24/11/2024

Mc 1, 7-11

EVANGELIO

Tú eres mi Hijo amado; yo tengo en ti mis complacencias.

Del santo Evangelio según san Marcos: 1, 7-11 

En aquel tiempo, Juan predicaba diciendo: “Ya viene detrás de mí uno que es más poderoso que yo, uno ante quien no merezco ni siquiera inclinarme para desatarle la correa de sus sandalias. Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero él los bautizará con el Espíritu Santo”.

Por esos días, vino Jesús desde Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán. Al salir Jesús del agua, vio que los cielos se rasgaban y que el Espíritu, en figura de paloma, descendía sobre él. Se oyó entonces una voz del cielo que decía: “Tú eres mi Hijo amado: yo tengo en ti mis complacencias”.

PREGONES (Reflexión del Santo Evangelio según san Marcos: 1, 7-11)

«Alégrense todos los pueblos reunidos en un solo pueblo y con un solo Pastor, en Una, Santa, Católica y Apostólica Iglesia, porque serán llamados Esposa de Cristo e Hijos de Dios, y vivirán eternamente en el Paraíso, participando del gozo del Esposo. 

María es Madre de la Iglesia y Madre del Esposo. Ella auxilia a sus hijos para que se vistan de fiesta y sean dignos de presentarse ante el Altar, para desposarse con el Rey en matrimonio espiritual, unión indisoluble con la Santísima Trinidad.

Pero es necesario que los hombres disminuyan para que Cristo crezca en ellos, dejándose bautizar por el Espíritu Santo. Bautismo que los purifica, los dignifica, los hace hijos de Dios, constituyéndolos miembros de la Iglesia, del cuerpo místico de Cristo, del cual Él es Cabeza. Y reciben la invitación para alimentarse con su Cuerpo y con su Sangre, que los santifica, los diviniza, los cristifica, para ser con Él uno. 

Santo es aquel que ya no vive él, sino que Cristo vive en él, porque ha disminuido, aborreciéndose a sí mismo, para que Cristo crezca en él.

Alégrate tú, de haber sido llamado y elegido para participar del desposorio con Cristo, y ser colmado de bienes eternos, para entrar en el Reino Celestial, y gozar de la gloria de Dios con su Hijo Jesucristo, tu Rey y Señor, el Esposo eterno del Pueblo Santo de Dios.

Renuncia a ti mismo y al mundo, despojándote de tus miserias, para que tú disminuyas y Cristo en ti crezca, llenándote de su misericordia, reconociéndolo como el Hijo del único Dios verdadero por quien se vive».