Mt 11, 28-30
Mt 11, 28-30
00:00
00:00

11. ¿QUIÉN TE CREES QUE ERES? - DEJARSE AYUDAR

MIÉRCOLES DE LA SEMANA II DE ADVIENTO

Vengan a mí todos los que están fatigados.

+ Del santo Evangelio según san Mateo: 11, 28-30

En aquel tiempo, Jesús dijo: “Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga, y yo les daré alivio. Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso, porque mi yugo es suave y mi carga, ligera”. Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: tengo que reconocer que esas palabras tuyas, cuando nos invitas a ir a ti cuando estamos fatigados y agobiados por la carga, me dan mucha paz.

El santo evangelio nos cuenta en diversas ocasiones que tuviste tú muchas fatigas y agobios, y supiste superarlos, abandonándote en los brazos del Padre. Por eso puedes pedirnos que aprendamos de ti.

Y dices que eres manso y humilde de corazón. Es decir, no te desesperabas, no perdías la paz, no reclamabas los malos tratos. Muchas veces tu respuesta fue tu silencio, y eso hablaba mucho. Aunque también tú, verdadero hombre, reaccionabas con energía para defender los derechos de Dios, como lo hiciste con los mercaderes del Templo.

Nos enseñas a ver todo con visión sobrenatural, y con mucha confianza en Dios. Si trabajamos para ti no nos faltará tu ayuda, y las cosas saldrán como Dios quiere que salgan.

Tu yugo es suave y tu carga ligera, porque me ayudas a llevarlos. Yo quiero descansar en tu corazón, y por eso te busco en mi oración, y te encuentro en el Sagrario.

Jesús, en ti confío. Permítenos a nosotros, sacerdotes, entrar en tu Corazón, y concédenos la gracia de escucharte.

+++

«Sacerdote mío: descansa en mí como yo descanso en ti.

Descansa en mí, pero nunca te canses de mí.

Descansa en mí, pero sigue caminando y construyendo mis obras.

Y cuando te canses, descansa en mí.

¡Ánimo! Yo he vencido al mundo. Yo renovaré tus fuerzas. Confía en mí y abandónate en mis brazos, y permanece en mí como yo permanezco en ti. No puedes nada sin mí, pero conmigo conquistarás el mundo entero, correrás sin cansarte y caminarás sin fatigarte.

Pero no vengas solo, tráeme a mis otros amigos. Yo les daré alivio, les daré descanso, les daré protección, les daré auxilio, les daré la compañía de mi Madre, belleza concebida sin pecado, inmaculada, santa y pura, para que ella los enseñe a ser como yo, mansos y humildes de corazón, para que los lleve al abrazo misericordioso del Padre.

Eres mío, todo lo tuyo es mío, y todo lo mío es tuyo. Trae contigo a más de mis amigos, y yo les daré a mi Madre.

Yo te pregunto, amigo mío: ¿quién te crees que eres, para creer que sin mí todo lo puedes?

Yo soy el todopoderoso, tú eres un siervo de Dios. Somos uno. ¿Acaso se te olvida que yo existo?

¿Quién te crees que eres, para pensar que nada puedes?

Yo soy el todopoderoso, y tú eres a quien yo he llamado amigo. Somos uno. ¿Acaso no confías en mi poder?

¿Quién te crees que eres, para esconderme tus pecados?

Yo soy el todopoderoso. Somos uno. ¿Acaso crees que soy un tonto?

¿Quién te crees que eres, para dudar de mi Palabra?

Yo soy el todopoderoso. Somos uno. ¿Acaso no crees que yo vivo en ti?

¿Quién te crees que eres, para dudar de tu capacidad para cumplir con lo que yo te pido?

Yo soy el todopoderoso. Somos uno. ¿Acaso yo merezco que me humilles con tu soberbia?

¿Quién te crees que eres, para desconfiar de mí?

Yo soy el todopoderoso. Somos uno. ¿Acaso merezco tu desconfianza?

¿Quién te crees que eres, para pensar primero en ti?

Yo soy el todopoderoso. Somos uno. ¿Acaso es el discípulo más que el maestro?

¿Quién te crees que eres, para llevar tú solo una carga tan pesada?

Yo soy el todopoderoso. Somos uno. ¿Acaso no crees que yo puedo cargar mi cruz y la tuya?

Ven a mí cuando estés cansado. ¡Ven a mí!

Ven a mí cuando estés fatigado. ¡Ven a mí!

Ven a mí cuando tu carga sea mucha. ¡Ven a mí!

Yo te daré alivio, toma mi yugo sobre ti, y aprende de mí, que soy manso y humilde de corazón. Encontrarás descanso en mí, porque mi yugo es suave y mi carga ligera.

¡Ánimo! Yo soy el todopoderoso. Somos uno, y yo he vencido al mundo.

Pastores míos: yo soy Pastor y soy Cordero. Yo soy el Buen Pastor y cuido a mis ovejas.

Ustedes son las ovejas de mi rebaño, y son Pastores de mi pueblo. Las ovejas en los rebaños caminan, pastan, conviven y son guiados juntos. La oveja que se aleja o queda sola se pierde.

Guíen en la unidad, y ustedes, pastores, manténganse en unidad. Ayúdense, cuídense, protéjanse, unos a otros. Porque ustedes también son ovejas y yo soy quien los mantiene unidos en mi Corazón.

Reparen, adoren, oren, amen. Este es mi Corazón entregado a los hombres. Corazón divino en fragilidad humana.

Junten sus manos, y que toda rodilla se doble al pronunciar mi nombre. Oren al Padre y realicen actos de amor, para reparar el desamor que causa tantas heridas a mi Sagrado Corazón.

Sacerdotes míos: regresen aquí. Que mi Corazón sea su único refugio. Vengan a mí los que están cansados, que yo los aliviaré.

Es mi Corazón que se entrega en cada Eucaristía, en cada consagración, en cada sacrificio en el altar.

Es mi Corazón de carne, por el que corre sangre divina en mi cuerpo humano.

Es por este Corazón que he redimido a la humanidad, y mi Padre ha derramado su misericordia.

Es por este Corazón que yo me entrego por completo, por amor a los hombres.

Es por este Corazón que recibo desprecios y adoración, burlas y alabanzas, ultrajes y protección, golpes y caricias, desamor y amor.

Es por este Corazón que todo un Dios trino y todopoderoso se abaja para subir de nuevo llevando a la humanidad, renovada por el amor, a la vida eterna.

Es el Sagrario el corazón de todo templo. Es ahí donde está mi Corazón vivo, esperando ser amado y adorado, entregado y recibido, para alimentar, para nutrir, para dar vida.

Es el corazón de cada uno de ustedes en donde habito yo.

Reciban el amor que yo les doy y ámenme con mi amor, para que sea yo mismo quien repare mi lastimado y doloroso Corazón.

Busquen primero el Reino de Dios y su justicia. Y sean justos como mi Padre del cielo es justo. Ámense los unos a los otros como yo los he amado, con mi amor.

Busquen la felicidad en el hermano. La Felicidad soy yo.

Busquen al que ha quedado solo, fuera del rebaño. El Camino soy yo.

Busquen conducir a sus ovejas en la luz. La Luz soy yo.

Busquen enseñar con mi Palabra. La Palabra soy yo.

Busquen llevar a mi pueblo a la verdad. La Verdad soy yo.

Encuentren el amor en los corazones de los hombres. Ahí estoy yo. El Amor soy yo.

Manténganse en unidad en un solo cuerpo, en un mismo espíritu, en mi Corazón, que nadie va al Padre si no es por el Hijo».

+++

Madre mía: yo encuentro también descanso en tu corazón, y por eso te busco en momentos de dificultad. Me dan mucha paz las palabras que dirigiste a san Juan Diego: «Hijo mío el más pequeño: nada te asuste, nada te aflija, no se altere tu corazón… ¿No estoy aquí yo, que soy tu Madre? ¿No estás bajo mi sombra y resguardo?»

Me voy ahora con la imaginación a tu casita en el Tepeyac, contemplo tu imagen bendita y alabo tu belleza. Es tu rostro el que me da paz, y dejo en tus manos mis preocupaciones.

Madre de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote: déjame entrar a tu corazón, y modela mi alma conforme a tu Hijo Jesucristo.

+++

«Hijo mío, sacerdote: contempla la belleza de mi rostro, y contemplarás la fe.

Contempla la belleza de mis ojos, y contemplarás la esperanza.

Contempla la belleza de mi vientre, y contemplarás al Hijo de Dios hecho hombre.

Contempla la belleza de mis pies, y contemplarás la fortaleza del Espíritu, en una mujer a la que Dios le ha dado el poder de vencer.

Contempla la belleza de mis manos, y contemplarás la ternura de una Madre.

Contempla el brillo de mis estrellas, y contemplarás la luz de la santidad.

Contempla mi corazón, y contemplarás la pureza inmaculada de mi concepción, y entenderás la belleza de mi alma.

Desde esa pureza vive tú, hijo mío, en la fe, en la esperanza y en el amor. En estas tres virtudes está la belleza del alma, porque de estas crecen las demás virtudes, y es en la fe, en la esperanza y en la caridad, en las que se transforma el alma y adquiere la belleza de un alma inmaculada y pura.

Hijos míos: yo les doy este tesoro de mi corazón: mi Ciencia.

Ciencia para que construyan, encontrando la belleza de Dios en cada uno ustedes.

Ciencia para que cada uno de ustedes encuentre la belleza de la creación de Dios, y el valor de cada criatura en relación a su Creador.

Ciencia para que encuentren lo invisible y divino en lo visible y terreno, y que pongan su corazón en la verdad de Dios, y no en la mentira del mundo.

Que sean humildes, para reconocerse pecadores y necesitados de la misericordia y del perdón de Dios, y acepten la ayuda que yo les doy a través del prójimo.

Que se reconozcan a ustedes mismos como los que pasan por el camino sin detenerse ante el necesitado, porque viendo no ven, y oyendo no oyen.

Que reconozcan que el necesitado está entre ustedes; que vean al hermano necesitado y se detengan, y lo ayuden, y lo atiendan.

Que todo lo que quieran que los demás hagan con ustedes, háganlo también ustedes con los demás, porque esta es la Ley y los Profetas; y que se den cuenta que es el mismo Cristo el que da y el que recibe.

Que vean al necesitado en ustedes mismos, y se dejen acoger: para que reciban la misericordia de Dios; para que abran su corazón a la gracia; para que abran sus ojos y encuentren a Cristo; para que se detengan en el camino y pongan en Dios, y no en el mundo, el fin de su propia existencia, encontrando el amor infinito de Dios en la creación, en medio del mundo, descubriendo la verdad desde su pequeñez y su miseria, sabiéndose frágiles y necesitados, y así pongan toda su confianza en aquel que era, que es y que ha de venir.

Que reciban mi auxilio tomándose de mi mano, reconociéndome Madre y reconociéndose entre ustedes como hermanos, y se dispongan a recibir y a dar misericordia, para encontrar en la fe, la verdadera alegría de servir a Cristo».

¡Muéstrate Madre, María!

 

25. DESCANSO PARA EL ALMA – DEJARSE AYUDAR

EVANGELIO DEL JUEVES DE LA SEMANA XV DEL TIEMPO ORDINARIO

Soy manso y humilde de corazón

+ Del santo Evangelio según san Mateo: 11, 28-30

En aquel tiempo, Jesús dijo: “Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga, y yo les daré alivio. Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso, porque mi yugo es suave y mi carga, ligera”. 

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: solo tú puedes decir con toda seguridad esas palabras: “aprendan de mí”, porque eres perfecto Dios y perfecto hombre. Es verdad que en tu Iglesia también ha habido hombres y mujeres santos, de los cuales también aprendemos, pero nosotros tenemos limitaciones y defectos, y debemos ser humildes.

Todos podemos aprender de ti meditando el Evangelio. En primer lugar, a través de tus palabras, que son palabras de vida eterna. Y, en segundo lugar, a través de tu vida, de tu ejemplo, de lo que nos cuentan los diversos pasajes de la Escritura.

Hoy nos pides tú mismo que tomemos tu yugo y aprendamos de ti. Y la lección es de mansedumbre y humildad. Me queda claro: tomar el yugo es someterse, es obedecer, es olvidarse de uno mismo para servir. Tú te hiciste obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Y yo quiero aprender de ti a llevar el yugo suave de la obediencia total al Padre.

Jesús, yo quiero descansar en ti. ¿Cómo debe ser ese descanso?

Permítenos a nosotros, sacerdotes, entrar en tu Corazón, y concédenos la gracia de escucharte.

+++

«Sacerdote mío: yo soy el Buen Pastor y a mis ovejas nada les falta.

En verdes praderas las hago reposar.

Las conduzco hacia fuentes tranquilas y reparo sus fuerzas.

Las guío por el sendero recto, por el honor de mi nombre.

Aunque caminen por valles oscuros nada temen, porque están conmigo.

Mi vara y mi cayado les dan seguridad.

Preparo una mesa ante ellas en medio de sus enemigos.

Yo unjo su cabeza con perfume y su copa rebosa.

Mi bondad y mi amor las acompañan todos los días de su vida.

Y habitarán en casa del Señor eternamente.

Yo soy el Buen Pastor y conozco a mis ovejas, y ellas me conocen a mí. Así como me conoce el Padre y yo conozco a mi Padre.

Yo doy mi vida por mis ovejas. Yo reúno a mis ovejas en un solo rebaño y con un solo Pastor.

Yo soy el Buen Pastor y doy mi vida por mis ovejas. Nadie me la quita, yo la doy voluntariamente, para recuperarla de nuevo.

Amigos míos: vengan a mí todos los que estén cansados y agobiados por la carga y yo los haré descansar. Ustedes descansan recibiéndome. Yo descanso entregando mi amor. Mi Madre descansa entregándome a mis amigos.

Mi corazón herido descansa en ti cuando te lo doy, porque yo te lo doy y tú lo recibes para amarlo, para cuidarlo, para acariciarlo, para aliviar mis heridas, para repararlo.

Yo te entrego mi amor, tú lo recibes y me amas, y ese es mi descanso.

Yo descanso cuando entrego mi Cuerpo y mi Sangre, mi Alma y mi Divinidad, en la Eucaristía. Ven y descansa tú conmigo, porque mi yugo es suave y mi carga ligera.

Los mandamientos de la ley de Dios son como suave yugo que conduce por el buen camino, que los mantiene unidos a mí.

El yugo de mi Palabra es suave, porque la obediencia que yo les pido es en libertad. Cumplir los mandamientos y mantener mi Palabra los hace verdaderamente ser mis discípulos y conocer la verdad. Y la verdad los hará libres.

La libertad es descanso para el alma.

Descanso son los sacramentos.

Descanso es el confesionario y el altar.

Descanso es la oración.

Descanso es cumplir la voluntad del Padre.

Descanso es vivir la santidad.

Descanso es la unión en la Eucaristía, verdadera comunión.

Por la bondad de mi Padre, yo les digo que, a quien medite mi Palabra, le dará la inteligencia para comprenderla y encontrar la verdad, para que crean en mí y se conviertan, para que aligeren la carga del pecado, arrepintiéndose y pidiendo perdón, aprendiendo de mí, que soy manso y humilde de corazón, siendo buenos los unos con los otros, cumpliendo mis mandamientos, llevando a mí a las almas necesitadas, para que les dé mi paz, para que crean en mí, para que les conceda, en este mundo, la gloria de mi cielo, y en el otro, la vida eterna de mi resurrección».

Sacerdote mío: descansa en mí como yo descanso en ti.

Descansa en mí, pero nunca te canses de mí.

Descansa en mí, pero sigue caminando y construyendo mis obras.

Y cuando te canses, descansa en mí.

¡Ánimo! Yo he vencido al mundo. Yo renovaré tus fuerzas. Confía en mí y abandónate en mis brazos, y permanece en mí como yo permanezco en ti. No puedes nada sin mí, pero conmigo conquistarás el mundo entero, correrás sin cansarte y caminarás sin fatigarte.

Pero no vengas solo, tráeme a mis otros amigos. Yo les daré alivio, les daré descanso, les daré protección, les daré auxilio, les daré la compañía de mi Madre, belleza concebida sin pecado, inmaculada, santa y pura, para que Ella los enseñe a ser como yo, mansos y humildes de corazón, para que los lleve al abrazo misericordioso del Padre.

Eres mío, todo lo tuyo es mío, y todo lo mío es tuyo. Trae contigo a más de mis amigos, y yo les daré a mi Madre».

+++

Madre nuestra: nosotros también debemos aprender de ti. Eres el modelo perfecto, la Inmaculada, no hay en ti mancha.

Tú aprendiste directamente, por las lecciones que te daba el Espíritu Santo. También a través de todas tus experiencias de la vida de Jesús. Escuchabas y ponías en práctica todo, con la mayor perfección.

Y guardabas todo en tu corazón, para luego enseñarnos a nosotros.

Tú eres una madre buena, y abres tus brazos para recibirnos cuando estamos cansados y agobiados por la carga. Enséñanos a nosotros a ser un buen descanso para nuestros hermanos.

Madre de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote: déjame entrar a tu corazón, y modela mi alma conforme a tu Hijo Jesucristo.

+++

«Hijo mío, sacerdote: te daré este tesoro: mi bondad.

Bondad para hacer el bien, también a los que hacen mal.

Bondad para transformar el mal en bien.

Bondad para comprender a los demás.

Bondad para ayudar a los necesitados.

Bondad para entregarte por completo a los demás.

Bondad para olvidarte de ti mismo y pensar en los demás.

Bondad para recibir la carga de los demás y hacer su carga ligera.

Bondad para construir las obras de Dios con amabilidad, generosidad y firmeza.

Bondad para comprender que solo Dios es bueno.

Puedes vivir desde ahora inmerso en la eternidad de Dios y de su bondad, viviendo en santidad, perfeccionando tus virtudes, cumpliendo lo que mi Hijo te manda para hacer su voluntad.

Pero hay que esforzarse, hay que luchar. La batalla es todos los días, no hay tregua ni descanso, pero el yugo de mi Hijo es ligero y suave. Entrégale tus trabajos, tus desvelos, tus molestias, tu debilidad, tu flaqueza, tu miseria, tu sueño, tu cansancio, y toda tu voluntad. Deja que Él se ocupe de ti y de tus cosas, mientras tú te ocupas de Él y de sus cosas.

Hijo mío: una gran misión te ha encomendado tu Señor, y serás fuerte en la medida que seas débil, y lo reconozcas, porque en Cristo está tu fortaleza. Pero no por eso dejes de luchar. Debes luchar todos los días, sabiendo que cuentas con la ayuda de Jesús, y que, cuando eres débil, eres fuerte.

Que no pase un día sin haber luchado, sin haberte esforzado por cumplir su voluntad. Porque, hijo, el tiempo de los hombres es limitado.

Orden, prioridad. Primero lo necesario, después lo importante. Lucha, lucha para conocer cuál es tu debilidad, y pídele a Jesús que te ayude, porque ese es tu mayor obstáculo para alcanzar la santidad.

Una gran carga hay sobre tus hombros, y una gran responsabilidad. Pero recuerda que es una carga ligera, porque no es tuya, es de aquel que la lleva: mi Hijo Jesucristo. Y tú, tan solo eres como el Cirineo.

Entonces, alégrate, porque ese cansancio de tu cuerpo alivia las heridas del Sagrado Corazón de Jesús, y repara el mío. Que esa sea tu motivación, tu seguridad, tu disposición a tu entrega.

Yo te abrazo, y te hago descansar con el yugo de Cristo, con la ternura de mis brazos y el amor de mi corazón de Madre».