24/11/2024

Mc 5, 1-20

EVANGELIO

Espíritu inmundo, sal de este hombre.

Del santo Evangelio según san Marcos: 5, 1-20   

En aquel tiempo, después de atravesar el lago de Genesaret, Jesús y sus discípulos llegaron a la otra orilla, a la región de los gerasenos. Apenas desembarcó Jesús, vino corriendo desde el cementerio un hombre poseído por un espíritu inmundo, que vivía en los sepulcros. Ya ni con cadenas podían sujetarlo; a veces habían intentado sujetarlo con argollas y cadenas, pero él rompía las cadenas y destrozaba las argollas; nadie tenía fuerzas para dominarlo. Se pasaba días y noches en los sepulcros o en el monte, gritando y golpeándose con piedras.

Cuando aquel hombre vio de lejos a Jesús, se echó a correr, vino a postrarse ante él y gritó a voz en cuello: “¿Qué quieres tú conmigo, Jesús, Hijo de Dios altísimo? Te ruego por Dios que no me atormentes”.

Dijo esto porque Jesús le había mandado al espíritu inmundo que saliera de aquel hombre. Entonces le preguntó Jesús: “¿Cómo te llamas?”. Le respondió: “Me llamo Legión, porque somos muchos”. Y le rogaba con insistencia que no los expulsara de aquella comarca.

Había allí una gran piara de cerdos, que andaban comiendo en la falda del monte. Los espíritus le rogaban a Jesús: “Déjanos salir de aquí para meternos en esos cerdos”. Y él se lo permitió. Los espíritus inmundos salieron del hombre y se metieron en los cerdos; y todos los cerdos, unos dos mil, se precipitaron por el acantilado hacia el lago y se ahogaron.

Los que cuidaban los cerdos salieron huyendo y contaron lo sucedido, en el pueblo y en el campo. La gente fue a ver lo que había pasado. Se acercaron él. Jesús y vieron al antes endemoniado, ahora en su sano juicio, sentado y vestido. Entonces tuvieron miedo. Y los que habían visto todo, les contaron lo que le había ocurrido al endemoniado y lo de los cerdos. Ellos comenzaron a rogarle a Jesús que se marchara de su comarca.

Mientras Jesús se embarcaba, el endemoniado le suplicaba que lo admitiera en su compañía, pero él no se lo permitió y le dijo: “Vete a tu casa a vivir con tu familia y cuéntales lo misericordioso que ha sido el Señor contigo”. y aquel hombre se alejó de ahí y se puso a proclamar por la región de Decápolis lo que Jesús había hecho por él. y todos los que lo oían se admiraban. 

PREGONES (Reflexión del Santo Evangelio según san Marcos 5, 1-20)

«El Señor es misericordioso. Hasta los demonios creen en Él y tiemblan. Son conscientes de que hacen el mal, y de que Jesús es el Hijo de Dios, que es el bien, y tiene la autoridad de expulsarlos y el poder de destruirlos.

El hombre que cree en Jesucristo no debería tener miedo, ni temer a los demonios, sino, con santo temor de Dios, temer ofenderlo y alejarse de Él. Debe rechazar el mal y hacer el bien.

El hombre que conoce a Jesús, que ha experimentado, por su misericordia, una profunda conversión de su corazón, vive agradecido, y con alegría comunica las maravillas del Señor, porque sabe que, a pesar de su pecado, ha sido liberado por el poder de la sangre de Cristo, ha sido perdonado, ha sido renovado, reconocido como hijo de Dios, y le ha sido dado, como herencia, el Paraíso.

El hombre que confía en el Señor no se acobarda ante las acechanzas del enemigo, sino que se mantiene firme, elevando su mirada al cielo, sostenido por la fe en Jesucristo, porque sabe que sus enemigos han sido sometidos bajo sus pies.

El hombre que ha sido transformado por el amor de Cristo, lucha por permanecer unido a Él, buscando alcanzar la santidad según su vocación, ya sea soltero, casado, religioso o sacerdote, pregonando su palabra a todos los rincones del mundo, dando testimonio de su misericordia. 

Glorifica tú a Dios con tu vida, dando testimonio de su misericordia, santificándote cada día en tus labores ordinarias, dando testimonio del amor de Cristo y de su bondad, a través de tus obras de caridad con los más necesitados, agradecido por todos los bienes que de Dios has recibido, por haberte liberado, por haberte sanado, por haberte transformado en un hombre nuevo.

Corresponde agradecido poniendo tus bienes al servicio de los demás, y cuéntales lo misericordioso que ha sido el Señor contigo.

Proclama su grandeza, no como quien ha oído hablar de Él, sino como testigo».