24/11/2024

Mc 4, 1-20

EVANGELIO

El ayuno y las tentaciones de Jesús.

+ Del santo Evangelio según san Mateo: 4, 1-11 

En aquel tiempo, Jesús fue conducido por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el demonio. Pasó cuarenta días y cuarenta noches sin comer y, al final, tuvo hambre. Entonces se le acercó el tentador y le dijo: “Si tú eres el Hijo de Dios, manda que estas piedras se conviertan en panes”. Jesús le respondió: “Está escrito: No sólo de pan vive el hombre, sino también de toda palabra que sale de la boca de Dios”.

Entonces el diablo lo llevó a la ciudad santa, lo puso en la parte más alta del templo y le dijo: “Si eres el Hijo de Dios, échate para abajo, porque está escrito: Mandará a sus ángeles que te cuiden y ellos te tomarán en sus manos, para que no tropiece tu pie en piedra alguna”. Jesús le contestó: “También está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios”.

Luego lo llevó el diablo a un monte muy alto y desde ahí le hizo ver la grandeza de todos los reinos del mundo y le dijo: “Te daré todo esto, si te postras y me adoras”. Pero Jesús le replicó: “Retírate, Satanás, porque está escrito: Adorarás al Señor, tu Dios, y a él sólo servirás”. Entonces lo dejó el diablo y se acercaron los ángeles para servirle.

PREGONES (Reflexión del Santo Evangelio según san Mateo: 4, 1-11)

«Los hombres necesitan conversión todos los días, porque todos los días caen en tentación, y cometen pecado. Deben pedir perdón.

Pero, para que la conversión sea eficiente, deben ser conscientes del mal cometido, examinando sus conciencias, comprometiéndose a luchar, y pidiendo la gracia para resistir a la tentación.

Esto quiere decir acudir todos los días al silencio interior de la oración, del sacrificio, sometiendo los deseos de la carne a la propia voluntad, decidida a nunca pecar, y dirigiendo todo acción e intención, al único bien, que es Dios.

La conversión es una constante renovación del alma que fortalece el espíritu y perfecciona al hombre que, viviendo en amistad con Cristo, alcanza la plenitud y la paz en esta vida, y la gracia para resistir a toda tentación y caminar en libertad hacia la vida eterna. 

Acude tú cotidianamente a la oración, y haz un buen examen de conciencia, pidiendo perdón, y la gracia para resistir a las tentaciones y ganar todas las batallas contra el diablo, que es el enemigo de Dios.

Acude al auxilio de la Madre de Dios, que pisa la cabeza del enemigo. Te cubrirá con su manto y te protegerá.

Reconoce tu fragilidad y no te pongas en ocasión, porque tu carne es débil y caes en la tentación, cometes pecado y pierdes la batalla, y el único que gana es el diablo. No dialogues con él, porque es astuto y sabe cómo vencer. Es importante reconocer que existe, para poder defenderse de él. La mejor estrategia es tratarlo con indiferencia, alejándose de toda tentación y ocasión de pecado.

Pero, si un día perdieras la batalla, reconoce tu pecado, arrepiéntete, pide perdón, conviértete y cree en el Evangelio. Acude al sacramento de la reconciliación y vuelve a la amistad con Cristo, para que, ayudado por su gracia, resistas ante las acechanzas del enemigo, y permanezcas en el buen camino, viviendo en la alegría de alcanzar un día la vida eterna en el Paraíso».