15/12/2024

LC 1, 39-48

EVANGELIO

Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre.

Del santo Evangelio según san Lucas: 1, 39-48  

En aquellos días, María se encaminó presurosa a un pueblo de las montañas de Judea y, entrando en la casa de Zacarías, saludó a Isabel. En cuanto ésta oyó el saludo de María, la criatura saltó en su seno. 

Entonces Isabel quedó llena del Espíritu Santo y, levantando la voz, exclamó: “¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a verme? Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno. Dichosa tú, que has creído, porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor”. 

Entonces dijo María: “Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se llena de júbilo en Dios, mi salvador, porque puso sus ojos en la humildad de su esclava”.

Palabra del Señor.

PREGONES (Reflexión del Santo Evangelio según san Lucas 1, 39-48)

«Dijo María: “Mi alma glorifica al Señor, y mi espíritu se llena de júbilo en Dios, mi Salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava”.

El Señor ha hecho maravillas. Siendo esclava, la hizo Madre, y la envió a visitarnos a nosotros, indignos siervos de Dios, pero que su Hijo Jesucristo nos ha hecho dignos, al hacernos hijos y herederos por voluntad de Dios, para que podamos exclamar como Él ¡Abbá!, que quiere decir Padre, y recibir todos los bienes celestiales que Él, haciéndose hombre nacido del vientre inmaculado de una mujer virgen, nos ha venido a traer, a través de su único, perfecto, y eterno sacrificio en la Cruz, en la cual recibimos a su Madre como madre nuestra, para que recibamos su protección y su auxilio, y quien acuda a ella, quien se acerque a ella, quien crea en ella, sea lleno de gracia por el Espíritu Santo. Y, reconociéndonos hijos, hagamos las obras de Dios, para glorificarlo.

Acude tú al auxilio del Corazón Inmaculado de la Madre de Dios, fuente de paz, de alegría y de amor, para que seas iluminado con la Luz, fruto bendito de su vientre; para que seas colmado de fe, de esperanza y de caridad, y seas lleno del Espíritu Santo, para que exultes: ¡se llena de alegría el alma mía, al recibir en mi casa a la Madre del verdaderísimo Dios por quien se vive, y a quien reconozco como Madre mía! Y alabo, venero, respeto, amo y llamo, pidiendo su auxilio, seguro de ser escuchado y atendido como hijo, diciendo: ¡Viva Cristo Rey!, ¡Viva la Virgen de Guadalupe!».