16/12/2024

Lc 9, 23-26

EVANGELIO

El que pierda su vida por mí, ése la encontrará.

Del santo Evangelio según san Lucas: 9, 23-26  

En aquel tiempo, Jesús le dijo a la multitud: “Si alguno quiere acompañarme, que no se busque a sí mismo, que tome su cruz de cada día y me siga. Pues el que quiera conservar para sí mismo su vida, la perderá; pero el que la pierda por mi causa, ése la encontrará. En efecto, ¿de qué le sirve al hombre ganar todo el mundo, si se pierde a sí mismo o se destruye?

Por otra parte, si alguien se avergüenza de mí y de mi doctrina, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga revestido de su gloria y de la del Padre y de la gloria de los santos ángeles”.

PREGONES  (Reflexión del Santo Evangelio según san Lucas 9, 23-26)

«Los justos están en paz. Los justos son todos aquellos hombres y mujeres invitados a participar del banquete del Cordero de Dios, de su cruz y de su gloria.

Jesús hace una invitación a través de su doctrina, que vino a enseñar con su palabra y con su ejemplo, para que todo aquel que lo escuche, la aprenda y la ponga en práctica en su vida.

Él ha venido a traer el carisma cristiano, que son hombres y mujeres valientes, dispuestos, decididos y obedientes a su ley, que renucian a sí mismos para tomar su cruz de cada día y seguirlo, que no se avergüenzan al contemplar a su Dios desnudo, martirizado, crucificado y muerto, coronado de espinas y pendiendo de una cruz, y lo reconocen resucitado, vivo, glorioso, presente, real y substancialmente en la Eucaristía, y lo adoran.

Son hombres y mujeres que renuncian al mundo rechazando el mal, las tentaciones y el pecado, compartiendo con Cristo el mismo martirio de amor, entregando la vida cada día, sin miedo y con valor, sirviendo a sus hermanos para servir a Dios, dando de comer al hambriento, dando de beber al sediento, vistiendo al desnudo, visitando a los enfermos, dando posada al peregrino, visitando a los presos, enterrando a los muertos, enseñando al que no sabe, dando consejo al que lo necesita, corrigiendo al que se equivoca, perdonando a los demás, consolando al triste, sufriendo con paciencia los defectos de los demás, rezando por los vivos y por los difuntos. 

Ten tú el valor de acompañar a tu Señor, de despojarte de todo, hasta de ti mismo, para dar la vida por Cristo.

No quieras conquistar al mundo para complacerte y ganar tu vida, porque la perderás. En cambio, vive entregando tu vida por Cristo, sirviendo a los demás, gastando tu vida en obras de misericordia y de caridad, comportándote de acuerdo a su doctrina, viviendo el carisma cristiano, y la vida eterna encontrarás. 

Siéntete orgulloso de dar la vida por Cristo y de ser llamado entre los suyos mártir de amor».