24/11/2024

Mc 10, 3-12

EVANGELIO

Lo que Dios unió, que no lo separe el hombre.  

Del santo Evangelio según san Marcos: 10, 1-12  

En aquel tiempo, se fue Jesús al territorio de Judea y Transjordania, y de nuevo se le fue acercando la gente; él los estuvo enseñando, como era su costumbre.

Se acercaron también unos fariseos y le preguntaron, para ponerlo a prueba: “¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su esposa?”.

Él les respondió: “¿Qué les prescribió Moisés?”. Ellos contestaron: “Moisés nos permitió el divorcio mediante la entrega de un acta de divorcio a la esposa”. Jesús les dijo: “Moisés prescribió esto, debido a la dureza del corazón de ustedes. Pero desde el principio, al crearlos, Dios los hizo hombre y mujer. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su esposa y serán los dos una sola carne. De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Por eso, lo que Dios unió, que no lo separe el hombre”.

Ya en casa, los discípulos le volvieron a preguntar sobre el asunto. Jesús les dijo: “Si uno se divorcia de su esposa y se casa con otra, comete adulterio contra la primera. Y si ella se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio”.

PREGONES  (Reflexión del Santo Evangelio según san Marcos 10, 1-12)

«Jesucristo no vino al mundo a abolir la ley, sino a darle plenitud.

Los mandamientos de la ley de Dios son inmutables, porque provienen del amor y de la sabiduría divina. Quien los quebranta peca gravemente, porque ofende al Espíritu Santo, desobedece los mandatos de Dios impuestos a la humanidad de acuerdo a su plan divino, y no vive en su voluntad.

El Señor ha realizado la creación de acuerdo a un orden. A la humanidad, desde un principio, con dos sexos distintos la definió: hombre y mujer los creó, para compenetrarse y ser una sola carne, y dar vida, porque a multiplicarse y poblar el mundo los mandó. Pero el hombre, por el pecado, ha distorsionado el plan original de Dios.

Cristo ha venido a restaurar el orden a través de los sacramentos. El matrimonio es una vocación que comprende sólo aquel que tiene el don de la sabiduría divina, y orienta su vida, sus pensamientos y acciones hacia la única verdad, que es Dios.

Acepta tú los mandamientos de la ley de Dios, enséñalos, practícalos. Vive la virtud de la castidad de acuerdo a las condiciones de tu vocación. Si eres casado, cumple con tu responsabilidad de mantenerte abierto siempre a la vida, y a la posibilidad de procrear de acuerdo a la voluntad divina. Si eres soltero o sacerdote, vive la abstinencia. Pero, en ambos casos, procura siempre la pureza de tus pensamientos y de tus actos, amando a Dios por sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo. 

Y si caes en tentación, procura que la dureza de tu corazón no te aleje del plan perfecto de Dios. Arrepiéntete y pide perdón, y vuelve al orden correcto, para que alcances la perfección y la vida eterna».