24/11/2024

Mc 16, 15-18

EVANGELIO

Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio.

Del santo Evangelio según san Marcos: 16, 15-20

En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo: “Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio a toda creatura. El que crea y se bautice, se salvará; el que se resista a creer, será condenado. Estos son los milagros que acompañarán a los que hayan creído: arrojarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos, y si beben un veneno mortal, no les hará daño; impondrán las manos a los enfermos y éstos quedarán sanos”.

El Señor Jesús, después de hablarles, subió al cielo y está sentado a la derecha de Dios. Ellos fueron y proclamaron el Evangelio por todas partes, y el Señor actuaba con ellos y confirmaba su predicación con los milagros que hacían. 

PREGONES (Reflexión del Santo Evangelio según san Marcos 16, 15-20)

«Todo bautizado tiene el deber de predicar el Evangelio, de dar a conocer a Cristo a todos los pueblos a través de la Palabra, y con el ejemplo.

Jesucristo, el Hijo de Dios, vino al mundo para nacer como hombre y Dios, para caminar en medio del mundo predicando un bautismo de conversión, dando la vida por los pecadores, muriendo en la Cruz, y resucitando, para que todo aquel que crea en Él se salve y tenga vida eterna.

Por tanto, todo cristiano tiene el deber de evangelizar a los demás, dando ejemplo con la propia vida, haciendo vida el Evangelio cada día, practicando las virtudes, poniendo en obra la fe, llevando al mundo la esperanza, y haciendo la caridad a través de las catorce obras de misericordia.

Debe examinar con frecuencia la propia conciencia, arrepentirse de sus pecados y pedir perdón, recibir los sacramentos, hacer oración, y tener la humildad de reconocer que todos los días necesita conversión y buscar la santidad, luchando por alcanzarla en su vida ordinaria, dando testimonio de haber conocido a Cristo, a quien ama y en quien cree por la fe.

Vive tú el Evangelio como testigo de Cristo, dando testimonio con tus obras de que ya no eres tú, sino Cristo quien vive en ti.

No te avergüences de reconocer que fuiste un pecador.

Siéntete orgulloso de haberte arrepentido y haber conseguido tu conversión por la gracia de Dios, que a través del Evangelio ha derramado sobre ti su misericordia. 

Humíllate y pide perdón.

Haz penitencia por tus pecados y, con propósito de enmienda, cumple con la misión divina que, como cristiano, se te confío: llevar el Evangelio a todos los pueblos a través de tu apostolado, haciendo la caridad primero con los más cercanos, llegando a lugares más lejanos con la gracia de Dios.

Sé coherente con tu fe para que otros por ti crean, sean bautizados, se conviertan y sean salvados».

 

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