21/09/2024

Mt 15, 29-37

4. SACIAR A LA MULTITUD – ALIMENTAR HASTA SACIAR

MIÉRCOLES DE LA SEMANA I DE ADVIENTO

Jesús sana a muchos enfermos y multiplica los panes.

+ Del santo Evangelio según san Mateo: 15, 29-37

En aquel tiempo, llegó Jesús a la orilla del mar de Galilea, subió al monte y se sentó. Acudió a él mucha gente, que llevaba consigo tullidos, ciegos, lisiados, sordomudos y muchos otros enfermos. Los tendieron a sus pies y él los curó. La gente se llenó de admiración, al ver que los lisiados estaban curados, que los ciegos veían, que los mudos hablaban y los tullidos caminaban; por lo que glorificaron al Dios de Israel.

Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: “Me da lástima esta gente, porque llevan ya tres días conmigo y no tienen qué comer. No quiero despedirlos en ayunas, porque pueden desmayarse en el camino”. Los discípulos le preguntaron: “¿Dónde vamos a conseguir, en este lugar despoblado, panes suficientes para saciar a tal muchedumbre?”. Jesús les preguntó: “¿Cuántos panes tienen?”. Ellos contestaron: “Siete, y unos cuantos pescados”. Después de ordenar a la gente que se sentara en el suelo, Jesús tomó los siete panes y los pescados, y habiendo dado gracias a Dios, los partió y los fue entregando a los discípulos, y los discípulos a la gente. Todos comieron hasta saciarse, y llenaron siete canastos con los pedazos que habían sobrado.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: la multitud quiere escucharte y recibir tu favor, de modo que no le importa quedarse sin comer. Pero a ti sí te importa alimentarlos, porque te da lástima esa gente.

Se trata de la segunda multiplicación de los panes y los peces, de modo que tus discípulos ya sabían cómo podías resolver ese problema, pero no se atrevían a pedirte otra vez el milagro. Ellos confiaban en tus entrañas de misericordia.

Aparece una pobre contribución, de siete panes y unos cuantos pescados, y comienzas a dar instrucciones. Aquello debió ser complicado. Había que organizar bien las cosas para repartir aquel alimento. Se necesitaban muchos voluntarios, canastos… y mucha fe, porque iban a repartir un alimento que se multiplicaría en sus propias manos. Y así fue, y sobraron siete canastos, para que nosotros, ahora, nos alimentemos también.

Señor, nosotros, tus sacerdotes, nos damos cuenta de que nos toca esa misión de alimentar a tu pueblo, sobre todo con el Pan de vida, que es tu Cuerpo y tu Sangre, pero también con tu Palabra. Somos ministros que obedecen, y somos ofrenda que se entrega por los demás: esos pocos panes y peces, que se multiplican por obra de tu poder.

Jesús, ¿cómo debe ser mi humildad, para que hagas conmigo tus prodigios?

Permítenos a nosotros, sacerdotes, entrar en tu Corazón, y concédenos la gracia de escucharte.

+++

«Sacerdote mío: permanece a mi servicio.

Yo le pido a mi Madre que los alimente a ustedes, mis pastores, que están hambrientos; que les dé de beber, que están sedientos; que acoja a los pobres de corazón, y los vista de fiesta, porque están desnudos; que interceda por los enfermos del cuerpo y del alma, y asista a los que están presos en el pecado.

Cuando alguien los sirve a ustedes, los más pequeños, es a mí a quien sirve.

No te canses tú, amigo mío, de servirme. Continúa en la fidelidad, en la confianza, en la obediencia, en la entrega, en el sacrificio, en la disposición. Sírveme y abandónate en mí.

Yo soy la abundancia: el que me tiene a mí, nada le falta. Agradece la providencia divina de las manos de mi Padre.

 Amigo mío: la sangre y el agua de mi costado abierto, esto es lo que yo les he venido a entregar, esto es para lo que yo los he venido a buscar, esta es mi entrega, mar de misericordia y abundancia de bienes que proceden del amor infinito, que es verdadero Dios y verdadero hombre.

Entrégate tú, amigo mío, como yo. Yo agradezco a mi Madre que se entregue totalmente conmigo, a los pies de mi cruz, abrazando con los brazos extendidos a cada uno de ustedes, mis amigos, mis pastores, mis sacerdotes, para que reciban de mi Padre la abundancia de su amor y su misericordia, pan vivo bajado del cielo, Cristo nacido en el mundo, crucificado, muerto y resucitado, fuente de bondad y de amor, saciedad, salud y única salvación, por quien se hacen nuevas todas las cosas, por quien se llega al Padre, por quien se manifiesta el Espíritu Santo en los hombres, por quien se recibe la providencia del Padre para la vida eterna.

Confía en mí como yo confío en ti. Vive en mí como yo vivo en ti. Permanece en mí como yo permanezco en ti.

Sacerdotes de mi pueblo, Pastores de mi rebaño: extiendan sus brazos y únanse conmigo en mi cruz, para que reciban de las manos del Padre, que es el proveedor; para que reciban de sus manos todos los hombres, porque ustedes son instrumento, conducto por el que se entregan todos los bienes.

Es en el confesionario en donde se derrama la misericordia.

Es el confesionario mi cruz.

Es en el altar en donde se derraman los bienes por mi misericordia, para alimentar, por medio de sus manos, y del vino y del pan, que, por la gracia del Espíritu Santo, que invocan sus labios, se convierten en la Carne y en la Sangre del Cordero que quita los pecados del mundo, que con los brazos extendidos hacia el cielo se hace ofrenda y sacrificio, recibe de la providencia los bienes infinitos, y se entrega resucitado y vivo para saciar, para dar vida.

Es la misericordia derramada en la oración, con pureza de corazón, que los reviste de fiesta y los hace dignos de participar en el banquete celestial preparado por los ángeles para las bodas del Cordero.

Ustedes, pastores míos, son mis invitados, porque yo los he llamado a ustedes primero, para proveerlos en abundancia de los bienes del cielo, para que ustedes los multipliquen y los compartan.

Reúnan a mi rebaño en un solo pueblo, aliméntenlo con los manjares exquisitos de la Palabra de Dios, que soy yo bajado del cielo.

Denle de beber la Sangre del Cordero, que los limpia del pecado, y aliméntense ustedes mismos con el alimento para la vida, que es mi Carne y es mi Sangre, para que reciban en abundancia los dones de la providencia divina, que es Eucaristía».

+++

Madre mía: tú eres una buena madre. Siempre estás pendiente de nosotros, y nos das el alimento necesario, para el cuerpo y para el alma. Sabemos que no nos va a faltar tu ayuda, tu protección, tu cercanía.

Contigo vamos siempre seguros. Agradecemos tu compañía. Ayúdanos a corresponder.

Yo te pido que siempre te muestres madre, y me enseñes a mí a mostrarme hijo, para cumplir fielmente con mi ministerio y así poder alimentar bien a mis ovejas.

Dame el valor que tú tuviste al pie de la cruz, para permanecer contigo firme en la fe. No me dejes, madre mía.

Madre de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote: déjame entrar a tu corazón, y modela mi alma conforme a tu Hijo Jesucristo.

+++

«Hijos míos, sacerdotes: yo siempre cumplo los deseos de mi Hijo.

Yo quiero reunirlos a ustedes como una gallina reúne a sus pollitos bajo sus alas, para protegerlos, para cuidarlos, para darles de comer, para guiarlos en el camino y que nunca se pierdan.

Permanezcan conmigo, para que sean llenos del Espíritu Santo, que siempre está conmigo, para que, fortalecidos en la fe y en el amor, alcancen la esperanza de mi auxilio, para que sean reunidos bajo mis alas y obtengan la protección de mi manto.

Yo intercedo por ustedes.

Para que se humillen.

Para que sean obedientes, y me acepten como madre al pie de la cruz.

Para que me lleven a su casa y se queden conmigo.

Para que Dios, que es compasivo y misericordioso, derrame sobre ustedes su Santo Espíritu, que siempre está conmigo.

Para que los fortalezca y tengan el valor de tomar su cruz.

Para salir al mundo y dar testimonio de la misericordia derramada, por la que Cristo resucitado y vivo se queda y permanece en cada uno de ustedes.

Para que, con su luz, iluminen el mundo entero, llevando con compasión la fe, la esperanza y el amor.

Para que los que buscan la misericordia de Dios la encuentren en Cristo, en su cruz y en su resurrección.

Para que los que están cansados vayan a Él y los haga descansar.

Para que los que tienen hambre sean saciados, porque todo el que cree en Él tiene vida eterna.

Lleven su testimonio al mundo con su Palabra, para alimentarlos, porque no solo de pan vive el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios.

Permanezcan en mi compañía, dispuestos a la voluntad de Dios, valientes y firmes en la fe, en la esperanza y en el amor, en un sí y en una humillación constante, para que Dios los mire y se haga en ustedes según su Palabra, y su cruz sea la alegría de servir a Cristo, porque el Espíritu Santo está conmigo, y está con ustedes, y con todos los que me acompañan»

¡Muéstrate Madre, María!