29/11/2024

Jn 11, 45-56

EVANGELIO

Jesús debía morir para congregar a los hijos de Dios, que estaban dispersos.

Del santo Evangelio según san Juan: 11, 45-56

En aquel tiempo, muchos de los judíos que habían ido a casa de Marta y María, al ver que Jesús había resucitado a Lázaro, creyeron en él. Pero algunos de entre ellos fueron a ver a los fariseos y les contaron lo que había hecho Jesús. 

Entonces los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron al sanedrín y decían: “¿Qué será bueno hacer? Ese hombre está haciendo muchos prodigios. Si lo dejamos seguir así, todos van a creer en él, van a venir los romanos y destruirán nuestro templo y nuestra nación”.

Pero uno de ellos, llamado Caifás, que era sumo sacerdote aquel año, les dijo: “Ustedes no saben nada. No comprenden que conviene que un solo hombre muera por el pueblo y no que toda la nación perezca”. Sin embargo, esto no lo dijo por sí mismo, sino que, siendo sumo sacerdote aquel año, profetizó que Jesús iba a morir por la nación, y no sólo por la nación, sino también para congregar en la unidad a los hijos de Dios, que estaban dispersos. Por lo tanto, desde aquel día tomaron la decisión de matarlo.

Por esta razón, Jesús ya no andaba públicamente entre los judíos, sino que se retiró a la ciudad de Efraín, en la región contigua al desierto y allí se quedó con sus discípulos.

Se acercaba la Pascua de los judíos y muchos de las regiones circunvecinas llegaron a Jerusalén antes de la Pascua, para purificarse. Buscaban a Jesús en el templo y se decían unos a otros: “¿Qué pasará? ¿No irá a venir para la fiesta?”. 

PREGONES (Reflexión del Santo Evangelio según san Juan 11, 45-56)

«En la cruz están expuestos todos los pecados de los hombres, en las múltiples heridas del cuerpo de Jesús. El egoísmo, la envidia, la soberbia son las heridas más grandes, porque son pecados que provienen del corazón de los hombres, y los llevan a cometer las acciones más terribles y atroces, provocados por el miedo de ser despojados de sus tronos y de su poder.

La ambición les carcome el alma, desprecian los valores y las virtudes, y faltan al respeto y a los derechos de los demás, con tal de garantizar su posición privilegiada en el mundo, sin importarles que los lleve a su propia muerte.

Un padre sabe lo que le conviene a sus hijos. Dios Padre, en su infinita sabiduría, envió a su único Hijo al mundo, como cordero en sacrificio, para que muriera en la cruz por los pecados de los hombres, porque sabía que convenía que muriera un solo hombre por el pueblo, y no que todos perecieran, porque ya estaban condenados por sus pecados y era imposible salvarse por sí mismos. Pero no hay nada imposible para Dios. 

Cree en Jesús y en sus prodigios. Participa en su sacrificio único y eterno, uniendo tu cruz de cada día a la suya, pidiendo perdón por tus pecados, escuchando su palabra, alimentándote de su cuerpo y de su sangre en la Eucaristía, fomentando la unidad de la Iglesia, en la que Dios congregó a sus hijos que estaban dispersos, a través del sacrificio de su único hijo en la cruz. Y agradece que te ha limpiado de tus pecados, para que puedas alcanzar en Él la vida eterna».