Mt 11, 11-15
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12. PERMANECER PEQUEÑOS – CON EL ARMA DEL AMOR

JUEVES DE LA SEMANA II DE ADVIENTO

No ha habido ninguno más grande que Juan el Bautista.

+ Del santo Evangelio según san Mateo: 11, 11-15

En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente: “Yo les aseguro que no ha surgido entre los hijos de una mujer ninguno más grande que Juan el Bautista. Sin embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos, es todavía más grande que él.

Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el Reino de los Cielos exige esfuerzo, y los esforzados lo conquistarán. Porque todos los profetas y la ley profetizaron, hasta Juan; y si quieren creerlo, él es Elías, el que habría de venir. El que tenga oídos que oiga”.

Palabra del Señor.

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REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: el Bautista se consideraba a sí mismo indigno de desatar la correa de tu sandalia, y tú dices que no ha surgido entre los hijos de una mujer ninguno más grande que él. Y eso es verdad, el hombre más grande no es digno de prestarte un servicio.

Tú me has concedido la dignidad del sacerdocio, me has hecho tu servidor, y me siento indigno de haber sido elegido. Siempre recordaré el momento de mi postración en el suelo, el día de mi ordenación. No somos dignos.

Ayúdame a permanecer pequeño, para que tú puedas hacer grandes obras conmigo. Porque no soy yo, eres tú el que actúa.

Concédeme la humildad y la docilidad de Juan, el precursor, para llevarte muchas almas a través de mi ministerio, dejándote actuar a ti, sin estorbarte.

Permítenos a nosotros, sacerdotes, entrar en tu Corazón, y concédenos la gracia de escucharte.

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«Sacerdotes míos, mis más pequeños, mis discípulos, mis apóstoles, mis servidores, mis amigos: yo los envío a anunciar el Evangelio, para que los que tengan ojos vean y los que tengan oídos oigan. Para que los que no creen, crean y los que creen se dispongan a recibir mi alegría, para llenarlos y desbordarlos, para que entreguen esta alegría en el anuncio de la Buena Nueva, llegando a todos los rincones del mundo, anunciando que el Reino de los Cielos está cerca.

Miren que estoy a la puerta y llamo, para que me abran y me dejen entrar.

Ustedes son Juan y son Elías, precursores de mi llegada, los que proclaman mi Palabra, los que construyen mi Reino, anunciando el Evangelio, bautizando en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Ustedes, que no son dignos de desatar la correa de mis sandalias, son los que yo he enviado antes de mí, para anunciar que el Hijo de Dios ha venido al mundo, nacido de un vientre puro de mujer virgen, engendrado por el Espíritu Santo, nacido como hombre, siendo Dios, alimentado por los hombres, bautizado, recibido y aceptado por los hombres, escuchado y alabado por los hombres, tentado por el diablo viviendo en el desierto, rechazado por los hombres, juzgado y sentenciado injustamente, despreciado, torturado, despojado de todo por los hombres, desangrado hasta la muerte en una cruz, sufriendo en carne y en espíritu el destierro y el exilio del mundo al que Dios tanto ha amado, que entregó a su único Hijo al mundo para salvarlo, para redimirlo, para hacer nuevas todas las cosas, para vencer a la muerte y al pecado en la resurrección del Hijo, que trae al mundo la fe, la esperanza y el amor para la vida eterna.

Permanezcan en vela y en oración, esperando a que vuelva, porque nadie sabe ni el día ni la hora, pero el tiempo está cerca. Crean en el Evangelio, arrepiéntanse, pidan su conversión, y entréguense a mí, para que yo cambie sus corazones de piedra en corazones de carne, para que reverdezca su desierto, para que florezca y dé fruto.

Yo haré florecer sus desiertos, para que su ofrenda sea grande y agradable al Padre. Permanezcan con mi Madre a los pies de mi cruz, recibiendo al Espíritu Santo, por quien recibirán la gracia de la perseverancia y los dones para permanecer en la disposición a recibir y a entregar mi amor.

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Madre mía: yo aprendo de Juan a ser pequeño, y aprendo de ti a ser esclavo. Así como el Bautista era el hombre más grande nacido de mujer, tú eres la creatura más grande, más excelsa, más maravillosa que ha salido de las manos de Dios.

Eres Madre y eres Reina del Universo como fruto de tu “fiat”, de tu entrega generosa.

Ayúdame a mantenerme esclavo, para cumplir siempre los deseos del Rey.

Madre de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote: déjame entrar a tu corazón, y modela mi alma conforme a tu Hijo Jesucristo.

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 «Hijo mío sacerdote: yo soy la esclava del Señor. En mi vientre ha sido engendrada la luz, para ser llevada a todas las naciones del mundo. Es por esta luz que ha nacido Dios en el mundo, siendo Dios y siendo hombre, conteniendo toda la grandeza del único Dios verdadero en la fragilidad de la humanidad, para redimir, para salvar, para restablecer la paz en el mundo por su infinita misericordia.

Y siendo esclava me ha hecho Madre, y siendo Madre me ha hecho Reina. Tú eres esclavo, como yo. Acepta y recibe toda la ayuda que te da tu Señor, para cumplir los deseos de la Reina, que siendo libre se hizo esclava, para cumplir los deseos del Rey.

Permanece dispuesto a los pies del Rey, que ha sido crucificado, muerto y expuesto en la cruz, y desde la cruz, muriendo al mundo, destruye la muerte, y resucitando en el mundo da vida, para que todo el que crea en Él tenga vida eterna.

Yo intercedo para que la Luz, que es fruto bendito de mi vientre, nazca en el corazón de cada uno de ustedes, mis hijos sacerdotes, para que se mantengan pequeños y, a través de ustedes, ilumine a todo el mundo y permanezca para siempre».

¡Muéstrate Madre, María!