31. FE PARA CONVERTIRNOS – SEÑALES PRODIGIOSAS
EVANGELIO DEL LUNES DE LA SEMANA XVI DEL TIEMPO ORDINARIO
La reina del sur se levantará el día del juicio contra esta generación.
+ Del santo Evangelio según san Mateo: 12, 38-42
En aquel tiempo, le dijeron a Jesús algunos escribas y fariseos: “Maestro, queremos verte hacer una señal prodigiosa”. Él les respondió: “Esta gente malvada e infiel está reclamando una señal, pero la única señal que se le dará, será la del profeta Jonás. Pues de la misma manera que Jonás estuvo tres días y tres noches en el vientre de la ballena, así también el Hijo del hombre estará tres días y tres noches en el seno de la tierra.
Los habitantes de Nínive se levantarán el día del juicio contra esta gente y la condenarán, porque ellos se convirtieron con la predicación de Jonás, y aquí hay alguien más grande que Jonás.
La reina del sur se levantará el día del juicio contra esta gente y la condenará, porque ella vino de los últimos rincones de la tierra a oír la sabiduría de Salomón, y aquí hay alguien más grande que Salomón”.
Palabra del Señor.
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REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE
Señor Jesús: los escribas y fariseos te pedían una señal prodigiosa, supuestamente para creer en ti. Tú ya habías hecho muchos milagros, y seguían en su incredulidad. Una señal más no iba a cambiar nada, porque se resistían a creer. Aun así, les diste la señal más grande que podía haber: la de tu propia resurrección. Pero, teniendo ojos, no veían: no querían ver.
Nosotros no necesitamos milagros para creer, nos bastan los que se relatan en las Sagradas Escrituras. Pero sí necesitamos fortalecer nuestra fe, y para eso nos sirve mucho meditar tu Palabra, acompañarte en tu paso por la tierra, ayudarte a repartir aquellos panes y aquellos peces, porque los milagros se dan en nuestras manos.
Señor, auméntame la fe, para que me convierta y los demás te vean en mí.
Permítenos a nosotros, sacerdotes, entrar en tu Corazón, y concédenos la gracia de escucharte.
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«Sacerdote mío: mira el atardecer. Así como hay una señal todos los días, para terminar la jornada y descansar, para empezar de nuevo con el nuevo día –baja el sol y muere el día, y cae la noche y amanece un nuevo día con el alba–, así amigo mío, ha enviado Dios una señal: ha sido bajado el Hijo del hombre, el que había sido elevado, y muriendo al mundo se entregó a la noche, para levantarse como el sol y hacer nuevas todas las cosas.
Y, aun así, los hombres de poca fe, los incrédulos, los que tienen ojos, pero no ven, quieren ver más señales que esa para entregarse conmigo.
Mi Madre te cuida, como muestra de mi amor y de mi misericordia. Yo le pido que interceda para abrir tus ojos y tocar tu corazón de piedra, para que yo lo vuelva como el mío, un corazón de carne, que sufre, que duele, pero que ama.
Amigos míos: vengan a mi barca, vengan a pescar conmigo, y echen sus redes al mar, que mi pesca es buena. Y al ponerse el sol, lleven el fruto de su jornada como ofrenda al Padre. Dejen su pesca en puerto seguro, descansen en el regazo de mi Madre, y al amanecer, regresen al mar.
Vengan conmigo a remar mar adentro, que es donde yo los espero. Y si el atardecer los sorprende y los cubre la oscuridad, naveguen hacia la luz que mi Madre lleva en Ella.
Algunos de ustedes piden señales, porque están ciegos y no ven, porque están sordos y no escuchan. Pero yo les he dado ojos para ver y oídos para oír, y señales les doy todos los días.
Será mi Madre muestra de mi amor y de mi misericordia. Volteen a verla y escúchenla, que Ella los guiará para que su pesca sea segura, para que su ofrenda sea buena, para que encuentren el camino que lleva al Padre. Porque nadie va al Padre si no es por el Hijo. Pero todo el que busca a la Madre llega al Hijo.
Pescadores, amigos míos, yo los invito a navegar conmigo. Dejen sus redes y síganme, que yo los haré pescadores de hombres, para que, echando mis redes al mar, anuncien la buena nueva. Y conviértanse ya, que el Reino de Dios está cerca».
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Madre mía: como en aquel tiempo los habitantes de Nínive se convirtieron por la predicación de Jonás, así ahora, siempre es tiempo de convertirse.
Y ahora tenemos alguien que es mucho más que Jonás. Es Jesucristo, el Verbo de Dios hecho hombre. Y la señal es su resurrección gloriosa.
Ayúdanos, Madre, a profundizar en nuestra oración en la palabra de Jesús, para convertirnos de verdad.
Madre de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote: déjame entrar a tu corazón, y modela mi alma conforme a tu Hijo Jesucristo.
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«Hijos míos: es tiempo de oración para la conversión del corazón.
Es tiempo de reflejar el rostro resucitado de Cristo.
Es tiempo de arrepentirse, de pedir perdón, de pedir auxilio y de hacer penitencia.
Es tiempo de cambiar los corazones de piedra por corazones de carne, humanos, suaves, reales, como fueron creados; corazones limpios, con pureza de intención; corazones de niños.
Es tiempo de reconocer el verdadero rostro del amor, que es Cristo crucificado, resucitado y glorioso.
Es tiempo de arrepentirse y creer en el Evangelio, porque será cumplida hasta la última letra.
Reciban la misericordia de Dios derramada en la cruz, y reúnanse en torno a mí, que soy su Madre, para que, a través de mí reciban las gracias del Espíritu Santo, para que transformen sus corazones y mueran al mundo, renunciando al mundo, negándose a sí mismos, para que tomen su cruz de cada día y sigan a Cristo, reflejando su rostro resucitado, para que encuentren a Cristo en otros rostros desfigurados por el pecado, para que ellos los sigan y hagan lo mismo.
En mis ojos está el reflejo del rostro maternal de Dios, que es Padre y es Madre.
En mi corazón está guardado, como un tesoro, el rostro paternal de Dios, que es Padre y es Madre, que es Hijo y es Cristo.
Oremos para que las gracias permanezcan y sea encontrado el rostro desfigurado de Cristo en cada sacerdote, para que sean transformados, para que muestren al mundo la alegría de compartir la cruz de Cristo y seguirlo, para ser resucitados y glorificados en Cristo cuando Él vuelva».