16/12/2024

Lc 16, 19-31

EVANGELIO

Recibiste bienes en tu vida y Lázaro, males; ahora él goza del consuelo, mientras que tú sufres tormentos.

Del santo Evangelio según san Lucas: 16, 19-31  

En aquel tiempo, Jesús dijo a los fariseos: “Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y telas finas y banqueteaba espléndidamente cada día. Y un mendigo, llamado Lázaro, yacía a la entrada de su casa, cubierto de llagas y ansiando llenarse con las sobras que caían de la mesa del rico. Y hasta los perros se acercaban a lamerle las llagas.

Sucedió, pues, que murió el mendigo y los ángeles lo llevaron al seno de Abraham. Murió también el rico y lo enterraron. Estaba éste en el lugar de castigo, en medio de tormentos, cuando levantó los ojos y vio a lo lejos a Abraham y a Lázaro junto a él.

Entonces gritó: ‘Padre Abraham, ten piedad de mí. Manda a Lázaro que moje en agua la punta de su dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas’. Pero Abraham le contestó: ‘Hijo, recuerda que en tu vida recibiste bienes y Lázaro, en cambio, males. Por eso él goza ahora de consuelo, mientras que tú sufres tormentos. Además, entre ustedes y nosotros se abre un abismo inmenso, que nadie puede cruzar, ni hacia allá ni hacia acá’.

El rico insistió: ‘Te ruego, entonces, padre Abraham, que mandes a Lázaro a mi casa, pues me quedan allá cinco hermanos, para que les advierta y no acaben también ellos en este lugar de tormentos’. Abraham le dijo: ‘Tienen a Moisés y a los profetas; que los escuchen’. Pero el rico replicó: ‘No, padre Abraham. Si un muerto va a decírselo, entonces sí se arrepentirán’. Abraham repuso: ‘Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso, ni aunque resucite un muerto’’’.

PREGONES (Reflexión del Santo Evangelio según san Lucas 16, 19-31)

«La obstinación del hombre es lo que lo lleva a la perdición. El hombre malvado y egoísta, que vive sólo para sí mismo, que no escucha a nadie sino sólo a sí mismo, convencido de que él es el dueño de la verdad, no tiene caridad, vive lejos de Dios y es destruido por su propia soberbia.

En cambio, el hombre humilde que se encomienda a Dios y cumple sus mandamientos, viviendo la caridad con los más necesitados, esos verán a Dios, se salvarán no por sus propios méritos, sino por los méritos de Cristo, que, con su pasión y su muerte en la cruz, los ha salvado, ha resucitado y ellos han creído en Él, porque lo han escuchado.

El hombre rico y obstinado que no escucha ni practica la palabra de Dios, no se ha dado cuenta de que todo se lo ha dado Dios, para que tenga lo necesario para vivir, y lo demás lo invierta en obras de caridad.

Todo aquel que confía en el Señor y cree en el Evangelio, sea pobre o sea rico, nunca se verá defraudado.

Practica tú la caridad con los más necesitados. Dale de comer al hambriento, dale de beber al sediento, vela por su integridad, comparte lo que tienes y Dios te recompensará.

Escucha a Moisés y a los profetas a través de las Escrituras, y escucha al resucitado, cumple su ley, arrepiéntete y cree en el Evangelio. Entonces creerás que existe el diablo, y un lugar de tormento en el que sufren eternamente los que no aman a Dios, que se llama infierno. Quien es arrojado ahí, no será liberado jamás, porque no supo aprovechar la oportunidad que Dios le daba de ser misericordioso con los más necesitados, y de hacer la caridad, y Dios, que es justo y misericordioso, le dará a cada uno lo que merece en el juicio final.

Tú sé misericordioso y serás bienaventurado, porque los misericordiosos recibirán misericordia».