22/09/2024

Mt 20, 17-28

15. SERVIR A TODOS – EL CÁLIZ DE LA ENTREGA

EVANGELIO DEL MIÉRCOLES DE LA SEMANA II DE CUARESMA

Lo condenarán a muerte.

+ Del santo Evangelio según san Mateo: 20, 17-28

En aquel tiempo, mientras iba de camino a Jerusalén, Jesús llamó aparte a los Doce y les dijo: “Ya vamos camino de Jerusalén y el Hijo del hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas, que lo condenarán a muerte y lo entregarán a los paganos para que se burlen de él, lo azoten y lo crucifiquen; pero al tercer día, resucitará”.

Entonces se acercó a Jesús la madre de los hijos de Zebedeo, junto con ellos, y se postró para hacerle una petición. Él le preguntó: “¿Qué deseas?”. Ella respondió: “Concédeme que estos dos hijos míos se sienten, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda, en tu Reino”. Pero Jesús replicó: “No saben ustedes lo que piden. ¿Podrán beber el cáliz que yo he de beber?”. Ellos contestaron: “Sí podemos”. Y él les dijo: “Beberán mi cáliz; pero eso de sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo; es para quien mi Padre lo tiene reservado”.

Al oír aquello, los otros diez discípulos se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús los llamó y les dijo: “Ya saben que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. Que no sea así entre ustedes. El que quiera ser grande entre ustedes, que sea el que los sirva, y el que quiera ser primero, que sea su esclavo; así como el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar la vida por la redención de todos”.

Palabra del Señor.

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REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: tú tenías mucha paciencia con tus discípulos, y les ayudabas a superar sus debilidades. No tenían una idea clara de tu mesianismo. Era muy fácil pensar en un reino en la tierra, después de experimentar el éxito que tenías entre el pueblo con tu predicación y tus milagros. Así que tenías que recordarles con cierta frecuencia que tú venías a dar la vida en la cruz, a entregarte en manos de los hombres, y que tu Reino no es de este mundo.

Dar la vida es servir a los demás, entregarse a los demás. Mi vocación sacerdotal me exige eso, y lo hago con gusto, porque lo sé desde el principio. Pero es fácil también que se meta la visión humana, y venga el cansancio y la rutina en el ministerio, y que nos olvidemos de que hay que servir.

El Papa es el “siervo de los siervos de Dios”, es ejemplo, y es a quien yo debo servir, a través de mi obispo, que lo representa.

Jesús ¿cómo debe ser el servicio que presta un sacerdote?

Permítenos a nosotros, sacerdotes, entrar en tu corazón, y concédenos la gracia de escucharte.

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«Sacerdote mío: ven, no tengas miedo, yo estoy contigo todos los días de tu vida.

Sirve a mi Iglesia, a través del servicio al servidor de todos, que es la roca sobre la que edifico mi Iglesia: el Papa.

Escucha, ve, imita, aprende.

El maestro soy yo, y yo estoy en aquel que sirve y que obra con misericordia. Es así como puedes reconocerme, para aprender lo mucho que tengo para enseñarte.

Aprende de los que tienen fe y esperanza. Pero aprende más de los que obran con caridad, porque de las tres, la caridad es la virtud más grande.

No te distraigas con doctrinas y enseñanzas complicadas. El que más sabe es el que más ama. Es en el amor en donde está la base de toda enseñanza, y es en la humildad en donde la sabiduría del amor se plasma.

Que seas tú el último, sirviendo, intercediendo por los que quieren ser primeros. No tengas miedo de ellos, sino de la ira de Dios contra ellos.

Aprende y practica la perfección de la caridad, para que hagas el bien también a quien desea hacerte mal.

Confía en mí, y en que, por mi muerte y resurrección, todo el bien es para bien, y el mal lo transformo en bien.

Yo soy camino seguro. Camina en mi camino, para que alcances la santidad permaneciendo a mi servicio.

Vengan a mí los que están cansados y llevan cargas pesadas, que yo les daré alivio.

Tomen mi yugo, que es suave, y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso para sus almas, porque mi yugo es suave y mi carga ligera.

El descanso es parte del servicio, porque quien no descansa no puede servir.

Por eso yo les digo: el que esté cansado, que descanse en mí, porque no es más que un siervo fiel, que solo ha hecho lo que tenía que hacer».

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Madre mía, esclava del Señor: tú también quieres lo mejor para mí, y se lo pides a tu Hijo, como madre buena. Lo mejor para mí es parecerme a Jesús en todo. Él se anonadó tomando la forma de siervo.

Madre de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote: enséñame a ser esclavo, déjame entrar a tu corazón, y modela mi alma conforme a tu Hijo Jesucristo.

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«Hijo mío, sacerdote: nadie puede juzgar ni culpar a una madre por pedirle y suplicarle a Dios lo que ella considera mejor para sus hijos. Esas peticiones deberían de alabarse, porque son intercesión con toda la fuerza del amor de un corazón a imagen de Dios. Corazón de madre, porque Dios, que es amor, es padre y es madre, y para sus hijos lo tiene todo, los conoce a cada uno, y sabe para cada uno qué es lo mejor.

No está mal desear el mejor lugar en la gloria de la eternidad. Desear sentar a los hijos a la derecha y a la izquierda de Cristo es desear la santidad, y en el intento la vida entregar, sirviendo a cada hijo con los medios que Dios a ellas les da, para que ellos, cubriendo sus necesidades humanas, y sus miserias, con la misericordia de Dios, a través de las obras buenas de ellas, puedan esa gloria alcanzar.

Y el que crea que no tiene una madre que ore, que pida, y que suplique a Dios por él con todo su corazón, porque no sea buena o porque esté enferma, o en este mundo ya no exista, que voltee a verme.

Aquí estoy yo, que intercedo por cada hijo, y le pido a Dios para él lo mejor. Y lo mejor es el cáliz de Cristo, y los dones del Espíritu Santo, para que lo puedan beber. Cáliz de la Pasión que su Señor ya vivió, y que ellos deben aprender a soportar en configuración con Él.

Sufrimientos en esta vida tendrán, para parecerse a Él, pero toda la ayuda de Dios, como padre proveedor conseguirán, si tan solo creen que Cristo es el Hijo de Dios, que ha venido al mundo para salvarlos, porque los ama tanto, que no duda en darlo todo, hasta su vida, para recuperarlos.

Por tanto, tengan ustedes, hijos míos, esta visión: la gloria del Paraíso, la vida eterna, junto a cada uno de sus hermanos, unidos en Cristo, sumergidos en Dios. Que la cruz sea tan solo la transición de la muerte a la vida, camino a la resurrección. Pero esta transición implica servicio, amándose unos a otros, como Cristo los amó, cuidándose unos a otros, procurándose, sabiendo que no están solos. El pueblo de Dios camina unido como cuerpo místico de Cristo.

Hijo mío: Dios ha hecho su voluntad en mí, desde mi concepción inmaculada, haciendo de mí un modelo de hija, de mujer, de madre, de fe, para vivir en el mundo, siendo ejemplo de lo que quiere Él, de lo que espera Él, de lo que enseña Él, para que tú hagas lo mismo.

Cristo es el modelo de vida, para alcanzar la vida dando ejemplo con su vida, mostrando el camino haciéndose camino, para llegar a Dios a través del servicio. Porque Él no ha venido a ser servido, sino a servir.

Y yo he nacido y crecido en el mundo para servir con mi vida al que ha venido a servir.

Imítame en la virtud, en el silencio, en la vida de servicio, y en mi entrega a Cristo al pie de su cruz, sosteniendo, contemplando, orando, adorando, amando, sirviendo.

Aprende a vivir como yo, tratando a Cristo como lo trato yo, con humildad, con familiaridad, con caridad, con entrega de vida en el servicio, sirviendo a la Iglesia a través del servicio a cada uno de sus miembros.

 Yo soy la última, porque yo he nacido para servir al primero, que ha querido hacerse último, el principio y el fin, el alfa y la omega.

Y tú estás al servicio de los que mi Hijo, que es el Hijo de Dios hecho hombre, ha venido a servir.

Yo pido para ti lo que yo he pedido para mi Hijo desde el principio.

Que crezca en estatura y en sabiduría.

Que sea humilde, obediente, paciente, prudente, piadoso, perseverante, justo y misericordioso.

Que enseñe esa sabiduría, para que sea maestro, ejemplo y camino.

Que permanezca en la virtud y en la fe, para que resista a la tentación.

Que sea fiel a su naturaleza humana y divina, sirviendo a los hombres para servir a Dios.

Que su entrega sea completa a la voluntad de Dios, para que cumpla con perfección la misión encomendada para la salvación de los hombres y la gloria de Dios.

Que sea ejemplo, para que otros lo sigan y hagan lo mismo.

Que los que sean llamados a beber de su cáliz lo beban con la alegría de servirlo, a través del servicio a los que Él mismo ha venido a servir, para que el que quiera ser grande se haga servidor de todos y el que quiera ser primero se haga esclavo, como yo, y se haga en ellos según su Palabra, para que sepan dar la vida como Él, que vino al mundo, no a ser servido, sino a servir, y a dar su vida en rescate por muchos.

Yo soy la esclava del Señor y lo sirvo. Yo dije sí, y el Señor hizo en mí según su Palabra: me hizo Madre. Como una madre sirve a un hijo pequeño, así sirvo a mi Señor. Lo cuido, lo alimento, le doy de beber, lo visto, lo acompaño, lo enseño, oro por Él, lo abrazo, mientras Él crece en sabiduría, en estatura y en gracia, y Él aprende de mí a servir, para hacerse ejemplo y servir al mundo entero.

Yo soy la última, la servidora de todos. Y Dios me ha hecho primera en el Reino de los cielos: Madre de Dios, para servirlo como Madre de la Iglesia, para cuidarla, alimentarla, darle de beber, vestirla, sanarla, acogerla, visitarla, enterrar a sus muertos, enseñarla, darle consejo, corregirla, perdonarla, consolarla, sufrir con paciencia sus errores, rezar por los vivos y por los muertos.

Yo medito todo esto en mi corazón, y todo lo hago por amor de Dios. Mi Hijo ha aprendido bien, y ha sido obediente hasta la muerte.

Y todo lo ha enseñado a sus siervos, y los ha hecho discípulos, y ya no los ha llamado siervos, los ha llamado amigos, porque todo lo que ha oído de su Padre se los ha dado a conocer.

Y les ha dado un mandamiento: que se amen los unos a los otros, que se amen los discípulos y el mundo, para que sean sus amigos si hacen lo que Él les dice. Pero, si el mundo los odia, que sepan que a Él lo ha odiado primero, y no está el discípulo por encima de su maestro. Pero el discípulo debe aspirar a ser como su maestro y alcanzar la perfección en Cristo, según su llamado, según su vocación, porque a todos les han sido dado dones; y hay diferentes carismas, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; hay diversidad de formas de actuar, pero un mismo Señor que obra todo en todos.

Y el Espíritu se manifiesta en cada uno para provecho común.

Y a algunos se les ha dado palabra de sabiduría, a otros palabra de ciencia, a otros fe, a otros don para sanar, a otros poder para obrar milagros, a otros don de profecía; pero todo es obrado por el mismo Espíritu para el bien común, para servir a un solo cuerpo: el cuerpo de Cristo, resucitado y vivo, de cual todos forman parte.

Y han sido llamados y elegidos para ser últimos, para ser obedientes como siervos, y perfectos como discípulos, haciendo cada uno lo que tiene que hacer, según el ministerio que les ha sido encomendado, para que haciendo lo que Él les diga, no los llame siervos, sino amigos, y ayudarlos a permanecer y perseverar en la fidelidad y en la amistad con Cristo, corrigiéndolos, enseñándolos, aconsejándolos, para que se comporten de manera adecuada, para que sean ejemplo, para que enseñen una sana doctrina, cimentada en la fe, en la esperanza y en el amor.

El ejemplo del comportamiento de un discípulo de Cristo lo ha puesto Él mismo. El ejemplo es el servicio. Servirse unos a otros, amarse los unos a los otros, dar la vida por los amigos, eso es el ejemplo que Él les ha dado, para que sus amigos hagan lo mismo, porque no es más el siervo que su amo».

¡Muéstrate Madre, María!