16/12/2024

Lc 10, 17-24

EVANGELIO

Alégrense de que sus nombres estén escritos en el cielo.

+ Del santo Evangelio según san Lucas: 10, 17-24 

En aquel tiempo, los setenta y dos discípulos regresaron llenos de alegría y le dijeron a Jesús: “Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre”. Él les contestó: “Vi a Satanás caer del cielo como el rayo. A ustedes les he dado poder para aplastar serpientes y escorpiones y para vencer toda la fuerza del enemigo, y nada les podrá hacer daño. Pero no se alegren de que los demonios se les sometan. Alégrense más bien de que sus nombres están escritos en el cielo”.

En aquella misma hora Jesús se llenó de júbilo en el Espíritu Santo y exclamó: “¡Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las has revelado a la gente sencilla! ¡Gracias, Padre, porque así te ha parecido bien! Todo me lo ha entregado mi Padre y nadie conoce quién es el Hijo, sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar”.

Volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte: “Dichosos los ojos que ven lo que ustedes ven. Porque yo les digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron, y oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron”.

PREGONES (Reflexión del santo Evangelio según san Lucas: 10, 17-24)

«Jesús se llenó de júbilo en el Espíritu Santo, agradeciendo al Padre por hacer su voluntad, considerando a los más pequeños y sencillos del mundo como los elegidos a quienes Él se decide revelar.

El Hijo de Dios manifiesta su predilección por los más pequeños para confiarles las cosas más grandes, y revelarles así a Dios como Padre, como Hijo y como Espíritu Santo, en una Santísima Trinidad.

Los pequeños y sencillos son aquellos hombres que tienen un corazón dispuesto a ser movido, no por el poder del mundo, sino por el amor de Dios, que cumplen con los Mandamientos y la Palabra de Dios, y no tienen ídolos, sino que reconocen a un sólo Dios verdadero en el Padre, en el Hijo, y en el Espíritu Santo. Que reconocen a Jesucristo como el Hijo único de Dios, verdadero Hombre y verdadero Dios, que vino al mundo para salvar a todos, a los pequeños y sencillos, y a los ricos y poderosos.

Humíllate tú, y acepta la revelación que el Hijo de Dios ha decidido manifestar a tu corazón de un modo extraordinario en medio del mundo, a través de medios ordinarios: las Sagradas Escrituras, el Magisterio de la Santa Iglesia y la Tradición, y a través de personas sencillas que, como instrumentos, transmiten la gracia de Dios.

Permanece dispuesto a servirle a Dios como un pobre instrumento, agradeciendo y llenándote de júbilo con Él, por todo lo que has recibido y entendido a través de los dones del Espíritu Santo, para transmitir a otros la verdad, y sean derribados del trono los ricos y poderosos, y exaltados los humildes.

Adora al Hijo de Dios en la Eucaristía y alaba al Padre, que te ha dado un corazón sencillo en el que Cristo se ha dignado revelarte al Padre».