91. LLEVAR LA PAZ AL MUNDO – SEGUIR EL EJEMPLO DE JESÚS
EVANGELIO DEL LUNES DE LA SEMANA XI DEL TIEMPO ORDINARIO
Yo les digo que no hagan resistencia al hombre malvado.
+ Del santo Evangelio según san Mateo: 5, 38-42
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Ustedes han oído que se dijo: Ojo por ojo, diente por diente; pero yo les digo que no hagan resistencia al hombre malo. Si alguno te golpea en la mejilla derecha, preséntale también la izquierda; al que te quiera demandar en juicio para quitarte la túnica, cédele también el manto. Si alguno te obliga a caminar mil pasos en su servicio, camina con él dos mil. Al que te pide, dale; y al que quiere que le prestes, no le vuelvas la espalda”.
Palabra del Señor.
+++
REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE
Señor Jesús: el pueblo que te escuchaba conocía muy bien la ley del talión: ojo por ojo, y diente por diente. Esa era la forma de hacer justicia: devolver el mismo mal que se recibió, y así se hacían las paces. Eso era lo justo, pero ahora nos parece una barbaridad.
Y es que tú estabas perfeccionando la ley. Podríamos pensar incluso que te fuiste al otro extremo: poner la otra mejilla.
Tú nos diste ejemplo de paciencia y de saber perdonar, cuando fuiste como oveja muda ante el trasquilador. Cuesta mucho, Señor, cumplir este precepto.
Es muy difícil perdonar, no hacer resistencia al hombre malo. Es más fácil clamar justicia que misericordia.
Y tú quieres, además, que el sacerdote se identifique especialmente contigo. Que nos neguemos a nosotros mismos, tomemos nuestra cruz, y te sigamos.
Señor, a veces aparecen noticias de sacerdotes que son agredidos, llegando incluso hasta matarlos por el solo hecho de ser ministros tuyos. No será lo habitual, pero nos queda claro que sí quieres que nos sacrifiquemos contigo.
La celebración de la Santa Misa nos habla de sacrificio. Después de ofrecer la paz al pueblo pasamos a la fracción del pan, a la inmolación del Cordero de Dios.
Jesús, el sacrificio de la reconciliación nos trae la paz, porque tú eres el Príncipe de la paz.
¿Cómo podemos ser ministros eficaces de misericordia y de perdón? ¿Cómo esperas que seamos instrumentos de tu paz?
Permítenos a nosotros, sacerdotes, entrar en tu Corazón, y concédenos la gracia de escucharte.
+++
«Sacerdotes míos: mi paz les dejo, mi paz les doy.
Yo soy el Sumo y Eterno Sacerdote.
Adoren el Cuerpo sacramentado de Dios.
Yo soy al mismo tiempo sacerdote y víctima en el altar.
Soy yo mismo quien convierte el pan en mi Carne y el vino en mi Sangre.
Son ustedes quienes lo permiten, por sus manos que yo mismo he ungido.
Entréguense conmigo en cada sacrificio, y no me dejen solo en el altar.
Manténganse en reconciliación conmigo, para que la paz sea con ustedes, y ofrezcan conmigo su sacrificio al Padre.
El culmen de toda batalla es la paz.
Lleven ustedes la paz al mundo. En la casa que entren digan: “la paz sea con ustedes”. Si ellos los reciben quédense y coman lo que les den, pero si no, limpien el polvo de sus pies, y salgan de ahí, llevando la paz con ustedes a otra parte.
Las batallas se ganan con actos de amor, los golpes se curan con caricias, el odio se combate con amor, las guerras terminan con la paz.
Practiquen la justicia desde el amor, y sean administradores de mis misterios por medio de los sacramentos.
Sean misericordiosos, y la misericordia será con ustedes.
Entreguen la misericordia y el perdón en el confesionario.
Sean justos, y la justicia para ustedes será menor que la misericordia.
Lleven la paz al mundo, y la paz será con ustedes.
Mi Padre, que está en el cielo, me envió al mundo. Así yo también los envío al mundo, los envío a buscar a cada alma del mundo, para que le lleven mi Palabra y yo mismo los encuentre.
Sean ustedes portadores de misericordia y perdón.
Sean ustedes mensajeros del amor de Dios.
Sean ustedes instrumentos divinos para el restablecimiento de la paz en el mundo.
¡Vengan! Entren en mi Sagrado Corazón, y descansen su espíritu en mí.
No se distraigan. Ocúpense de mis cosas, que yo me encargaré de las suyas. Confíen en mí y no en sus pocas fuerzas.
Búsquenme en la oscuridad, y verán brillar mi luz.
Búsquenme en la tormenta, y encontrarán mi calma.
Búsquenme en su desierto, y yo calmaré su sed.
Búsquenme en los momentos de dificultad, y yo les daré seguridad.
Búsquenme en sus angustias, y yo les daré mi paz.
Pero, sobre todo, búsquenme en cada una de sus ovejas. Siempre me encontrarán.
Búsquenme en sus oscuridades, en sus tormentas y en sus desiertos, en sus dificultades y en sus angustias, y ayúdenles a encontrarme; y enséñenles a dejarse amar, para que mi luz brille, para que mi seguridad los colme, para que mi paz los inunde, para que mi amor los desborde.
Las heridas de mi corazón son causadas constantemente por el pecado de los hombres, y son lavadas continuamente con mi sangre, derramada como mar de misericordia que perdona, que limpia, que purifica, que sana, que santifica, que salva.
Confíen y abandónense en este Corazón, por el que nada les faltará, con el que recuperan sus fuerzas, y en el que permanecen en mí, como yo permanezco en ustedes.
Aliméntense de mí, coman mi Carne y beban mi Sangre, que es alimento de vida eterna, y yo los resucitaré en el último día, porque mi Carne es verdadera comida y mi Sangre verdadera bebida.
Procuren su entrega constante a mi amor y a mi voluntad, para que no se distraigan.
Protejan a mi pueblo con su oración, que es ofrenda agradable al Padre, orando y pidiendo con todo su amor, para ellos, lo que ellos no saben pedir.
Tengan fe, porque toda gracia viene de Dios.
Esperen, porque los tiempos de Dios no son los de los hombres. Y no se preocupen, porque solo Dios es Bueno.
Permanezcan en mi Sagrado Corazón, en donde limpio sus pecados y sus culpas, purificando sus corazones.
Reparen mis heridas, transformando todos sus actos en actos de amor, que son obras de misericordia, para reparar el desamor.
Permanezcan dispuestos a reparar y a adorar mi Sagrado Corazón, y a llevar mi luz al mundo.
+++
Madre nuestra, Reina de la paz: tú eres el camino para ir a tu Hijo, y para volver a Él cuando perdemos la paz por el pecado. Llévanos de la mano por camino seguro, para tener siempre tu paz.
Madre de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote: déjame entrar a tu corazón, y modela mi alma conforme a tu Hijo Jesucristo.
+++
«Hijos míos sacerdotes: continúen construyendo el Reino de los Cielos con obras de misericordia, en la que cada ladrillo edifica, fortalece, hace crecer.
Construyan con cada ladrillo cada obra de Dios, que es cada alma de cada oveja y de cada pastor.
Construyan juntos el Reino de los Cielos, en un mismo cuerpo y un mismo Espíritu.
Y oren unos por otros, porque siendo un solo cuerpo todos se ayudan y todos se afectan. Pues si sufre un miembro, todos los demás sufren con él. Pero si uno es honrado, todos los demás se alegran con él.
En esto consiste la ley de Dios, en que se amen los unos a los otros.
Yo les daré un ladrillo fuerte para la construcción: la Prudencia, para que actúen de acuerdo a la voluntad de Dios, para que permanezcan con las lámparas encendidas y que no descuiden los detalles pequeños.
Prudencia para construir cada obra.
Prudencia para edificar y hacer crecer.
Prudencia para hacer siempre el bien.
Prudencia para hablar.
Prudencia en el silencio.
Prudencia para poner la otra mejilla.
Prudencia para dejar al Espíritu Santo actuar.
Prudencia para dominar las pasiones.
Prudencia para tomar decisiones.
Prudencia en el trato con los sabios y entendidos.
Prudencia para llegar hasta los corazones más pobres.
Construyan sus obras con prudencia, y obrarán en virtud.
Caminen de mi mano, con prudencia y pasos firmes. Yo los llevo por camino seguro, meditando en sus corazones todo lo que les ha sido dado, descubriendo mis tesoros, para enriquecer en virtud su vida ordinaria en medio del mundo.
Yo le daré mi paz a quien acepte mi compañía».
¡Muéstrate Madre, María!