17. LA VOLUNTAD DEL PADRE - EL PODER DE LA VOLUNTAD
MARTES DE LA SEMANA III DE ADVIENTO
Vino Juan y los pecadores sí le creyeron.
+ Del santo Evangelio según san Mateo: 21, 28-32
En aquel tiempo, Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: “¿Qué opinan de esto? Un hombre que tenía dos hijos fue a ver al primero y le ordenó: ‘Hijo, ve a trabajar hoy en la viña’. Él le contestó: ‘Ya voy, señor’, pero no fue. El padre se dirigió al segundo y le dijo lo mismo. Éste le respondió: ‘No quiero ir’, pero se arrepintió y fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre?”. Ellos le respondieron: “El segundo”.
Entonces Jesús les dijo: “Yo les aseguro que los publicanos y las prostitutas se les han adelantado en el camino del Reino de Dios. Porque vino a ustedes Juan, predicó el camino de la justicia y no le creyeron; en cambio, los publicanos y las prostitutas sí le creyeron; ustedes, ni siquiera después de haber visto, se han arrepentido ni han creído en él”.
Palabra del Señor.
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REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE
Señor Jesús: el día de mi ordenación sacerdotal yo te dije: “aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”. Ese día sentí una alegría muy grande: ¡sacerdote de Jesucristo! Podía, a partir de ese momento, celebrar la Santa Misa, absolver los pecados, bendecir en tu nombre al pueblo de Dios.
Pero pasa el tiempo y parece “que se pierde el entusiasmo”. Ya no es la misma esa disposición para cumplir, siempre y en todo, tu voluntad.
¿Qué pasa, Jesús?, ¿qué pasa con mi voluntad? ¿Cuáles deben ser mis disposiciones? ¿Cómo puedo renovar mi alma sacerdotal?
Permítenos a nosotros, sacerdotes, entrar en tu Corazón, y concédenos la gracia de escucharte.
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«Sacerdotes míos: yo los he llamado, y los he escogido.
¡Vengan!, aunque no quieran, para que obedezcan a la voluntad de mi Padre.
No son los deseos lo que cuenta, sino las obras.
Pero la voluntad está en el querer y en el obrar.
¡Prediquen!
Pero no prediquen el Evangelio por gusto, sino porque es su obligación.
Glorifiquen al Señor cumpliendo sus mandamientos, aunque no quieran.
Alaben al Señor con obras de misericordia, aunque no quieran, porque por sus obras serán juzgados.
La voluntad es del hombre, pero el querer es de Dios.
Pidan querer, pidan disposición para unir su voluntad a la mía, para configurarse conmigo en cuerpo y en alma, para que sea yo quien viva en ustedes, para que sean Cristo, para que vivan la celebración conmigo, para que sean conmigo Eucaristía.
Y en esa configuración permanezcan, perseverando en la virtud en todos sus deberes y en todos sus quehaceres, porque el sacerdote que se ordena en el altar es sacerdote para siempre, aunque no quiera.
Vivan en la verdad, crean en la verdad, prediquen en la verdad, consagren en la verdad, caminen en la verdad, abandónense en la verdad, profesando la fe de la Iglesia, porque yo soy la verdad.
La verdad es don, la verdad es gratuidad, la verdad es comunión, la verdad es presencia viva, la verdad es alimento, la verdad es sacrificio, la verdad es Eucaristía, y la Eucaristía es Cristo.
Yo soy Cristo, el Buen Pastor.
Yo soy el pan vivo bajado del cielo.
Yo soy el camino, la verdad y la vida.
Yo soy el que soy, el que era y el que vendrá.
Yo soy el Señor, el que los une al Padre por la configuración que obra el Espíritu Santo.
No sean de los que dicen “voy” y luego no vienen.
Quieran venir y vengan, aunque no quieran.
Ese es el llamado al que han acudido.
Yo los llamo constantemente para que regresen y cumplan la voluntad del Padre, para que vivan en mí y permanezcan en mí, como yo permanezco en ustedes.
Cumplan los mandamientos de mi Padre, como yo los he cumplido, para que permanezcan en mi amor, como yo permanezco en el amor de mi Padre, y ámense los unos a los otros, como yo los he amado».
+++
Madre mía, esclava del Señor: el segundo hijo mencionado en la parábola se arrepintió y terminó haciendo lo que le pedía su padre. Ese es el camino de toda conversión: reconocer que no está bien desobedecer al Padre, pedir perdón, y rectificar.
Siempre hay un remordimiento cuando alguien actúa en contra de su conciencia. Y eso sucede cuando uno se da cuenta cuál es la voluntad de Dios, pero se deja vencer por la tentación y toma una decisión equivocada. Pero siempre es tiempo de rectificar.
Tú siempre quieres, Madre, lo mejor para mí, y lo mejor es estar en paz con Dios. Y me diste ejemplo con esa fidelidad constante para cumplir la voluntad divina en todo lo que te pedía.
Jesús se anonadó tomando la forma de siervo: ¡ayúdame a mí a ser esclavo!
Madre de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote: déjame entrar a tu corazón, y modela mi alma conforme a tu Hijo Jesucristo.
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«Hijo mío, sacerdote: Dios ha hecho su voluntad en mí, desde mi concepción inmaculada, haciendo de mí un modelo de hija, de mujer, de madre, de fe, para vivir en el mundo, siendo ejemplo de lo que quiere Él, de lo que espera Él, de lo que enseña Él, para que tú hagas lo mismo.
Cristo es el modelo de vida, para alcanzar la vida dando ejemplo con su vida, mostrando el camino haciéndose camino, para llegar a Dios a través del servicio. Porque Él no ha venido a ser servido sino a servir.
Y yo he nacido y crecido en el mundo para servir con mi vida al que ha venido a servir.
Imítame en la virtud, en el silencio, en la vida de servicio y en mi entrega a Cristo al pie de su cruz, sosteniendo, contemplando, orando, adorando, amando, sirviendo.
Aprende a vivir como yo, tratando a Cristo como lo trato yo, con humildad, con familiaridad, con caridad, con entrega de vida en el servicio, sirviendo a la Iglesia a través del servicio a cada uno de sus miembros.
Yo soy la última, porque yo he nacido para servir al primero, que ha querido hacerse último, el principio y el fin, el alfa y la omega.
Y tú estás al servicio de los que mi Hijo, que es el Hijo de Dios hecho hombre, ha venido a servir.
Yo pido para ti, lo que yo he pedido para mi Hijo desde el principio.
Que crezca en estatura y en sabiduría.
Que sea humilde, obediente, paciente, prudente, piadoso, perseverante, justo y misericordioso.
Que enseñe esa sabiduría, para que sea maestro, ejemplo y camino.
Que permanezca en la virtud y en la fe, para que resista a la tentación.
Que sea fiel a su naturaleza humana y divina, sirviendo a los hombres para servir a Dios.
Que su entrega sea completa a la voluntad de Dios, para que cumpla con perfección la misión encomendada para la salvación de los hombres y la gloria de Dios.
Que sea ejemplo, para que otros lo sigan y hagan lo mismo.
Que los que sean llamados a beber de su cáliz lo beban con la alegría de servirlo, a través del servicio a los que Él mismo ha venido a servir, para que el que quiera ser grande se haga servidor de todos y el que quiera ser primero se haga esclavo, como yo, y se haga en ellos según su palabra, para que sepan dar la vida como Él, que vino al mundo, no a ser servido sino a servir, y a dar su vida en rescate por muchos.
Yo soy la esclava del Señor y lo sirvo. Yo dije sí, y el Señor hizo en mí según su Palabra: me hizo Madre. Como una madre sirve a un hijo pequeño, así sirvo a mi Señor. Lo cuido, lo alimento, le doy de beber, lo visto, lo acompaño, lo enseño, oro por Él, lo abrazo, mientras Él crece en sabiduría, en estatura y en gracia, y Él aprende de mí a servir, para hacerse ejemplo y servir al mundo entero, porque Él no ha venido al mundo a ser servido sino a servir, y a dar la vida como rescate por muchos.
Yo soy la última, la servidora de todos. Y Dios me ha hecho primera en el Reino de los Cielos: Madre de Dios, para servirlo como Madre de la Iglesia, para cuidarla, alimentarla, darle de beber, vestirla, sanarla, acogerla, visitarla, enterrar a sus muertos, enseñarla, darle consejo, corregirla, perdonarla, consolarla, sufrir con paciencia sus errores, rezar por los vivos y por los muertos.
Yo medito todo esto en mi corazón y todo lo hago por amor de Dios. Mi Hijo ha aprendido bien, y ha sido obediente hasta la muerte.
Y todo lo ha enseñado a sus siervos, y los ha hecho discípulos, y ya no los ha llamado siervos, los ha llamado amigos, porque todo lo que ha oído de su Padre se los ha dado a conocer.
Y les ha dado un mandamiento: que se amen los unos a los otros, que se amen los discípulos y el mundo, para que sean sus amigos si hacen lo que Él les dice. Pero, si el mundo los odia, sepan que a Él lo ha odiado primero, y no está el discípulo por encima de su maestro. Pero el discípulo debe aspirar a ser como su maestro y alcanzar la perfección en Cristo, según su llamado, según su vocación, porque a todos les han sido dado dones y hay diferentes carismas, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; hay diversidad de formas de actuar, pero un mismo Señor que obra todo en todos.
Y el Espíritu se manifiesta en cada uno para provecho común.
Y a algunos se les ha dado palabra de sabiduría, a otros palabra de ciencia, a otros fe, a otros don para sanar, a otros poder para obrar milagros, a otros don de profecía, pero todo es obrado por el mismo Espíritu para el bien común, para servir a un solo cuerpo: el cuerpo de Cristo resucitado y vivo, del cual todos forman parte.
Y han sido llamados y elegidos para ser últimos, para ser obedientes como siervos, y perfectos como discípulos, haciendo cada uno lo que tiene que hacer según el ministerio que les ha sido encomendado, para que haciendo lo que Él les diga, no los llame siervos sino amigos, y ayudarlos a permanecer y perseverar en la fidelidad y en la amistad con Cristo, corrigiéndolos, enseñándolos, aconsejándolos, para que se comporten de manera adecuada, para que sean ejemplo, para que enseñen una sana doctrina, cimentada en la fe, en la esperanza y en el amor.
El ejemplo del comportamiento de un discípulo de Cristo lo ha puesto Él mismo. El ejemplo es el servicio. Servirse unos a otros, amarse los unos a los otros, dar la vida por los amigos, eso es el ejemplo que Él les ha dado, para que sus amigos hagan lo mismo, porque no es más el siervo que su amo».
¡Muéstrate Madre, María!
19. LA VOLUNTAD DEL PADRE - EL PODER DE LA VOLUNTAD
EVANGELIO DEL DOMINGO XXVI DEL TIEMPO ORDINARIO (A)
Vino Juan y los pecadores sí le creyeron.
+ Del santo Evangelio según san Mateo: 21, 28-32
En aquel tiempo, Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: “¿Qué opinan de esto? Un hombre que tenía dos hijos fue a ver al primero y le ordenó: ‘Hijo, ve a trabajar hoy en la viña’. Él le contestó: ‘Ya voy, señor’, pero no fue. El padre se dirigió al segundo y le dijo lo mismo. Éste le respondió: ‘No quiero ir’, pero se arrepintió y fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre?”. Ellos le respondieron: “El segundo”.
Entonces Jesús les dijo: “Yo les aseguro que los publicanos y las prostitutas se les han adelantado en el camino del Reino de Dios. Porque vino a ustedes Juan, predicó el camino de la justicia y no le creyeron; en cambio, los publicanos y las prostitutas sí le creyeron; ustedes, ni siquiera después de haber visto, se han arrepentido ni han creído en él”.
Palabra del Señor.
+++
REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE
Señor Jesús: el día de mi ordenación sacerdotal yo te dije: “aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”. Ese día sentí una alegría muy grande: ¡sacerdote de Jesucristo! Podía, a partir de ese momento, celebrar la Santa Misa, absolver los pecados, bendecir en tu nombre al pueblo de Dios.
Pero pasa el tiempo y parece “que se pierde el entusiasmo”. Ya no es la misma esa disposición para cumplir, siempre y en todo, tu voluntad.
¿Qué pasa, Jesús?, ¿qué pasa con mi voluntad? ¿Cuáles deben ser mis disposiciones? ¿Cómo puedo renovar mi alma sacerdotal?
Permítenos a nosotros, sacerdotes, entrar en tu Corazón, y concédenos la gracia de escucharte.
+++
«Sacerdotes míos: yo los he llamado, y los he escogido.
¡Vengan!, aunque no quieran, para que obedezcan a la voluntad de mi Padre.
No son los deseos lo que cuenta, sino las obras.
Pero la voluntad está en el querer y en el obrar.
¡Prediquen!
Pero no prediquen el Evangelio por gusto, sino porque es su obligación.
Glorifiquen al Señor cumpliendo sus mandamientos, aunque no quieran.
Alaben al Señor con obras de misericordia, aunque no quieran, porque por sus obras serán juzgados.
La voluntad es del hombre, pero el querer es de Dios.
Pidan querer, pidan disposición para unir su voluntad a la mía, para configurarse conmigo en cuerpo y en alma, para que sea yo quien viva en ustedes, para que sean Cristo, para que vivan la celebración conmigo, para que sean conmigo Eucaristía.
Y en esa configuración permanezcan, perseverando en la virtud en todos sus deberes y en todos sus quehaceres, porque el sacerdote que se ordena en el altar es sacerdote para siempre, aunque no quiera.
Vivan en la verdad, crean en la verdad, prediquen en la verdad, consagren en la verdad, caminen en la verdad, abandónense en la verdad, profesando la fe de la Iglesia, porque yo soy la verdad.
La verdad es don, la verdad es gratuidad, la verdad es comunión, la verdad es presencia viva, la verdad es alimento, la verdad es sacrificio, la verdad es Eucaristía, y la Eucaristía es Cristo.
Yo soy Cristo, el Buen Pastor.
Yo soy el pan vivo bajado del cielo.
Yo soy el camino, la verdad y la vida.
Yo soy el que soy, el que era y el que vendrá.
Yo soy el Señor, el que los une al Padre por la configuración que obra el Espíritu Santo.
No sean de los que dicen “voy” y luego no vienen.
Quieran venir y vengan, aunque no quieran.
Ese es el llamado al que han acudido.
Yo los llamo constantemente para que regresen y cumplan la voluntad del Padre, para que vivan en mí y permanezcan en mí, como yo permanezco en ustedes.
Cumplan los mandamientos de mi Padre, como yo los he cumplido, para que permanezcan en mi amor, como yo permanezco en el amor de mi Padre, y ámense los unos a los otros, como yo los he amado».
+++
Madre mía, esclava del Señor: el segundo hijo mencionado en la parábola se arrepintió y terminó haciendo lo que le pedía su padre. Ese es el camino de toda conversión: reconocer que no está bien desobedecer al Padre, pedir perdón, y rectificar.
Siempre hay un remordimiento cuando alguien actúa en contra de su conciencia. Y eso sucede cuando uno se da cuenta cuál es la voluntad de Dios, pero se deja vencer por la tentación y toma una decisión equivocada. Pero siempre es tiempo de rectificar.
Tú siempre quieres, Madre, lo mejor para mí, y lo mejor es estar en paz con Dios. Y me diste ejemplo con esa fidelidad constante para cumplir la voluntad divina en todo lo que te pedía.
Jesús se anonadó tomando la forma de siervo: ¡ayúdame a mí a ser esclavo!
Madre de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote: déjame entrar a tu corazón, y modela mi alma conforme a tu Hijo Jesucristo.
+++
«Hijo mío, sacerdote: Dios ha hecho su voluntad en mí, desde mi concepción inmaculada, haciendo de mí un modelo de hija, de mujer, de madre, de fe, para vivir en el mundo, siendo ejemplo de lo que quiere Él, de lo que espera Él, de lo que enseña Él, para que tú hagas lo mismo.
Cristo es el modelo de vida, para alcanzar la vida dando ejemplo con su vida, mostrando el camino haciéndose camino, para llegar a Dios a través del servicio. Porque Él no ha venido a ser servido sino a servir.
Y yo he nacido y crecido en el mundo para servir con mi vida al que ha venido a servir.
Imítame en la virtud, en el silencio, en la vida de servicio y en mi entrega a Cristo al pie de su cruz, sosteniendo, contemplando, orando, adorando, amando, sirviendo.
Aprende a vivir como yo, tratando a Cristo como lo trato yo, con humildad, con familiaridad, con caridad, con entrega de vida en el servicio, sirviendo a la Iglesia a través del servicio a cada uno de sus miembros.
Yo soy la última, porque yo he nacido para servir al primero, que ha querido hacerse último, el principio y el fin, el alfa y la omega.
Y tú estás al servicio de los que mi Hijo, que es el Hijo de Dios hecho hombre, ha venido a servir.
Yo pido para ti, lo que yo he pedido para mi Hijo desde el principio.
Que crezca en estatura y en sabiduría.
Que sea humilde, obediente, paciente, prudente, piadoso, perseverante, justo y misericordioso.
Que enseñe esa sabiduría, para que sea maestro, ejemplo y camino.
Que permanezca en la virtud y en la fe, para que resista a la tentación.
Que sea fiel a su naturaleza humana y divina, sirviendo a los hombres para servir a Dios.
Que su entrega sea completa a la voluntad de Dios, para que cumpla con perfección la misión encomendada para la salvación de los hombres y la gloria de Dios.
Que sea ejemplo, para que otros lo sigan y hagan lo mismo.
Que los que sean llamados a beber de su cáliz lo beban con la alegría de servirlo, a través del servicio a los que Él mismo ha venido a servir, para que el que quiera ser grande se haga servidor de todos y el que quiera ser primero se haga esclavo, como yo, y se haga en ellos según su palabra, para que sepan dar la vida como Él, que vino al mundo, no a ser servido sino a servir, y a dar su vida en rescate por muchos.
Yo soy la esclava del Señor y lo sirvo. Yo dije sí, y el Señor hizo en mí según su Palabra: me hizo Madre. Como una madre sirve a un hijo pequeño, así sirvo a mi Señor. Lo cuido, lo alimento, le doy de beber, lo visto, lo acompaño, lo enseño, oro por Él, lo abrazo, mientras Él crece en sabiduría, en estatura y en gracia, y Él aprende de mí a servir, para hacerse ejemplo y servir al mundo entero, porque Él no ha venido al mundo a ser servido sino a servir, y a dar la vida como rescate por muchos.
Yo soy la última, la servidora de todos. Y Dios me ha hecho primera en el Reino de los Cielos: Madre de Dios, para servirlo como Madre de la Iglesia, para cuidarla, alimentarla, darle de beber, vestirla, sanarla, acogerla, visitarla, enterrar a sus muertos, enseñarla, darle consejo, corregirla, perdonarla, consolarla, sufrir con paciencia sus errores, rezar por los vivos y por los muertos.
Yo medito todo esto en mi corazón y todo lo hago por amor de Dios. Mi Hijo ha aprendido bien, y ha sido obediente hasta la muerte.
Y todo lo ha enseñado a sus siervos, y los ha hecho discípulos, y ya no los ha llamado siervos, los ha llamado amigos, porque todo lo que ha oído de su Padre se los ha dado a conocer.
Y les ha dado un mandamiento: que se amen los unos a los otros, que se amen los discípulos y el mundo, para que sean sus amigos si hacen lo que Él les dice. Pero, si el mundo los odia, sepan que a Él lo ha odiado primero, y no está el discípulo por encima de su maestro. Pero el discípulo debe aspirar a ser como su maestro y alcanzar la perfección en Cristo, según su llamado, según su vocación, porque a todos les han sido dado dones y hay diferentes carismas, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; hay diversidad de formas de actuar, pero un mismo Señor que obra todo en todos.
Y el Espíritu se manifiesta en cada uno para provecho común.
Y a algunos se les ha dado palabra de sabiduría, a otros palabra de ciencia, a otros fe, a otros don para sanar, a otros poder para obrar milagros, a otros don de profecía, pero todo es obrado por el mismo Espíritu para el bien común, para servir a un solo cuerpo: el cuerpo de Cristo resucitado y vivo, del cual todos forman parte.
Y han sido llamados y elegidos para ser últimos, para ser obedientes como siervos, y perfectos como discípulos, haciendo cada uno lo que tiene que hacer según el ministerio que les ha sido encomendado, para que haciendo lo que Él les diga, no los llame siervos sino amigos, y ayudarlos a permanecer y perseverar en la fidelidad y en la amistad con Cristo, corrigiéndolos, enseñándolos, aconsejándolos, para que se comporten de manera adecuada, para que sean ejemplo, para que enseñen una sana doctrina, cimentada en la fe, en la esperanza y en el amor.
El ejemplo del comportamiento de un discípulo de Cristo lo ha puesto Él mismo. El ejemplo es el servicio. Servirse unos a otros, amarse los unos a los otros, dar la vida por los amigos, eso es el ejemplo que Él les ha dado, para que sus amigos hagan lo mismo, porque no es más el siervo que su amo».
¡Muéstrate Madre, María!