21/09/2024

Mt 13, 24-30

36. MANTENERSE DESPIERTOS – PROTEGER LA SIEMBRA

EVANGELIO DEL SÁBADO DE LA SEMANA XVI DEL TIEMPO ORDINARIO

Dejen que crezcan juntos hasta el tiempo de la cosecha.

+ Del santo Evangelio según san Mateo: 13, 24-30 

En aquel tiempo, Jesús propuso esta otra parábola a la muchedumbre: “El Reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras los trabajadores dormían, llegó un enemigo del dueño, sembró cizaña entre el trigo y se marchó. Cuando crecieron las plantas y se empezaba a formar la espiga, apareció también la cizaña.

Entonces los trabajadores fueron a decirle al amo: ‘Señor, ¿qué no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, salió esta cizaña?’. El amo les respondió: ‘De seguro lo hizo un enemigo mío’. Ellos le dijeron: ‘¿Quieres que vayamos a arrancarla?’. Pero él les contestó: ‘No. No sea que, al arrancar la cizaña, arranquen también el trigo. Dejen que crezcan juntos hasta el tiempo de la cosecha y, cuando llegue la cosecha, diré a los segadores: Arranquen primero la cizaña y átenla en gavillas para quemarla, y luego almacenen el trigo en mi granero’”. 

Palabra del Señor.

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REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: te gustaba predicar con parábolas, porque era una forma de transmitir tus enseñanzas fácilmente. Y con frecuencia te refieres a las tareas del campo para ejemplificar. Hablas de pastores y de ovejas, de sembradores y semillas, de pescadores y redes.

Y en esas parábolas nos haces ver que, por parte tuya, no van a faltar los cuidados, las ayudas, para ser buenos pastores, dar fruto abundante y llenar las redes de peces grandes.

Pero a veces somos nosotros, tus sacerdotes, los que no correspondemos como tu quisieras, y desperdiciamos tu gracia, que nos permitiría dar el ciento por uno.

En la parábola del trigo y la cizaña resaltan varias cosas que mueven a la reflexión. Quizá la primera es la referencia explícita que haces a que los trabajadores dormían.

Cuántas cosas se pueden desprender de la consideración de ese sueño. Significa que los encargados, los responsables, los que debían dar cuentas, no estuvieron atentos, y eso tuvo como consecuencia un daño grande.

Nosotros, tus sacerdotes, debemos sentir esa responsabilidad constantemente de estar vigilantes, porque ya sabemos que el enemigo, el diablo, siempre está al acecho, siempre quiere hacer daño, y el daño, en su caso, es muy grande: se pierden las almas.

Señor: yo no solo no quiero estar dormido, sino que quiero estar bien despierto, para cumplir con mi deber y así estar bien preparado para darte cuentas. Ayúdame a tener bien abiertos los ojos y los oídos, para ser un buen labrador, que produzca espigas bien granadas, para ser transformadas en ofrenda, para la gloria de Dios.

Permítenos a nosotros, sacerdotes, entrar en tu Corazón, y concédenos la gracia de escucharte.

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«Sacerdotes buenos, amigos míos, pastores que son ovejas, sembradores que son semilla: yo los he llamado y los he plantado en tierra fértil.

Es el camino del sacerdocio la tierra fértil.

Son ustedes semilla de mostaza plantada por mis manos.

Son fruto de buena cosecha.

Y los he llamado semillas, y los he hecho sembradores. Para que den fruto y para que preparen la tierra, y planten buena semilla.

Abran la semilla a la vida nueva con el agua viva de mi manantial.

Alimenten la semilla con mi Cuerpo y con mi Sangre, para que dé fruto de vida eterna.

Los segadores vendrán y llevarán sus ofrendas al Padre, y Él los pondrá a mi diestra, y los coronará de sol.

Ustedes, los que han dejado todo y me han seguido, han subido conmigo a la alegría de mi encuentro en el camino y en mi cruz.

Es por ustedes que se extenderá la semilla en tierra buena, y dará fruto, para la gloria de mi Padre, en la vida eterna.

Sacerdotes míos: el tiempo está cerca, y algunos de ustedes, mis amigos, están dormidos. ¡Ay de aquel que cuando yo venga lo encuentre dormido y no esté en vela!, porque le pediré cuentas de la tierra que le confié y la semilla que le entregué.

Si no tienen frutos para entregarme, serán tratados como la cizaña; porque no todo el que me dice ‘Señor, Señor’, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre que está en los cielos.

La omisión de ustedes, mis sacerdotes, los condena, porque pierden para mi Reino muchas almas. Aunque expulsen demonios y profeticen en mi nombre, aunque hagan milagros, yo haré justicia ante su iniquidad.

Todo aquel que se declare por mí delante de los hombres, yo también me declararé por él delante de mi Padre que está en los cielos. Pero a quien me niegue ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre.

Yo los envío a ustedes como ovejas en medio de lobos.

Sean prudentes como las serpientes y sencillos como las palomas.

Cuídense de los falsos profetas, que vienen a ustedes disfrazados de oveja, pero por dentro son lobos hambrientos.

Yo les doy la lluvia con el agua viva de mi manantial, para que, por medio de mis sacramentos y de sus manos, brote la vida en la semilla plantada en el mundo. Por sus frutos los reconocerán.

Pero no basta con hacer llover. La planta crece y hay que cuidarla, protegerla, alimentarla, abonarla, procurarla, para que crezca más grande, más fuerte y más alta que la cizaña, y no le falte nunca los rayos ni el calor del sol.

Yo los envío a ustedes, mis sacerdotes, no solo como instrumentos de siembra, sino como jornaleros y obreros de la mies del Padre que está en los cielos.

Oren, pues, ustedes, para que el dueño de la mies envíe más obreros a su mies.

Obreros fuertes, que trabajen y resistan, que no se duerman, para que la cizaña no crezca en sus campos; para que velen y esperen a que vuelva el Sembrador para darle cuentas de los frutos de su cosecha.

Oren para que, con devoción, ustedes pidan y reciban del Espíritu Santo la fortaleza para cumplir su misión.

Yo confío en ustedes y les doy mi alimento, que es como abono para la tierra y como lluvia de rocío para las espigas de trigo, para que crezcan fortalecidos y den mucho fruto.

Yo les doy mi Palabra –que es palabra de vida y alimento para fortalecerlos a ustedes, mis amigos, mis obreros, mis sacerdotes–, a través de la oración y la formación espiritual permanente, que es para ustedes llama ardiente y soplo de vida, para que, fortalecidos, corrijan su conducta y sus intenciones, para que yo viva con ustedes y ustedes conmigo, para que los sarmientos se mantengan unidos a la vid y produzcan mucho fruto.

De nada sirve alimentar la mente y fortalecer el cuerpo si se descuida el alma. De nada sirve un cuerpo vivo si el alma está muerta.

No teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; teman más bien al que puede llevar a perder el alma y el cuerpo en el fuego del infierno.

Lo que yo digo en la oscuridad, díganlo ustedes a la luz, y lo que oyen al oído, proclámenlo desde las azoteas.

Ustedes, amigos míos, son mi esperanza».

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Madre mía: duele mucho meditar en la parábola del trigo y la cizaña, porque nos habla de venganza y rencor, de malos sentimientos, de personas que buscan el mal por el mal, por hacer daño. Su única satisfacción es gozarse del daño ajeno. Es algo diabólico.

Y duele más darnos cuenta de que eso puede suceder también en almas entregadas a Dios, cuya vocación les pide buscar el bien por el bien, para gloria de Dios y la salvación de las almas.

Te pido, Madre, tu ayuda, para que yo nunca sea cizaña dentro del buen trigo, y para que mi ministerio sacerdotal sirva también, eficazmente, para cuidar la semilla buena, mis hermanos sacerdotes, y demos todos fruto abundante.

Madre de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote: déjame entrar a tu corazón, y modela mi alma conforme a tu Hijo Jesucristo.

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 «Hijos míos, sacerdotes: ustedes han sido enviados como ovejas en medio de lobos, como semilla pura y buena, que ha nacido y crecido en medio de la cizaña, porque al mundo ha sido arrojado el enemigo de Dios. Y yo piso la cabeza de la serpiente, pero ya ha derramado su veneno.

La mala semilla ha dado fruto malo. El mal existe, y el peligro que acecha a todos no es reconocido por algunos que son incrédulos y no creen que Dios, que es el bien, se manifieste y se haga tangible en medio de ellos. Pero tampoco creen que el diablo, que es el mal, existe en medio del mundo, y está al acecho tan cerca de ellos, y ronda como león rugiente buscando a quién devorar.

La cizaña es fuerte y crece haciendo sombra a la buena semilla y a la espiga, para evitar que crezca, que dé fruto, y que ese fruto permanezca. Por eso es necesario fortalecerse con la oración, y permanecer cubiertos bajo la protección de mi manto, que los cubre con la preciosa sangre del fruto bendito de mi vientre, que los hace resistentes ante las tentaciones y las acechanzas del enemigo, y los libra de todo mal. 

No basta, hijos míos, con ser espiga buena por haber nacido de buena semilla. Es necesario ser protegidos y purificados por la gracia de Dios, a través de los sacramentos, y permanecer protegidos por la oración de intercesión, rezando unos por otros.

Especialmente las almas entregadas a Dios, las que procuran vivir en santidad, esas son las que necesitan más protección, porque son las más codiciadas por el enemigo, pues llevan con ellos a muchas almas al cielo. 

El campo ha sido sembrado por la mano del Señor.

La semilla tiene vida y la tierra es fecunda.

El enemigo crece como cizaña junto a la buena semilla.

El fin del mundo será alegría para los que son buena semilla y que, con constancia, perseveran y dan fruto, porque ellos brillarán en el Reino de Dios.

Y será el llanto y el rechinar de dientes para los que son como la cizaña, que siembra el enemigo para inducir a otros al pecado, y que será echada por los ángeles al fuego a la hora de la siega.

El que tenga oídos, oiga.

Hijitos: permanezcan junto a mí, porque la semilla sembrada en mi tierra no será alcanzada por la cizaña.

Y compadézcanse de mí, y compartan mi dolor.

Sufro porque algunos han decidido dejar de ser hijos y ahora son como la cizaña.

Sufro porque la cizaña será arrojada al fuego eterno, y nunca verán a Dios.

Sufro porque un día fueron llamados para dar gloria a Dios por medio de su ministerio santo; sacerdotes elegidos, sacerdotes llamados para ser amados como hijos, como hermanos, como amigos.

Semilla que nunca creció, porque el diablo se la robó.

Ayúdenme a recuperar la semilla sembrada en la tierra fértil que Jesús preparó para ellos.

No permitan que se pierda.

No permitan que se seque.

No permitan que se la lleve el viento.

No permitan que sea robada.

Es la oración abono para la tierra, y es el agua que brota del Corazón de mi Hijo vida nueva para la semilla.

Es la Sangre que brota del Corazón de mi Hijo bebida de salvación.

Es la Carne expuesta de mi Hijo alimento para la vida eterna.

Es la voluntad que abre la semilla plantada para permanecer en la tierra buena y crecer y florecer y dar fruto.

Acompáñenme, hijos. Vamos a cuidar las semillas, para que sean semillas y sean sembradores de semillas en tierra fértil».

¡Muéstrate Madre, María!