Así como recogen la cizaña y la queman, así será el fin del mundo.
+ Del santo Evangelio según san Mateo: 13, 36-43
En aquel tiempo, Jesús despidió a la multitud y se fue a su casa. Entonces se le acercaron sus discípulos y le dijeron: “Explícanos la parábola de la cizaña sembrada en el campo”.
Jesús les contestó: “El sembrador de la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del Reino; la cizaña son los partidarios del demonio; el enemigo que la siembra es el demonio; el tiempo de la cosecha es el fin del mundo, y los segadores son los ángeles.
Y así como recogen la cizaña y la queman en el fuego, así sucederá al fin del mundo: el Hijo del hombre enviará a sus ángeles para que arranquen de su Reino a todos los que inducen a otros al pecado y a todos los malvados, y los arrojen en el horno encendido. Allí será el llanto y la desesperación. Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga”.
Palabra del Señor.
+++
REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE:
Señor Jesús: en la explicación de la parábola dices que la cizaña son los partidarios del demonio. Yo solo puedo pensar que los partidarios del demonio son los que no quieren servir a Dios. Y también, como tú dices, los que inducen a otros al pecado, los malvados.
Ayúdame, Señor, a mantenerme fiel en mi propósito de servirte todos los días de mi vida. Yo quiero ser buena semilla, servir a Dios, inducir a otros a hacer el bien, cumpliendo así con mi misión de sacerdote.
La vida del hombre en la tierra es una guerra contra las fuerzas del mal, que acechan continuamente a nuestro alrededor. Dime, Señor, cuáles son las armas que debo emplear para salir vencedor en todas mis batallas.
Permítenos a nosotros, sacerdotes, entrar en tu Corazón, y concédenos la gracia de escucharte.
+++
«Amigo mío: el día de hoy te he venido a explicar mi Palabra. Yo te he dado tierra buena, y te he enviado a sembrar. Te he dado buena semilla. Pero un amigo no guarda secretos: el diablo no descansará. En tierra buena, aunque no sea suya, él también siembra. Nada puedes hacer para que la planta de la cizaña no crezca, pero tú siembra tu buena semilla, y así puedes proteger, para que el buen trigo crezca fortalecido.
Un ángel custodio para cada espiga yo te doy. Pídeles que cuiden a cada una con el celo que los cuido yo. Encomiéndate a ellos, para ser un buen sembrador, y cultiva con ellos, para que a cada uno de ellos les dé su fruto el segador.
No te preocupes si en tu tierra vieras rondar al enemigo como león rugiente buscando a quién devorar. Tú tienes la compañía de mi Madre, y a Ella no se puede acercar.
Al diablo le queda poco tiempo. Desesperado está regando su veneno. Pero tu siembra, amigo mío, tienes mi palabra, no la destruirá.
La oración con la cruz de san Benito no es solo un exorcismo, es protección y es bendición. Procura rezarla con fe, con firmeza y devoción.
Si tú vieras cómo huyen las alimañas, las serpientes, y todos los diablos cuando escuchan esas palabras, no solo la rezarías, sino promoverías esa práctica y devoción.
El poder de la cruz es el fin del demonio. Es su propia destrucción, bebiendo su propio veneno. En el instrumento de la burla, del martirio, de la muerte más indigna, triunfé yo, consiguiendo para toda la humanidad la salvación.
Que mi cruz sea tu cruz, fuente de vida, instrumento bendito. Que, con un simple rito, haciendo la señal de la cruz, liberes a mis ovejas de todo mal.
Viéndote a ti veo a mi Madre junto a ti y junto a mí. Con Ella y el poder de mi cruz, ¿qué mejor regalo te puedo dar?
Pues aquí estoy yo. Te regalo mi Corazón Sagrado, para que se lo entregues a mi Madre reparado. El triunfo del Corazón Inmaculado de mi Madre es el Corazón Sagrado reparado de Jesús.
Pastores de mi pueblo, sacerdotes míos, apóstoles amados míos: oren conmigo, abandónense frente a mí, y confíen en que son escuchados. Obedezcan mis mandamientos y mi Palabra.
Velen y oren, y pidan no ser tentados, porque la carne es débil. Porque en la oración los fortalezco para que los dones que han recibido del Espíritu Santo den fruto, para que ustedes sean fruto, y en mi sabiduría entiendan con mi entendimiento, aconsejen con mi consejo, caminen con mi ciencia, compartan mi piedad y teman a Dios.
Manténganse en la fe. En la oración llamen, sabiendo que serán escuchados; toquen, sabiendo que serán recibidos; pidan sabiendo que ya se les ha dado de acuerdo a la voluntad de mi Padre. Porque al que llama se le escucha y al que toca se le abre y al que pide se le da. Y a ustedes, amigos míos, les será dado el ciento por uno.
Oren conmigo, y mi Padre, que está en el Cielo, los compensará.
Salgan a predicar el Evangelio, y sean fruto entre la cizaña, que yo los protegeré.
Sean fruto maduro que cae cerca del árbol, para que no se lo coman los gusanos, porque no lo permitiré.
Oren al Padre conmigo unos por otros, amándose los unos a los otros, como yo los he amado, amando a Dios por sobre todas las cosas.
Reconozcan mi fortaleza en su fragilidad.
Oren, no solo reciten palabrerías. Oren, porque la oración es unión, entrega, abandono, confianza, recepción, obediencia.
Que la oración los mantenga en comunión conmigo.
Que los restablezca, los fortalezca, los anime, y los llene de alegría.
Que reciban el fuego del Espíritu, para que se mantengan en mi amor, porque por ustedes vendrá la paz y la salvación.
Pero sálvense ustedes también, porque yo los quiero a todos, para decirle al Padre: no he perdido a ninguno de los que me has dado.
Basta que ustedes perdonen los pecados a mi pueblo, para su salvación. Pero no basta perdonar para ser perdonado.
Ustedes, pastores míos, busquen su salvación, reconcíliense conmigo y obtengan mi perdón. Encuentren en la oración reparación y unión.
Oren por la unidad de mi Iglesia. Esta es mi Iglesia. Yo soy la Iglesia, y ustedes son parte conmigo.
Oren, reparen, unan, y manténganse en mi amor».
+++
Virgen santa: al explicar Jesús la parábola del trigo y la cizaña dice que Él es el sembrador, y la buena semilla son los ciudadanos del Reino.
Y me doy cuenta de que yo he sido arrojado al mundo, que es el campo en donde debo dar fruto, pero no me faltarán dificultades, sembradas por el demonio.
Quiero ser muy fiel a esa misión encomendada, pero necesito de tus cuidados, porque tú pisas la cabeza de la serpiente, para que no me haga daño.
El demonio no puede nada contra ti, ya ha sido vencido. Por eso acudir a ti da mucha seguridad para vencer en la batalla, por tu intercesión poderosa. Pero sé que yo debo también poner de mi parte, evitando las ocasiones de pecado, conociendo bien los peligros para mi alma, alejándome cuando aparecen las tentaciones…
Madre de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote: dime qué medios debo poner en esta lucha. Déjame entrar a tu corazón, y modela mi alma conforme a tu Hijo Jesucristo.
+++
«Hijos míos, sacerdotes: yo soy la mujer vestida del sol. Sobre mi cabeza llevo una corona de doce estrellas. Yo piso con las plantas de mis pies la cabeza de la serpiente. Es el poder que Dios me ha dado, la protección para mis hijos contra el enemigo del fruto de mi vientre. Quiere arrebatarme al Niño que ha nacido, y que llevo en mis brazos, pero no puede.
Hijo mío, tú sabes quién es: el diablo. También a él debes de conocer, saber quién es. Para poder vencer a un enemigo hay que conocer al enemigo, para saber contra qué luchas y cuánto es su poder, qué tienes tú y qué tiene él. Y cuál es la estrategia para vencer.
El diablo es exactamente lo contrario de lo que Dios es.
Dios es Dios. El diablo no lo es.
Dios es luz. El diablo es oscuridad.
Dios es la verdad. El diablo es la mentira.
Dios es la vida. El diablo es la muerte.
Dios es camino. El diablo es perdición.
Dios es el bien. El diablo es el mal.
Dios es bueno. El diablo es malo.
Dios es salud. El diablo es enfermedad.
Dios es misericordia. El diablo es miseria.
Dios es amor. El diablo es odio.
Dios es alegría. El diablo es el abismo de la tristeza.
Dios es providencia. El diablo no tiene nada para dar.
Dios es virtud. El diablo es pecado.
Dios es todo humildad y generosidad. El diablo es la soberbia misma.
Dios lo es todo. El diablo no es nada, pero engaña.
El mundo es un espejismo a los ojos del diablo. Pero a los ojos de Dios el mundo es un campo maravilloso para realizar su creación.
El diablo es sembrador del mal, y siembra cizaña en medio de la siembra buena de Dios. Busca dominar los campos y no deja lugar a los frutos buenos que dan gloria a Dios. Es astuto, hace trampas con mentiras, es un ladrón, engaña disfrazando de falsos placeres la tentación.
Dios ama al hombre como a su propio hijo. El diablo odia al hombre como odia a Dios. Por tanto, el diablo no busca conquistar a los hombres para hacer su reino; busca destruir a los hombres y al Reino de Dios. Es un ángel traidor, conoce muchos misterios de Dios y sabe que contra Dios nada puede, ya está destruido. Solo un poco de tiempo le ha sido concedido, para que los hombres, con su libre albedrío, decidan amar a Dios, renunciando al pecado, renunciando a Satanás, a sus pompas, a sus obras, a sus mentiras y a sus engaños, eligiendo para sí mismos la verdad. Por tanto, al diablo no debes tenerle miedo. Yo estoy aquí, que soy tu Madre, y te protejo.
Debes tener santo temor de Dios, para no querer ofenderlo. No por miedo al diablo, sino por amor a Dios. Esa es la estrategia: cerrar los ojos al mundo y abrir los ojos a Dios; cerrar los oídos a las mentiras del mundo, y escuchar la voz de Dios. Luchar contra el demonio es trabajar convirtiendo tu trabajo en oración, construyendo así el Reino de Dios en la tierra para la gloria de Dios.
Los engaños del demonio son tan fuertes, que a veces pudiera parecer que algo viene de Dios. Pero el diablo se disfraza de muchas maneras, y puede engañarte pensando tú que ese algo es bueno y viene de Dios, pero ese algo es malo y viene del diablo. Para eso es la oración, y por eso es lo único necesario, para que sepas discernir qué es y qué no es la voluntad de Dios. Pero tú solo no puedes. Eso te lo dice el Espíritu Santo. Solo debes estar dispuesto y abrir el corazón.
Lo que es de Dios mantiene tranquila tu conciencia, te da paz, te da seguridad, bienestar, te lleva al conocimiento de la verdad. Aunque a veces los caminos de Dios parecen tan difíciles, casi imposibles, y provocan sufrimiento, contradicción, y te causan persecución, contrariedad. A veces pareciera que caminas en medio de una gran tempestad que nunca va a terminar, en medio de una noche de total oscuridad. Te guía tu conciencia y te anima a seguir y, si conservas la paz, sabrás que el camino es correcto, aunque lo duden los demás.
En la presencia de Dios en el Santísimo Sacramento, y acudiendo también al Sacramento de la Reconciliación, hijo mío, te aseguro, sabrás que el camino es correcto, y tendrás la fuerza para resistir a toda tentación, poniendo en obras tu fe, que es tu mayor bendición.
El que se abandona en las manos de Dios y permite ser abrazado por los brazos de la Madre de Dios, tiene la garantía de la protección de la Preciosísima Sangre de Cristo, y el demonio lo abandona, porque sabe que a esa alma ya perdió. Pero se va a hacerles la guerra a los demás.
El que es de Dios sabe que con los demás es uno en Cristo, es unidad y no puede dejarlos solos a la deriva, ahogándose. Debe volver y, con la gracia de Cristo, salvar a sus hermanos de las garras del enemigo.
El demonio nada puede con las almas consagradas a mi Inmaculado Corazón. Yo las llevo en mis brazos, y las protejo, mientras luchan en el ejército del Señor».
¡Muéstrate Madre, María!