16/12/2024

Lc 4, 38-44

También a los otros pueblos tengo que anunciarles el Reino de Dios, pues para eso he sido enviado.

+ Del santo Evangelio según san Lucas: 4, 38-44   

En aquel tiempo, Jesús salió de la sinagoga y entró en la casa de Simón. La suegra de Simón estaba con fiebre muy alta y le pidieron a Jesús que hiciera algo por ella. Jesús, de pie junto a ella, mandó con energía a la fiebre, y la fiebre desapareció. Ella se levantó enseguida y se puso a servirles.

Al meterse el sol, todos los que tenían enfermos se los llevaron a Jesús y él, imponiendo las manos sobre cada uno, los fue curando de sus enfermedades. De muchos de ellos salían también demonios que gritaban: “¡Tú eres el Hijo de Dios!”. Pero él les ordenaba enérgicamente que se callaran, porque sabían que él era el Mesías.

Al día siguiente se fue a un lugar solitario y la gente lo andaba buscando. Cuando lo encontraron, quisieron retenerlo, para que no se alejara de ellos; pero él les dijo: “También tengo que anunciarles el Reino de Dios a las otras ciudades, pues para eso he sido enviado”. Y se fue a predicar en las sinagogas de Judea. 

PREGONES (Reflexión del Santo Evangelio según san Lucas: 4, 38-44)

«La cruz es la evangelización perfecta, la palabra de Dios puesta en obra con el ejemplo.

En la cruz se consuma la predicación de Jesús, el Hijo de Dios que vino al mundo para evangelizar a los pueblos, manifestando su misericordia.

En la cruz se pone a prueba toda virtud, y expresa el gran amor de Dios, que los hombres no tienen capacidad de comprender, pero que queda de manifiesto, porque nadie tiene un amor más grande que el que da la vida por sus amigos.

La cruz es el signo del servicio, en la que el Hijo de Dios cumple su misión, donándose completamente a los hombres por amor, renunciando a su propia humanidad, para hacer parte con Él a toda la humanidad, sirviéndolos, derramando su sangre para que puedan la salvación alcanzar, porque Él no vino a ser servido, sino a servir, entregando el espíritu en las manos de su Padre, sirviendo como mediador entre Dios y los hombres, haciéndose camino y medio de salvación, revelándose al mundo a través de la palabra y la evangelización con el ejemplo, para que todos los hombres conozcan la verdad y, muriendo al mundo, resuciten con Él a la verdadera vida.

Recibe la misericordia del Señor, humíllate ante Él y déjate lavar los pies, para que puedas tener parte con Él en su Paraíso. Y luego levántate y sirve a tus hermanos, porque es así como lo sirves a Él.

Contempla la cruz. Jesús ha dado su vida por amor a ti, para servirte a ti.

Enriquece tu espíritu orando en soledad, meditando todas estas cosas en tu corazón, y recibe como fruto la gracia de crecer en el amor, la fortaleza para dar la vida por Cristo cada día, a través del servicio en tu familia, en tu trabajo, en tu apostolado, llevando la misericordia derramada de la cruz a los más necesitados, enseñándoles que Dios los ha amado, no porque ellos lo amen, sino porque Él los amó primero, porque por amor los ha creado, se ha compadecido de su pueblo y lo ha sanado. Que tu cruz de cada día sea servir con alegría».