24/11/2024

Mc 6, 53-56

EVANGELIO

«Cuantos tocaban a Jesús quedaban curados».

Del santo Evangelio según san Marcos: 6, 53-56  

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos terminaron la travesía del lago y tocaron tierra en Genesaret.

Apenas bajaron de la barca, la gente los reconoció y de toda aquella región acudían a él, a cualquier parte donde sabían que se encontraba, y le llevaban en camillas a los enfermos.

A dondequiera que llegaba, en los poblados, ciudades o caseríos, la gente le ponía a sus enfermos en la calle y le rogaba que por lo menos los dejara tocar la punta de su manto; y cuantos lo tocaban, quedaban curados.

PREGONES  (Reflexión del Santo Evangelio según san Marcos 6, 53-56)

«¡Qué agradable es para Dios la oración de intercesión de almas bondadosas y compasivas, que llevan a los enfermos a Jesús suplicando su misericordia!

¡Con cuánta alegría curaba Jesús a los enfermos que se acercaban para tocarlo, convencidos de que una fuerza sanadora salía de Él!

Ellos creían, aunque no lo conocían, y aún no les había revelado quién era Él. Pero acudían con confianza, porque Él hacía siempre el bien, y conocían su poder a través de los testimonios, que los alimentaban de esperanza, de los que habían sido bendecidos por Él.

El Hijo de Dios continúa en estos tiempos haciendo milagros. Qué afortunados somos los cristianos, pues a nosotros se nos ha revelado y nos ha dicho: “basta que tengan fe”, y se ha quedado presente en la Eucaristía, que es su cuerpo y su sangre, para que podamos tocarlo, y para que todo aquel que se acerque a Él, con el alma limpia y con fe, se alimente de Él y reciba su salud.

Acompaña tú a los enfermos, y llévalos a Jesús. Él es médico de cuerpos y almas. Él es la salud. Anúnciales la Buena Nueva, proclamando el Evangelio y hablándoles de Él, de su bondad, de su poder y de su misericordia, llevándoles esperanza a través de tu testimonio de fe, y pide al Espíritu Santo que derrame sobre ellos su gracia para que aumente su fe.

Intercede por ellos con tu oración suplicante, unida a la omnipotencia suplicante de la Madre de Dios, para que, por los méritos de la pasión y muerte de Jesús en la Cruz, les conceda aliviar sus penas y sus sufrimientos, y sean transformados en testigos de la Luz, para que lleven a otros el testimonio de su experiencia de amor al haber sido tocados por Jesús».