24/11/2024

Mc 9, 2-10

EVANGELIO

Éste es mi Hijo amado.

+ Del santo Evangelio según san Marcos: 9, 2-10  

En aquel tiempo, Jesús tomó aparte a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos a un monte alto y se transfiguró en su presencia. Sus vestiduras se pusieron esplendorosamente blancas, con una blancura que nadie puede lograr sobre la tierra. Después se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús.

Entonces Pedro le dijo a Jesús: “Maestro, ¡qué a gusto estamos aquí! Hagamos tres chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”. En realidad no sabía lo que decía, porque estaban asustados.

Se formó entonces una nube, que los cubrió con su sombra, y de esta nube salió una voz que decía: “Este es mi Hijo amado; escúchenlo”. En ese momento miraron alrededor y no vieron a nadie sino a Jesús, que estaba solo con ellos.

Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó que no contaran a nadie lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. Ellos guardaron esto en secreto, pero discutían entre sí qué querría decir eso de “resucitar de entre los muertos”. 

PREGONES (Reflexión del Santo Evangelio según san Marcos 9, 2-10)

«La Transfiguración del Hijo de Dios es la revelación de la gloria del Padre a los hombres a través de la verdad, que es Cristo, verdadero hombre y verdadero Dios, manifestando el amor del Padre sobre toda la humanidad, que tanto amó al mundo, que le entregó a su único Hijo, para que todo el que crea en Él, no muera, sino que tenga vida eterna.

Dios Padre se reveló a sí mismo a través del Hijo, por el Espíritu Santo, para que después los hombres pudieran comprender que Cristo es mediador entre Dios y los hombres y, por su resurrección, les concede poder llegar a Él, y gozar de su gloria en la vida eterna.

Dios Padre permite a los hombres ver su gloria a través de Cristo resucitado, y les da un mandamiento mostrándoles el camino para llegar a Él: “éste es mi Hijo amado, escúchenlo”.

Tres testigos de la divinidad de Cristo eligió Él: Pedro, Juan y Santiago, mostrándose ante ellos tal cual es, para que fortalecieran su fe, y dieran testimonio de Él.

Cree tú en el resucitado, que se presenta ante ti, y se muestra tal cual es en la Eucaristía. Es su cuerpo, es su sangre, su alma, su divinidad, su presencia viva. El mismo que padeció y murió crucificado por ti, resucitó, y se entrega a ti para alimentarte y compartir contigo su gloria, configurándote con Él al recibirlo, porque no es Él quien se transforma en ti, sino que te transforma en Él, para hacerte igual a Él, hombre y Dios.

Pero antes, pídele con el corazón contrito y humillado que limpie y purifique con su bendita sangre tus vestidos manchados, y resplandezcas con la blancura de sus vestiduras, libre de todo pecado, para que seas digno de recibirlo.

Obedece al Padre y escucha al Hijo a través del Evangelio, y pon en práctica su palabra, para que manifiestes al mundo tu fe.

El Hijo de Dios, que padeció y murió por ti para salvarte, resucitó, y vive en ti. Ese es tu testimonio, porque si no crees que Cristo resucitó, vana es tu fe».

 

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