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Diversas Conferencias Episcopales y numerosos obispos, teólogos, médicos y hombres de
ciencia, han interpelado la Congregación para la Doctrina de la Fe, planteando la cuestión de si
las técnicas biomédicas que permiten intervenir en la fase inicial de la vida del ser humano y aun
en el mismo proceso procreativo son conformes con los principios de la moral católica. La
presente instrucción, que es fruto de numerosas consultas y en particular de un examen atento
de las declaraciones episcopales, no pretende reproducir toda la enseñanza de la Iglesia sobre
la dignidad de la vida humana naciente y de la procreación, sino ofrecer, a la luz de la doctrina
precedente del magisterio, una respuesta específica a los problemas planteados.
La exposición seguirá el siguiente plan: la introducción recordará los principios fundamentales,
de carácter antropológico y moral, necesarios para una exacta valoración de esos problemas y
para la elaboración de la correspondiente respuesta; la primera parte tratará del respeto debido
al ser humano desde el primer momento de su existencia; la segunda parte afrontará las
cuestiones morales planteadas por las intervenciones técnicas sobre la procreación humana; en
la tercera parte se señalarán algunas orientaciones acerca de la relación existente entre ley
moral y ley civil a propósito de la consideración debida a los embriones y fetos* humanos en
dependencia con la legitimidad de las técnicas de procreación artificial.
INTRODUCCIÓN
1. LA INVESTIGACIÓN BIOMÉDICA Y LA ENSEÑANZA DE LA IGLESIA
El don de la vida, que Dios Creador y Padre ha confiado al hombre, exige que éste tome
conciencia de su inestimable valor y lo acoja responsablemente. Este principio básico debe
colocarse en el centro de la reflexión encaminada a esclarecer y resolver los problemas morales
que surgen de las intervenciones artificiales sobre la vida naciente y sobre los procesos
procreativos.
Gracias al progreso de las ciencias biológicas y médicas, el hombre dispone de medios
terapéuticos cada vez más eficaces, pero puede también adquirir nuevos poderes, preñados de
consecuencias imprevisibles, sobre el inicio y los primeros estadios de la vida humana. En la
actualidad, diversos procedimientos dan la posibilidad de intervenir en los mecanismos de la
procreación, no sólo para facilitarlos, sino también para dominarlos. Si tales técnicas permiten al
hombre "tener en sus manos el propio destino", lo exponen también "a la tentación de
transgredir los límites de un razonable dominio de la naturaleza"(1) . Por eso, aun cuando tales
técnicas pueden constituir un progreso al servicio del hombre, al mismo tiempo comportan
graves riesgos. De ahí que se eleve, por parte de muchos, una llamada urgente a salvaguardar
los valores y los derechos de la persona humana en las intervenciones sobre