22/09/2024

Mt 19, 3-12

62. LA ENTREGA DEL CORAZÓN – CASTIDAD SACERDOTAL

EVANGELIO DEL VIERNES DE LA SEMANA XIX DEL TIEMPO ORDINARIO

Por la dureza de su corazón, Moisés les permitió divorciarse de sus esposas; pero al principio no fue así.

+ Del santo Evangelio según san Mateo: 19, 3-12

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos fariseos y, para ponerle una trampa, le preguntaron: “¿Le está permitido al hombre divorciarse de su esposa por cualquier motivo?”.

Jesús les respondió: “¿No han leído que el Creador, desde un principio los hizo hombre y mujer, y dijo: ‘Por eso el hombre dejará a su padre y a su madre, para unirse a su mujer, y serán los dos una sola carne’? De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Así pues, lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre”.

Pero ellos replicaron: “Entonces ¿por qué ordenó Moisés que el esposo le diera a la mujer un acta de separación, cuando se divorcia de ella?”. Jesús les contestó: “Por la dureza de su corazón, Moisés les permitió divorciarse de sus esposas; pero al principio no fue así. Y yo les declaro que quienquiera que se divorcie de su esposa, salvo el caso de que vivan en unión ilegítima, y se case con otra, comete adulterio; y el que se case con la divorciada, también comete adulterio”.

Entonces le dijeron sus discípulos: “Si ésa es la situación del hombre con respecto a su mujer, no conviene casarse”. Pero Jesús les dijo: “No todos comprenden esta enseñanza, sino solo aquellos a quienes se les ha concedido. Pues hay hombres que, desde su nacimiento, son incapaces para el matrimonio; otros han sido mutilados por los hombres, y hay otros que han renunciado al matrimonio por el Reino de los cielos. Que lo comprenda aquel que pueda comprenderlo”.

Palabra del Señor.

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REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: la entrega total del corazón que exige la vocación del sacerdote es algo muy especial. Tú mismo dices “que lo comprenda aquel que pueda comprenderlo”.

Las enseñanzas sobre fidelidad matrimonial para toda la vida nos sirven a los sacerdotes si las aplicamos a nuestro deber con relación a tu santa Iglesia, nuestra esposa. Hemos de ser muy fieles, lo cual implica un esmero en el cumplimiento de todos nuestros deberes.

También nos sirven las enseñanzas de la Iglesia sobre la familia, porque no solamente somos esposos, sino también padres e hijos, con los deberes correspondientes.

Señor, la fidelidad exige esfuerzo, lucha, mucha prudencia, vencer las dificultades, las tentaciones y, sobre todo, mucha oración y frecuencia de sacramentos. Y un amor muy grande a la Santísima Virgen, sintiendo su presencia, aprendiendo de ella y pidiéndole su ayuda.

¿Cómo quieres que sea la fidelidad de un sacerdote?

Permítenos a nosotros, sacerdotes, entrar en tu Corazón, y concédenos la gracia de escucharte.

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«Sacerdote mío: yo te voy a enseñar lo que es la fidelidad.

Así le hablo de amor a mi Iglesia, como un novio enamorado a una novia:

“Esposa mía: yo he hecho contigo una alianza, y te he hecho una promesa de fidelidad, porque te amo. Yo te he creado para que seas Una, Santa, Católica y Apostólica, para que seas mi esposa, mi Iglesia. Pero tú te has alejado de mí. No te das cuenta de que yo todo te lo he dado, y tú lo desparramas desvirtuando tu integridad, perturbando nuestra alcoba, quebrantando tu juramento y mi alianza.

Pero yo perdonaré tus infidelidades, porque te amo. Voy a conquistarte. Te llevaré al desierto y te hablaré de amor. Yo te he amado, me he entregado a mí mismo por ti, te he purificado con agua, te he hablado con mi Palabra para que seas santa e inmaculada. Yo haré una alianza eterna contigo para amarte por los siglos de los siglos. Te vestiré de novia, te adornaré con perlas y piedras preciosas, y te desposaré para siempre en la fidelidad, para reunir a mis hijos en un solo cuerpo. Y las puertas del hades no prevalecerán contra ti, porque tú eres mi esposa y yo te cuido y te protejo, porque te amo”.

Yo los he llamado a ustedes, mis sacerdotes, y los he elegido para que sean como yo. Y ustedes han dejado a su padre y a su madre para unirse a su mujer, que es la Iglesia, para ser una sola carne, como yo. Se han desposado con la Santa Iglesia, como yo. Y han hecho una alianza, como yo, prometiendo fidelidad y obediencia para siempre.

Pero no todos han sido fieles como yo, y han quebrantado sus promesas, como ella. Ya no le hablan de amores, ni la alimentan, ni la tratan con cariño como yo, porque no han entendido que han nacido para dar su vida por ella, como yo, para desposarla, para amarla, para alimentarla, para cuidarla, para protegerla, para perdonarla, para salvarla.

Y ambicionan los placeres de los hombres sin darse cuenta de que son sacerdotes, y que han renunciado al matrimonio de los hombres por el Reino de los Cielos. Y no tomarán mujer, sino que serán como los ángeles en el Cielo, pues participan ya desde ahora en mi resurrección, para que sean perfectos, como mi Padre del Cielo es perfecto, para que sean santos, para que sean ejemplo.

Pero si alguno se divorcia de su esposa y se casa con otra comete adulterio. Y ¿cómo puede exigir fidelidad el infiel?

Yo quiero que mis sacerdotes sean fieles a su esposa, la Santa Iglesia, para que sean ejemplo para sus hijos, y puedan exigirles que ellos hagan lo mismo, porque todos están llamados a un Matrimonio Espiritual conmigo, en la Santísima Trinidad. Pero si alguno quiere seguirme, y no deja padre, madre, casa, hijos, hermanos, y hasta su propia vida, no puede ser digno de mí. Y todo el que deje padre, madre, casa, hijos o tierras por mí, recibirá cien veces más y heredará la vida eterna.

Sacerdotes, hermanos míos: ustedes han sido llamados para conocer el camino, y luego han sido enviados a buscar y a encontrar a los que no conocen el camino. El camino soy yo.

No han sido ustedes los que me han elegido, soy yo quien los ha elegido a ustedes, para concederles la gracia de ser uno conmigo, de ser sacerdote. Vocación al servicio, vocación al amor, vocación para entregarse con Cristo, amando hasta el extremo, por la salvación de las almas, para la gloria de Dios.

Sacerdote, que es ser esposo, padre, hermano, hijo, amigo. Esposo de la Santa Iglesia. Padre de los miembros de la Iglesia. Hermano y amigo mío.

Esposo que cuida, protege y defiende a la esposa, que la ama hasta dar su vida por ella.

Padre proveedor de los hijos, que educa y conduce al hijo por el camino correcto, para que nunca se pierda.

Padre que alimenta, que sustenta, que hace crecer.

Padre bueno que compadece, que corrige, pero que perdona.

Padre que sufre con el hijo, que se alegra con el hijo, que lo acompaña, y que, cuando se va, lo llama y lo espera con los brazos abiertos hasta que decida regresar.

Padre que da vida y que une con los sacramentos, para que lo que una Dios no lo separe el hombre.

Padre que bendice en el nombre de Dios.

Padre que reza y que se ofrece a Dios por el bienestar de los hijos, por amor.

Padre que hace sacrificios y es generoso, para darle al hijo todo, olvidándose de sí mismo.

Hermano, para ser hijo del Padre, para amar al Padre por sobre todas las cosas, para obedecer, para seguir, para aprender, para pedir, para recibir, para compartir.

Amigo, para dar la vida por mí, amando al prójimo como a ti mismo. Para ser como yo, porque se te ha dado el poder de Dios para unir y desatar, de transformarme en tus manos, de transmitir mi Palabra, de llevar mi misericordia, de perdonar los pecados, de expulsar los demonios, de sanar.

Tienes sacerdote la responsabilidad de salvar almas para el Reino de los Cielos. Tu modelo soy yo, en unión con Dios Padre, por el amor del Espíritu Santo. Unidad trinitaria, en la cual te hago partícipe conmigo en un solo cuerpo y en un mismo espíritu.

La batalla del Cielo y del infierno es en esta tierra, es en tu tiempo, es ahora. Las armas te han sido dadas. Has sido entrenado para vencer, para salvar. Yo soy Cristo, Rey de los ejércitos. No tengas miedo, porque yo he vencido al mundo, y estoy contigo todos los días de tu vida.

Protege, sacerdote, tu vocación. Protege, sacerdote, a la familia. Conduce por mi camino a los que se han desviado, y restablece el orden como en el primer día. Regresa al amor primero, como era desde el principio, como debe ser ahora y siempre.

Es la familia la que acoge al hijo. Es la madre la que cuida. Es el padre el que provee. Pero juntos son una sola cosa.

Es el modelo la Sagrada Familia. Es mi Madre modelo para todas las madres. Ellas deben acompañarla y entregarse a mí, en unión a la Santísima Trinidad, por medio de su oración, del servicio, y el amor a su familia, en donde acogen a sus hijos, para ser guiados en el camino de la verdad, de la virtud y del amor».

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Madre mía, Virgen purísima: es patente la dureza de corazón y la debilidad del hombre para mantenerse fiel en el matrimonio, aunque sabemos que la gracia del sacramento es suficiente para vencer cualquier batalla, si hay correspondencia a esa gracia.

Y eso lo aplico también al sacramento del Orden sacerdotal. Tus hijos predilectos tenemos la gracia sacramental necesaria para vencer cualquier tentación, si luchamos.

Pero la entrega del corazón es por amor. La fidelidad y la castidad son virtudes muy hermosas, manifestaciones del amor. El matrimonio y el celibato son vocaciones al amor, y esa entrega nos hace felices.

Y cuando hay correspondencia a la gracia, el fruto es abundante.

Madre de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote: déjame entrar a tu corazón, y modela mi alma conforme a tu Hijo Jesucristo.

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«Hijos míos, sacerdotes: yo soy Madre de la Iglesia. Quiero reunir en torno a mí a todas las naciones que han sido invitadas al banquete celestial de las bodas del Cordero, para que el Espíritu Santo se derrame en sus corazones y les dé la gracia de la fidelidad, para permanecer fieles a sus compromisos.

Permanezcan unidos en una sola alma y un solo corazón, entregando su vida a mi servicio, renovando la fidelidad a sus promesas, y el amor a su esposa, la Santa Iglesia, para que sean ejemplo y unión. A ustedes se les ha dado el poder de pisar serpientes y escorpiones, y triunfar sobre el enemigo, para que lo que Dios unió no lo separe el hombre.

Pero no se alegren por esto hijos, sino porque sus nombres están escritos en el Cielo.

Es la familia la gran obra de Dios. Es en la familia en donde el amor de Dios se manifiesta en vida, en unión. Es la familia producto de la unión y de la vida. Unión que Dios bendice, vida que Dios engendra para hacer nacer, para hacer crecer, para alimentar, para educar, para amar, para entregarse, para darse, para unirse con Él, mediante la vocación para la cual fue creado.

Solo hay un camino, hijos míos. El camino es Cristo. Solo hay dos maneras de caminar este camino: vocación al matrimonio y vocación al celibato. Unión entre el hombre y la mujer, para ser una sola cosa, y así glorificar a Dios formando una familia, en unidad con Él. Unión entre el hombre o la mujer y Dios, en una entrega por sobre todas las cosas.

Es así como todo fue creado en el principio para la gloria de Dios. Son los necios que desvían el camino y se apartan de la verdad. Es en el seno de una familia en donde Dios quiso nacer, y crecer, y aprender. Es en donde descubrió su vocación y su naturaleza. Es en donde el amor se manifestó en generosidad y entrega. Es en donde se amó primero a Dios por sobre todas las cosas.

Es en la familia en donde el amor de Dios se expresa constantemente en el dar y en el recibir, para volver a dar, sin esperar. Solo se da porque se ama y se recibe porque se ama.

Es en la familia en donde se aprende a vivir en la virtud, practicando actos de amor y de generosidad, renunciando a uno mismo para servir a los demás.

Y si el padre se va, y si la madre se va, ¿en dónde queda el hijo?

Es el hijo una responsabilidad adquirida desde la concepción.

Es el hijo el fruto de la unión. Es carne de la carne y sangre de la sangre de esa unión.

Son los padres responsables de hacer madurar ese fruto para entregarlo a su único dueño, que es Dios.

Que regresen las madres a ser madres, los padres a ser padres, los hijos a ser hijos de Dios, como era en el principio.

Es tiempo, hijos, de que tantos que se han desviado regresen al camino.

Es tiempo de misericordia, de auxilio, del llamado amoroso del Padre a los hijos para que vuelvan a casa.

Escuchen y atiendan el llamado. Es tiempo».

¡Muéstrate Madre, María!