22/09/2024

Mt 22, 34-40

71. AMOR TRINITARIO – AMAR LA IMPERFECCIÓN

EVANGELIO DEL VIERNES DE LA SEMANA XX DEL TIEMPO ORDINARIO

Amarás al Señor, tu Dios, y a tu prójimo como a ti mismo.

+ Del santo Evangelio según san Mateo: 22, 34-40

En aquel tiempo, habiéndose enterado los fariseos de que Jesús había dejado callados a los saduceos, se acercaron a él. Uno de ellos, que era doctor de la ley, le preguntó para ponerlo a prueba: “Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la ley?”.

Jesús le respondió: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el más grande y el primero de los mandamientos. Y el segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. En estos dos mandamientos se fundan toda la ley y los profetas”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: el pueblo elegido tenía muy claro que debía amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente, con todas las fuerzas, evitando así contaminarse con el culto a dioses extranjeros.

Tú insististe en añadir, como algo importante, el amor al prójimo, como a uno mismo.

Podemos amar a Dios y al prójimo cumpliendo los mandamientos, pero el amor no es una formalidad, de cumplir unas reglas y evitar las ofensas. El amor es mucho más, y nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos, como tú lo hiciste.

También nos amaste con locura quedándote en la Eucaristía.

Jesús, enséñanos a amar de verdad.

¿Qué debo hacer yo, como sacerdote, para amar de verdad?

Permítenos a nosotros, sacerdotes, entrar en tu Corazón, y concédenos la gracia de escucharte.

+++

«Pastores míos: el amor es trinitario. Dios se ama a sí mismo, a través del Hijo, en el Espíritu.

Dios es amor. Dios ama.

El amor es don, gratuidad infinita de Dios, que se dona a los hombres en misericordia a través del Hijo, para incluir a los hombres, por el Hijo, en el amor trinitario de Dios.

Dios Padre es el Pastor de todos los pueblos, que reúne a todos los pueblos que se han dispersado, en un solo rebaño, en un solo pueblo santo, a través del Hijo.

Yo soy el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo, a través de quien el amor del Padre se manifiesta en su propia donación a su propia creación, en el Espíritu, a través del Hijo, para reunir todo lo que estaba disperso, para limpiar todo lo que estaba manchado, para purificar todo lo que estaba sucio, para hacer al hombre digno del amor trinitario a través de la filiación divina, donándose Él primero, manifestando su amor, a través de su misericordia, perdonando, haciendo nuevas todas las cosas.

El hombre ha sido creado a imagen y semejanza de Dios. Entonces el hombre ha sido creado para amar y para ser amado.

El amor es trinitario. El hombre ha sido creado por Dios para ser partícipe de esa Trinidad a través del Hijo, en un solo cuerpo y en un mismo Espíritu.

Es Dios el don que se entrega constantemente al hombre a través del perdón, por el que manifiesta su amor en unión trinitaria para hacerlos suyos, amándose Él mismo en esta entrega, con todo su corazón, con todo su ser, con todas sus fuerzas.

Dios, que es todopoderoso y eterno, ama a cada creatura a través de sus creaturas.

Amor trinitario de Dios al hombre a través de los hombres.

Amor del hombre a Dios a través de los hombres, amando a los hombres con el amor de Dios.

Pero la debilidad del hombre también lo hace débil para amar. Así como necesita mi gracia y mi fortaleza para resistir a la tentación, para no cometer actos de desamor por el pecado, así también el hombre necesita mi gracia y mi fortaleza para amar a Dios con todo su corazón, con toda su alma, con toda su mente, manifestando este amor a través de actos de amor al prójimo con obras de misericordia, amándose entre ellos con mi amor, que es trinitario.

Cristo, que es el Hijo de Dios, y que se une a Él en el Espíritu Santo, une a los hombres en un mismo cuerpo y un mismo espíritu, para unir a los hombres a la Santísima Trinidad, que es un solo Dios, y los une a través del amor extremo manifestado en la misericordia derramada en la cruz, por la que los hago partícipes, por el amor de Dios, de la vida eterna, en unidad conmigo al Padre, por el Espíritu Santo, a través de mi resurrección, que se manifiesta en cada acto de amor de cada sacerdote unido a mi sacrificio en la Eucaristía.

Es el Hijo quien revela al Padre. Nadie conoce al Hijo sino el Padre y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.

Amigos míos: un siervo fiel escucha y cumple la ley, que es amar a Dios por sobre todas las cosas y amar al prójimo como a uno mismo.

Escuchar solo puede hacerse teniendo amor de Dios, porque es el único amor verdadero. Y nadie puede dar lo que no tiene.

Todo viene de Dios, a través de su Palabra, porque su Palabra soy yo. Por tanto, ¿cómo puede amar el que no lo escucha, si es así como recibe el amor?

Eso es lo que le falta a los que tienen oídos, pero no oyen. Les falta amor.

¿Cómo pueden decir que aman a Dios, al que no ven, si no aman a sus hermanos, a los que sí ven?

¿Cómo pueden decir que aman al Hijo de Dios si no lo ven en sus hermanos?

¿Cómo pueden decir que adoran mi Cuerpo y mi Sangre en la Eucaristía, si desprecian mi Cuerpo y mi Sangre en sus hermanos?

Eso, amigos míos, es una mentira.

Pero tienen los ojos cerrados y los oídos sordos a la voz de Dios, que los llama para que lo escuchen, para que lo reciban, y hagan todo por amor de Dios.

¿Cómo pueden decir que cumplen la ley si faltan al primer mandamiento? Pues yo les digo que he venido a traer un nuevo mandamiento, para darle plenitud a toda la ley: el mandamiento del amor, que se amen los unos a los otros como yo los he amado.

¿Cumplen ustedes ese mandamiento?

Amar a Dios por sobre todas las cosas es amarlo también a través del amor que manifiestan a sus hermanos.

A los que los aman y a los que no los aman.

A los que obran el bien y a los que obran el mal.

A los que los respetan y a los que los ofenden.

A los que les ayudan y a los que pasan mostrando su indiferencia y su egoísmo.

A los ególatras y a los idólatras.

A los que creen en mí y a los que me desprecian.

A los ricos y a los pobres.

A los cultos y a los incultos.

A los sabios, a los teólogos, a los doctores, y a los pequeños e ignorantes.

A los que me acompañan al pie de mi cruz y a los que me crucifican.

A los que me adoran y a los que profanan mi Cuerpo y mi Sangre.

A los justos y a los injustos.

A los soberbios y a los humildes.

Porque todos, absolutamente todos, son pecadores. Yo he venido a buscarlos para salvarlos, y yo sigo buscándolos a todos cada día, también a los que no son de mi redil.

¿Saben para qué lo hago?

Para compartir con ellos la gloria de mi Padre.

¿Y saben cómo se hace eso?

Amando a Dios por sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo. Esa es la gloria de Dios. Es el amor el que lo glorifica, es el amor el que los santifica.

El amor, amigos míos, proviene del corazón. El amor verdadero es infundido por el Espíritu Santo, que enciende con su fuego el amor que proviene de Dios, en los corazones de los hombres. La capacidad de amar no es de la creatura, sino de su Creador.

Por tanto, la capacidad de ustedes para amar viene de Dios. Por eso pueden amar como amo yo.

Yo les pido que escuchen lo que les digo y pongan su fe por obra.

Dios espera con paciencia la disposición del corazón de los hombres para escuchar su voz, para recibirlo, y que se dejen amar por Él y correspondan a ese amor, poniendo por obra su Palabra. El Espíritu Santo les recuerda todas las cosas, porque, aunque escuchen mi voz, no sirve de nada si no hacen lo que yo les digo.

Lo que vence es el amor. Pues yo les digo, amor es lo que les he dado, es lo que tienen ustedes. Amen con ese amor a los que los persiguen, y pidan misericordia por ese amor, porque yo los amo a todos, y no quiero que se pierda ninguno.

Esa es la voluntad de mi Padre, eso es lo que consigue mi Madre. Acompáñenla y ayúdense de la intercesión de los santos, para que ese amor dé fruto y ese fruto permanezca.

+++

Madre mía: tu vida entera en la tierra fue una manifestación continua de amor a Dios y al prójimo: ¿cómo puedo amar con un corazón como el tuyo?

Madre de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote: déjame entrar a tu corazón, y modela mi alma conforme a tu Hijo Jesucristo.

+++

«Hijos míos, sacerdotes: el tesoro más grande de mi corazón es la Eucaristía, que es la manifestación más grande de amor de Dios a los hombres, a través de la resurrección del Hijo, que, a pesar de todo, perdona y regresa, se hace presente, se hace visible, para entregarse al hombre cada vez y para siempre, para hacerse suyo, para que lo hagan suyo, para recuperarlos.

La Eucaristía magnifica la fe, la esperanza y la caridad. Es a través del acto más puro de amor que es la donación total: encarnación, pasión, muerte y resurrección del Hijo de Dios, por la que se hace presente al hombre en Cuerpo, en Sangre, en Alma, en Divinidad, amando con todo su corazón, con todo su ser, con todas sus fuerzas, hasta el extremo.

Manifestación del amor del Hijo al Padre, cumpliendo la ley de Dios, amando a Dios por sobre todas las cosas y a los hombres con el amor de Dios.

Él vino a dar plenitud a la ley, y a pedirles que cumplan la ley dando el ejemplo.

Es la Sagrada Familia ejemplo del amor trinitario.

El padre que se entrega, por amor a la madre, a través del servicio al hijo, y por amor al hijo, a través del servicio a la madre.

La madre que se entrega, por amor al padre, a través del servicio al hijo, y por amor al hijo, a través del servicio al padre.

El hijo que se entrega, por amor, como unión, sirviendo al padre y a la madre.

Unión trinitaria de amor a Dios, a través del servicio al prójimo.

Entréguense ustedes como yo, al pie de la cruz, abandonándome a la voluntad de Dios en la aceptación de cada hijo, al servicio de cada hijo, para servir a Dios.

Participen de este amor trinitario para darle gloria a Dios, sirviendo a la Iglesia a través de la misericordia, que es la manifestación del amor trinitario de Dios, por la que el pueblo es unido en un solo cuerpo y en un mismo espíritu.

Que sea el modelo la Sagrada Familia, en donde se manifieste el amor y la misericordia de Dios, a través de la unión de ustedes y los fieles a Dios Padre, por Cristo, con Cristo, en Cristo.

Entréguense en unión trinitaria, amando al Señor su Dios con todo su corazón, con toda su alma, con todas sus fuerzas, amando como Cristo los ama, cumpliendo los mandamientos de la ley de Dios, para que sean ejemplo, permaneciendo conmigo en la fe, en la esperanza y en el amor, en oración y adoración continua a la Sagrada Eucaristía».

¡Muéstrate Madre, María!

 

55. AMOR TRINITARIO – AMAR LA IMPERFECCIÓN

EVANGELIO DEL DOMINGO XXX DEL TIEMPO ORDINARIO (A)

Amarás al Señor, tu Dios, y a tu prójimo como a ti mismo.

+ Del santo Evangelio según san Mateo: 22, 34-40

En aquel tiempo, habiéndose enterado los fariseos de que Jesús había dejado callados a los saduceos, se acercaron a él. Uno de ellos, que era doctor de la ley, le preguntó para ponerlo a prueba: “Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la ley?”.

Jesús le respondió: ‘Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Éste es el más grande y el primero de los mandamientos. Y el segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. En estos dos mandamientos se fundan toda la ley y los profetas”.

Palabra del Señor.

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REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: el pueblo elegido tenía muy claro que debía amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente, con todas las fuerzas, evitando así contaminarse con el culto a dioses extranjeros.

Tú insististe en añadir, como algo importante, el amor al prójimo, como a uno mismo.

Podemos amar a Dios y al prójimo cumpliendo los mandamientos, pero el amor no es una formalidad, de cumplir unas reglas y evitar las ofensas. El amor es mucho más, y nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos, como tú lo hiciste.

También nos amaste con locura quedándote en la Eucaristía.

Jesús, enséñanos a amar de verdad.

¿Qué debo hacer yo, como sacerdote, para amar de verdad?

Permítenos a nosotros, sacerdotes, entrar en tu Corazón, y concédenos la gracia de escucharte.

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«Pastores míos: el amor es trinitario. Dios se ama a sí mismo, a través del Hijo, en el Espíritu.

Dios es amor. Dios ama.

El amor es don, gratuidad infinita de Dios, que se dona a los hombres en misericordia a través del Hijo, para incluir a los hombres, por el Hijo, en el amor trinitario de Dios.

Dios Padre es el Pastor de todos los pueblos, que reúne a todos los pueblos que se han dispersado, en un solo rebaño, en un solo pueblo santo, a través del Hijo.

Yo soy el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo, a través de quien el amor del Padre se manifiesta en su propia donación a su propia creación, en el Espíritu, a través del Hijo, para reunir todo lo que estaba disperso, para limpiar todo lo que estaba manchado, para purificar todo lo que estaba sucio, para hacer al hombre digno del amor trinitario a través de la filiación divina, donándose Él primero, manifestando su amor, a través de su misericordia, perdonando, haciendo nuevas todas las cosas.

El hombre ha sido creado a imagen y semejanza de Dios. Entonces el hombre ha sido creado para amar y para ser amado.

El amor es trinitario. El hombre ha sido creado por Dios para ser partícipe de esa Trinidad a través del Hijo, en un solo cuerpo y en un mismo Espíritu.

Es Dios el don que se entrega constantemente al hombre a través del perdón, por el que manifiesta su amor en unión trinitaria para hacerlos suyos, amándose Él mismo en esta entrega, con todo su corazón, con todo su ser, con todas sus fuerzas.

Dios, que es todopoderoso y eterno, ama a cada creatura a través de sus creaturas.

Amor trinitario de Dios al hombre a través de los hombres.

Amor del hombre a Dios a través de los hombres, amando a los hombres con el amor de Dios.

Pero la debilidad del hombre también lo hace débil para amar. Así como necesita mi gracia y mi fortaleza para resistir a la tentación, para no cometer actos de desamor por el pecado, así también el hombre necesita mi gracia y mi fortaleza para amar a Dios con todo su corazón, con toda su alma, con toda su mente, manifestando este amor a través de actos de amor al prójimo con obras de misericordia, amándose entre ellos con mi amor, que es trinitario.

Cristo, que es el Hijo de Dios, y que se une a Él en el Espíritu Santo, une a los hombres en un mismo cuerpo y un mismo espíritu, para unir a los hombres a la Santísima Trinidad, que es un solo Dios, y los une a través del amor extremo manifestado en la misericordia derramada en la cruz, por la que los hago partícipes, por el amor de Dios, de la vida eterna, en unidad conmigo al Padre, por el Espíritu Santo, a través de mi resurrección, que se manifiesta en cada acto de amor de cada sacerdote unido a mi sacrificio en la Eucaristía.

Es el Hijo quien revela al Padre. Nadie conoce al Hijo sino el Padre y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.

Amigos míos: un siervo fiel escucha y cumple la ley, que es amar a Dios por sobre todas las cosas y amar al prójimo como a uno mismo.

Escuchar solo puede hacerse teniendo amor de Dios, porque es el único amor verdadero. Y nadie puede dar lo que no tiene.

Todo viene de Dios, a través de su Palabra, porque su Palabra soy yo. Por tanto, ¿cómo puede amar el que no lo escucha, si es así como recibe el amor?

Eso es lo que le falta a los que tienen oídos, pero no oyen. Les falta amor.

¿Cómo pueden decir que aman a Dios, al que no ven, si no aman a sus hermanos, a los que sí ven?

¿Cómo pueden decir que aman al Hijo de Dios si no lo ven en sus hermanos?

¿Cómo pueden decir que adoran mi Cuerpo y mi Sangre en la Eucaristía, si desprecian mi Cuerpo y mi Sangre en sus hermanos?

Eso, amigos míos, es una mentira.

Pero tienen los ojos cerrados y los oídos sordos a la voz de Dios, que los llama para que lo escuchen, para que lo reciban, y hagan todo por amor de Dios.

¿Cómo pueden decir que cumplen la ley si faltan al primer mandamiento? Pues yo les digo que he venido a traer un nuevo mandamiento, para darle plenitud a toda la ley: el mandamiento del amor, que se amen los unos a los otros como yo los he amado.

¿Cumplen ustedes ese mandamiento?

Amar a Dios por sobre todas las cosas es amarlo también a través del amor que manifiestan a sus hermanos.

A los que los aman y a los que no los aman.

A los que obran el bien y a los que obran el mal.

A los que los respetan y a los que los ofenden.

A los que les ayudan y a los que pasan mostrando su indiferencia y su egoísmo.

A los ególatras y a los idólatras.

A los que creen en mí y a los que me desprecian.

A los ricos y a los pobres.

A los cultos y a los incultos.

A los sabios, a los teólogos, a los doctores, y a los pequeños e ignorantes.

A los que me acompañan al pie de mi cruz y a los que me crucifican.

A los que me adoran y a los que profanan mi Cuerpo y mi Sangre.

A los justos y a los injustos.

A los soberbios y a los humildes.

Porque todos, absolutamente todos, son pecadores. Yo he venido a buscarlos para salvarlos, y yo sigo buscándolos a todos cada día, también a los que no son de mi redil.

¿Saben para qué lo hago?

Para compartir con ellos la gloria de mi Padre.

¿Y saben cómo se hace eso?

Amando a Dios por sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo. Esa es la gloria de Dios. Es el amor el que lo glorifica, es el amor el que los santifica.

El amor, amigos míos, proviene del corazón. El amor verdadero es infundido por el Espíritu Santo, que enciende con su fuego el amor que proviene de Dios, en los corazones de los hombres. La capacidad de amar no es de la creatura, sino de su Creador.

Por tanto, la capacidad de ustedes para amar viene de Dios. Por eso pueden amar como amo yo.

Yo les pido que escuchen lo que les digo y pongan su fe por obra.

Dios espera con paciencia la disposición del corazón de los hombres para escuchar su voz, para recibirlo, y que se dejen amar por Él y correspondan a ese amor, poniendo por obra su Palabra. El Espíritu Santo les recuerda todas las cosas, porque, aunque escuchen mi voz, no sirve de nada si no hacen lo que yo les digo.

Lo que vence es el amor. Pues yo les digo, amor es lo que les he dado, es lo que tienen ustedes. Amen con ese amor a los que los persiguen, y pidan misericordia por ese amor, porque yo los amo a todos, y no quiero que se pierda ninguno.

Esa es la voluntad de mi Padre, eso es lo que consigue mi Madre. Acompáñenla y ayúdense de la intercesión de los santos, para que ese amor dé fruto y ese fruto permanezca.

+++

Madre mía: tu vida entera en la tierra fue una manifestación continua de amor a Dios y al prójimo: ¿cómo puedo amar con un corazón como el tuyo?

Madre de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote: déjame entrar a tu corazón, y modela mi alma conforme a tu Hijo Jesucristo.

+++

«Hijos míos, sacerdotes: el tesoro más grande de mi corazón es la Eucaristía, que es la manifestación más grande de amor de Dios a los hombres, a través de la resurrección del Hijo, que, a pesar de todo, perdona y regresa, se hace presente, se hace visible, para entregarse al hombre cada vez y para siempre, para hacerse suyo, para que lo hagan suyo, para recuperarlos.

La Eucaristía magnifica la fe, la esperanza y la caridad. Es a través del acto más puro de amor que es la donación total: encarnación, pasión, muerte y resurrección del Hijo de Dios, por la que se hace presente al hombre en Cuerpo, en Sangre, en Alma, en Divinidad, amando con todo su corazón, con todo su ser, con todas sus fuerzas, hasta el extremo.

Manifestación del amor del Hijo al Padre, cumpliendo la ley de Dios, amando a Dios por sobre todas las cosas y a los hombres con el amor de Dios.

Él vino a dar plenitud a la ley, y a pedirles que cumplan la ley dando el ejemplo.

Es la Sagrada Familia ejemplo del amor trinitario.

El padre que se entrega, por amor a la madre, a través del servicio al hijo, y por amor al hijo, a través del servicio a la madre.

La madre que se entrega, por amor al padre, a través del servicio al hijo, y por amor al hijo, a través del servicio al padre.

El hijo que se entrega, por amor, como unión, sirviendo al padre y a la madre.

Unión trinitaria de amor a Dios, a través del servicio al prójimo.

Entréguense ustedes como yo, al pie de la cruz, abandonándome a la voluntad de Dios en la aceptación de cada hijo, al servicio de cada hijo, para servir a Dios.

Participen de este amor trinitario para darle gloria a Dios, sirviendo a la Iglesia a través de la misericordia, que es la manifestación del amor trinitario de Dios, por la que el pueblo es unido en un solo cuerpo y en un mismo espíritu.

Que sea el modelo la Sagrada Familia, en donde se manifieste el amor y la misericordia de Dios, a través de la unión de ustedes y los fieles a Dios Padre, por Cristo, con Cristo, en Cristo.

Entréguense en unión trinitaria, amando al Señor su Dios con todo su corazón, con toda su alma, con todas sus fuerzas, amando como Cristo los ama, cumpliendo los mandamientos de la ley de Dios, para que sean ejemplo, permaneciendo conmigo en la fe, en la esperanza y en el amor, en oración y adoración continua a la Sagrada Eucaristía».

¡Muéstrate Madre, María!