24/11/2024

Mc 7, 31-37

EVANGELIO

Hace oír a los sordos y hablar a los mudos.

+ Del santo Evangelio según san Marcos: 7, 31-37  

En aquel tiempo, salió Jesús de la región de Tiro y vino de nuevo, por Sidón, al mar de Galilea, atravesando la región de Decápolis. Le llevaron entonces a un hombre sordo y tartamudo, y le suplicaban que le impusiera las manos. Él lo apartó a un lado de la gente, le metió los dedos en los oídos y le tocó la lengua con saliva. Después, mirando al cielo, suspiró y le dijo: “¡Effetá!” (que quiere decir “¡Abrete!”). Al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y empezó a hablar sin dificultad.

Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero cuanto más se lo mandaba, ellos con más insistencia lo proclamaban; y todos estaban asombrados y decían: “¡Qué bien lo hace todo! Hace oír a los sordos y hablar a los mudos”.

PREGONES: (Reflexión del Santo Evangelio según san Marcos: 7, 31-37)

«¡Effetá! quiere decir ¡ábrete! Esa es la acción que Dios realiza en los hombres a través del Bautismo, por el Espíritu Santo. Les abre los oídos, la boca y el corazón para que reciban sus dones, sus gracias, y la misericordia que el Hijo de Dios vino a traer al mundo y que derramó a través de la cruz.

El Bautismo es por tanto un regalo invaluable de Dios para los hombres. Es el mejor regalo que un padre a un hijo le puede dar: llevarlo a bautizar, para que el Espíritu de Cristo desde sus corazones clame ¡Abbá!, que quiere decir “Padre”, de manera que ya no sean siervos, sino hijos, y herederos por gracia de Dios.

El Espíritu Santo infunde en los bautizados las virtudes de la fe, la esperanza y la caridad, para que cada uno pueda discernir entre el bien y el mal; y les da los dones y las gracias necesarias para que, ayudados de los auxilios sacramentales, puedan alcanzar la santidad.

El dedo de Dios toca su boca y sus oídos para que escuchen su Palabra y proclamen el Evangelio, anunciándolo con la Palabra y viviéndolo. Esa es la responsabilidad que adquiere todo hijo de Dios, y que, para cumplirla, debe mantener toda su vida abiertos sus oídos, su boca y su corazón, dispuesto a recibir toda ayuda que viene de Dios.

Agradece tú, que eres hijo de Dios, que eres bendecido con sus muchos beneficios, y abre las puertas de tu corazón de par en par a Cristo.

Permite que abra tus oídos, escuchando su Palabra todos los días, y Él obrará en ti maravillas.

Abre la boca para que se escuche tu voz, y el mundo sabrá que ya no eres tú, sino es Cristo quien vive en ti, porque la boca habla de lo que hay en el corazón. Tu testimonio tocará a otros corazones, invitándolos a la conversión, mostrándoles el camino de la alegría hacia la santidad, de los que mantienen abiertos los ojos, los oídos, la boca y el corazón».