15/12/2024

Lc 1, 57-66

EVANGELIO

Nacimiento de Juan el Bautista.

Del santo Evangelio según san Lucas: 1, 57-66. 80

Por aquellos días, le llegó a Isabel la hora de dar a luz y tuvo un hijo. Cuando sus vecinos y parientes se enteraron de que el Señor le había manifestado tan grande misericordia, se regocijaron con ella.

A los ocho días fueron a circuncidar al niño y le querían poner Zacarías, como su padre; pero la madre se opuso, diciéndoles: “No. Su nombre será Juan”. Ellos le decían: “Pero si ninguno de tus parientes se llama así”.

Entonces le preguntaron por señas al padre cómo quería que se llamara el niño. Él pidió una tablilla y escribió: “Juan es su nombre”. Todos se quedaron extrañados. En ese momento a Zacarías se le soltó la lengua, recobró el habla y empezó a bendecir a Dios.

Un sentimiento de temor se apoderó de los vecinos, y en toda la región montañosa de Judea se comentaba este suceso. Cuantos se enteraban de ello se preguntaban impresionados: “¿Qué va a ser de este niño?”. Esto lo decían, porque realmente la mano de Dios estaba con él.

El niño se iba desarrollando físicamente y su espíritu se iba fortaleciendo, y vivió en el desierto hasta el día en que se dio a conocer al pueblo de Israel. 

PREGONES (Reflexión del Santo Evangelio según san Lucas 1, 57-66. 80)

«Juan es su nombre. Lo dijo con firmeza Isabel, su madre, y lo escribió, confirmándolo, Zacarías, su padre, porque ésa era la voluntad de Dios.

El que es fiel a la voluntad divina, dice lo que es y no lo que no es; habla cuando debe hablar, y calla cuando debe callar, con valor y con firmeza, pero con docilidad a la gracia del Espíritu Santo, que es quien pone las palabras en su boca.

Los hombres necesitan el ejemplo de los profetas santos que anuncian el mensaje del Señor, que les ayuda a conocer la voluntad de Dios, y su palabra convence, porque es veraz y su vida es congruente con el mensaje que dan.

El Señor se dignó poner sus ojos sobre la humillación de su esclava. Su nombre es María, y Él la eligió y la envió para llevar al mundo su palabra, encarnada en su vientre inmaculado, para que, naciendo en medio de los hombres, al mundo se revelara.

Y fue enviada a bendecir al niño que crecía en el vientre de Isabel, para que llenándose del Espíritu Santo naciera como profeta, y fuera enviado como precursor del Mesías, el Salvador, anunciando el mensaje de conversión; para gritar en el desierto con fuerte voz: “¡rectifiquen los caminos del Señor!”; para bautizar con agua al Mesías, señalándolo como quien trae al mundo un bautismo de fuego.

Muchos profetas han precedido la vida de la Iglesia, y sus palabras se han cumplido. Otros profetas han sido enviados en la vida de la Iglesia para continuar llevando el mensaje del Hijo de Dios a todos los rincones de la tierra.

Acepta tú el mensaje de Juan el Bautista. Rectifica tu camino y reconoce en el vino y en el pan a Cristo. Déjate llenar por la gracia del Espíritu Santo, y renuévate con los sacramentos, aceptando el mensaje del Hijo de Dios, dispuesto a ser enviado a comunicarlo, y transmite su mensaje en tu familia, y en todos los lugares a los que puedas llegar.

Exulta de gozo con María, la Madre del Salvador, anunciando la llegada del Hijo de Dios, disponiendo tu corazón, para que en ti esta Navidad nazca el Señor».

 

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