24/11/2024

MC 6, 30-34

EVANGELIO

Lo vieron caminar sobre el agua.

Del santo Evangelio según san Marcos: 6, 45-52

En aquel tiempo, después de la multiplicación de los panes, Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la barca y se dirigieran a Betsaida, mientras él despedía a la gente. Después de despedidos, se retiró al monte a orar.

Entrada la noche, la barca estaba en medio del lago y Jesús, solo, en tierra. Viendo los trabajos con que avanzaban, pues el viento les era contrario, se dirigió a ellos caminando sobre el agua, poco antes del amanecer, y parecía que iba a pasar de largo.

Al verlo andar sobre el agua, ellos creyeron que era un fantasma y se pusieron a gritar, porque todos lo habían visto y estaban espantados. Pero él les habló enseguida y les dijo: “¡Ánimo! Soy yo; no teman”. Subió a la barca con ellos y se calmó el viento. Todos estaban llenos de espanto y es que no habían entendido el episodio de los panes, pues tenían la mente embotada. 

PREGONES (Reflexión del Santo Evangelio según san Marcos 6, 45-52)

«El Hijo de Dios vino al mundo para auxiliar a los hombres, para ayudarlos en sus necesidades y cubrir sus miserias con su misericordia.

Él, que, siendo Dios, adquirió la naturaleza humana y caminó en el mundo como hombre, conservó su naturaleza divina y, por lo tanto, todo su poder.

Pero no todos los hombres lo recibieron. Algunos tienen miedo y no quieren reconocerlo como Dios y hombre. Tienen la mente embotada y ocupada en sus preocupaciones, y están distraídos en las cosas del mundo, tratando de salvar su vida, sin darse cuenta de que navegan a la deriva, corriendo el riesgo de perderla, porque en el Señor no confían. Quieren hacerlo todo con sus propias fuerzas y, teniendo frente a ellos la luz, prefieren las tinieblas.

Jesucristo, nuestro Señor, conoce los corazones de los hombres, sus necesidades y sus intenciones, y acude en su auxilio antes de que se lo pidan; sube a la barca, calma el viento y tranquiliza las aguas del interior de todo aquel que acude a Él, que lo reconoce, y acepta su ayuda, porque cree en Él y en su poder.

Todo aquel que reconoce a Jesucristo como el Hijo de Dios, y eleva sus ojos al cielo suplicándole su auxilio, encomendándose y abandonándose en Él, recibirá su misericordia.

Reconócelo tú. Él está presente en la Eucaristía. Mira que no es un fantasma, es su cuerpo y es su sangre, es su alma y su divinidad. El mismo que caminó sobre el agua está sobre el altar.

Él acude a ti porque sabe que lo necesitas, y te quiere ayudar. Reconócelo, y póstrate frente a Él, con el corazón contrito y humillado, que Él no despreciará, sino que lo tomará y lo transformará en un corazón como el suyo.

Permanece en la barca, que es la Santa Iglesia, y Él, con la compañía de María, su Madre, te llevará hacia puerto seguro. No temas y confía en el Señor, Él te ama, su Espíritu está sobre ti y su gracia derrama. De Él obtienes todo bien.

Dios es amor. El que tiene amor, nada le falta. Sólo Dios basta».