31. ESPOSOS DE LA SANTA IGLESIA - UNA SOLA FAMILIA
FIESTA DE LA SAGRADA FAMILIA DE JESÚS, MARÍA Y JOSÉ
EVANGELIO (A)
Toma al niño y a su madre y huye a Egipto.
+ Del santo Evangelio según san Mateo: 2, 13-15. 19-23
Después de que los magos partieron de Belén, el ángel del Señor se le apareció en sueños a José y le dijo: “Levántate, toma al niño ya su madre, y huye a Egipto. Quédate allá hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo”.
José se levantó y esa misma noche tomó al niño y a su madre y partió para Egipto, donde permaneció hasta la muerte de Herodes. Así se cumplió lo que dijo el Señor por medio del profeta: De Egipto llamé a mi hijo.
Después de muerto Herodes, el ángel del Señor se le apareció en sueños a José y le dijo: “Levántate, toma al niño y a su madre y regresa a la tierra de Israel, porque ya murieron los que intentaban quitarle la vida al niño”. Se levantó José, tomó al niño y a su madre y regresó reinaba en Judea en lugar de su padre, Herodes, tuvo miedo de ir allá, y advertido en sueños, se retiró a Galilea y se fue a vivir en una población llamada Nazaret. Así se cumplió lo que habían dicho los profetas: Se le llamará nazareno.
Palabra del Señor.
REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE
Señor Jesús: en los santos Evangelios aparecen diversas escenas que nos presentan a la “Trinidad de la tierra”, la familia que Dios quiso que tú formaras con María y José.
Hoy quieres iluminarnos con la doctrina sobre la familia, partiendo de tu divina Sagrada Familia, la Santísima Trinidad, que se expresa en la tierra a través de tu familia humana.
Por eso has querido venir al mundo en una familia, para que nos sirva como modelo.
Y has querido también dejarnos la familia de la Santa Iglesia, en donde todos los hombres podamos permanecer unidos contigo, con un solo corazón y una sola alma.
Yo, sacerdote, debo ser custodio de esa gran familia de Dios, la Santa Iglesia. Un solo rebaño con un solo pastor. Unidad de sacerdotes y laicos en una sola familia. Somos un cuerpo y tú eres la cabeza.
Señor ¿qué debo hacer para lograr esa unidad?
Permítenos a nosotros, sacerdotes, entrar en tu Corazón, y concédenos la gracia de escucharte.
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«Sacerdote mío: contempla a mi Familia.
Epifanía del amor: Trinidad Santa, Sagrada Familia divina, expresada en la Sagrada Familia humana.
Contempla la luz de mi nacimiento, que lo llena todo, iluminando la noche, disipando la oscuridad y las tinieblas.
Mis padres están admirados, arrodillados al pie del pesebre. Ellos veneran, alaban y adoran la Luz, extasiados en el amor que los une en Dios, para dar como fruto del amor a todos los hombres, como hijos de Dios, por medio de la Luz que acaba de nacer para el mundo.
La Luz es la Palabra encarnada, para dar vida al mundo.
He ahí la manifestación del amor misericordioso de Dios, he ahí mi Familia: la Santísima Trinidad, tres personas distintas, un solo Dios, engendrado en vientre de mujer, para darse como Luz al mundo, para formar con los hombres una sola familia, enviando a Dios Hijo como epifanía del amor, para unir a todos los hombres en el amor que soy yo, Cristo, que nace en el seno de una familia, para ser ejemplo y vínculo de unión por el Espíritu Santo, a imagen y semejanza de Dios.
Sagrada Familia que es Padre, y es Madre, y es Hijo, y es unión en el amor. Ejemplo del deseo de Dios para su gran familia: la Santa Iglesia.
En el principio era la Palabra, y la Palabra era Dios, y todo se hizo por ella, y en ella era la Vida. Y la Vida era la Luz de los hombres.
Y la Luz venció a las tinieblas.
Y la Luz venció al mundo.
Y la Luz es el amor de la familia de Dios.
Yo soy la Luz del mundo, y el que camine en la Luz no tendrá oscuridad, sino que tendrá la Luz de la vida.
Recibe, amigo mío, la luz, para que, si caminas en la oscuridad, encuentres la luz; y, si la has encontrado, seas luz para el mundo.
Sacerdotes míos: ustedes son mi familia.
Ustedes son, en unidad conmigo, esposos de la Santa Iglesia, para crear familias a imagen de la Sagrada Familia, y unirlas en una sola familia: la Santísima Trinidad, que es un solo Dios.
Ustedes son la sal de la tierra y la luz del mundo.
Constructores del Reino de los Cielos: la gran familia de Dios, un solo pueblo santo.
Lo que ustedes unan, que no lo separe el hombre, porque la unión es en el amor. El amor soy yo: el Cristo, y ustedes son Cristo, como yo, en el mundo.
Atiendan las cosas de mi Padre.
Permanezcan en la virtud, y sean la luz que brille delante de los hombres, con sus obras.
Sean misericordiosos, como el Padre que está en el Cielo es misericordioso, y lleven la luz al mundo, por medio de obras de misericordia, a imagen de la Sagrada Familia.
Misericordia de los padres a los hijos –los hijos sometidos a la voluntad de los padres–, porque mis padres vieron que tenía hambre y me dieron de comer, que tenía sed y me dieron de beber, que estaba desnudo y me vistieron.
La misericordia del Padre fue derramada para el mundo por medio de la obediencia del Hijo, para unir por el Hijo a todos los hombres, haciéndolos hijos, unidos con el Hijo al Padre, por medio del Espíritu Santo, formando en el Hijo un solo cuerpo, que, unido a la Santísima Trinidad, forman una sola familia.
Son ustedes, sacerdotes míos, pastores de mi pueblo, responsables de reunir a mis rebaños en un solo rebaño.
Unidad de sacerdotes en Cristo.
Unidad de laicos en familias.
Unidad de familias y sacerdotes en una sola familia: la Santa Iglesia, de la cual yo soy cabeza.
Unidad a ejemplo de la Sagrada Familia, reunidos en torno a la Madre, porque el Espíritu Santo está con ella, y los une al Hijo, y por el Hijo se va al Padre, porque nadie va al Padre si no es por mí.
Yo estoy en mi Padre y el Padre está en mí.
El que guarda mis mandamientos, ese me ama, y el que me ama es amado de mi Padre, y yo lo amaré y me manifestaré en él».
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Madre nuestra: el Apóstol Juan te recibió en su casa cuando Jesús se lo pidió desde la cruz. A partir de ese momento tú eres Madre de todos los cristianos, los que formamos la familia de Dios, la Santa Iglesia.
Yo quiero permanecer contigo, recibirte en mi casa, para sentir tu protección y amor de Madre, y para que reciba también los dones y gracias del Espíritu Santo.
Madre de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote: déjame entrar a tu corazón, y modela mi alma conforme a tu Hijo Jesucristo.
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«Hijos míos, sacerdotes: es aquí, en la humillación de la esclava del Señor, en donde se manifiesta el amor. Permanezcan conmigo al pie de la cruz, que es en donde, por un solo hijo que permanece, recibo a todos mis hijos.
Ha sido el más pequeño, y el más amado de mi Hijo, el que lo complació, y lo acompañó hasta la muerte, quien me recibió como la Madre de todos los hombres.
Él es Juan, y por él se manifiesta la Palabra, para reunir a los hijos con la Madre en una sola familia.
Yo pido que ustedes, mis hijos sacerdotes, permanezcan con la Madre, como Juan, al pie de la cruz, y reciban la Luz que ha nacido para el mundo, y lleven la Luz al mundo, para que reúnan a todos los hijos con la Madre en una sola familia.
Yo pido que se reúnan en torno a mí, y el Santo Paráclito se manifieste en cada uno, y les enseñe y les recuerde todo lo que mi Hijo les ha dicho.
Permanezcan conmigo, al pie del pesebre, y al pie de la cruz, recibiendo la Luz, orando, adorando, amando».
¡Muéstrate Madre, María!