16/12/2024

Lc 11, 15-26

EVANGELIO

Si yo expulso a los demonios con el poder de Dios, eso significa que el Reino de Dios ha llegado a ustedes.

+ Del santo Evangelio según san Lucas: 11, 15-26  

En aquel tiempo, cuando Jesús expulsó a un demonio, algunos dijeron: “Este expulsa a los demonios con el poder de Satanás, el príncipe de los demonios”. Otros, para ponerlo a prueba, le pedían una señal milagrosa. 

Pero Jesús, que conocía sus malas intenciones, les dijo: Todo reino dividido por luchas internas va a la ruina y se derrumba casa por casa. Si Satanás también está dividido contra sí mismo, ¿cómo mantendrá su reino? Ustedes dicen que yo arrojo a los demonios con el poder de Satanás. Entonces, ¿con el poder de quién los arrojan los hijos de ustedes? Por eso, ellos mismos serán sus jueces. Pero si yo arrojo a los demonios por el poder de Dios, eso significa que ha llegado a ustedes el Reino de Dios.

Cuando un hombre fuerte y bien armado guarda su palacio, sus bienes están seguros; pero si el otro más fuerte lo asalta y lo vence, entonces quita las armas en que confiaba y después dispone de sus bienes. El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama. 

Cuando el espíritu inmundo sale de un hombre, anda vagando por lugares áridos, en busca de reposo, y al no hallarlo, dice: ‘Volveré a mi casa, de donde salí’. Y al llegar, la encuentra barrida y arreglada. Entonces va por otros siete espíritus peores que él y vienen a instalarse allí, y así la situación final de aquel hombre resulta peor que la de antes”.

PREGONES (Reflexión del Santo Evangelio según san Lucas: 11, 15-26)

«El que expulsa demonios con el poder de la Cruz tiene el poder de Jesús. Pero necesita la gracia constante para ser sostenido y elevado en la Cruz, para expulsar a los demonios y atraer a todos a Cristo.

La Virgen María pisa la cabeza de la serpiente, es la figura que nos recuerda que Jesús mantiene su promesa, y que la eficacia de la cruz es constante, se mantiene siempre. 

Un reino no puede estar dividido. Quiere decir que una persona no puede estar dividida con un pie en el reino del demonio, y con un pie en el Reino de Dios.

Pide a Dios Padre, en el nombre de Jesús, que te libre de todo mal, rezando el Padre Nuestro y diciendo: Señor, líbrame del mal, perdóname, sáname, santifícame, purifícame, límpiame, sálvame, no permitas que me separe de ti. Derrama tu Espíritu Santo sobre mí, y hazme ir a ti, para que, con tus ángeles y tus santos, acompañando a María, yo te alabe y te glorifique eternamente. 

Y reza por los sacerdotes exorcistas, para que expulsen los demonios con el poder de Jesús, invocando la protección y la compañía de María. A ella se le ha dado el poder de dominar al demonio en el mundo. Quien acude a ella recibe su protección. Cuando el demonio escucha su nombre siente la fuerza del poder de Dios. No hay nada más humillante para el demonio que ser expulsado por una creatura, en el nombre de Dios, protegido por la creatura más excelsa que pisa su cabeza: la Madre de Dios».