29/11/2024

Jn 20, 24-29

EVANGELIO

Ocho días después, se les apareció Jesús.

Del santo Evangelio según san Juan: 20, 19-31  

Al anochecer del día de la resurrección, estando cerradas las puertas de la casa donde se hallaban los discípulos, por miedo a los judíos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: “La paz esté con ustedes”. Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Cuando los discípulos vieron al Señor, se llenaron de alegría. 

De nuevo les dijo Jesús: “La paz esté con ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también los envió yo”. Después de decir esto, sopló sobre ellos y les dijo: “Reciban el Espíritu Santo. A los que les perdonen los pecados, les quedarán perdonados; y a los que no se los perdonen, les quedarán sin perdonar”.

Tomás, uno de los Doce, a quien llamaban el Gemelo, no estaba con ellos cuando vino Jesús, y los otros discípulos le decían: “Hemos visto al Señor”. Pero él les contestó: “Si no veo en sus manos la señal de los clavos y si no meto mi dedo en los agujeros de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré”.

Ocho días después, estaban reunidos los discípulos a puerta cerrada y Tomás estaba con ellos. Jesús se presentó de nuevo en medio de ellos y les dijo: “La paz esté con ustedes”. Luego le dijo a Tomás: “Aquí están mis manos; acerca tu dedo. Trae acá tu mano, métela en mi costado y no sigas dudando, si no cree”. Tomás le respondió: “¡Señor mío y Dios mío!”. Jesús añadió: “Tú crees porque me has visto; dichosos los que creen sin haber visto”. 

Otros muchos signos hizo Jesús en presencia de sus discípulos, pero no están escritos en este libro. Se escribieron éstos para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengan vida en su nombre. 

PREGONES (Reflexión del Santo Evangelio según san Juan 20, 19-31)

«Dios Todopoderoso, rico en misericordia, la ha derramado para el mundo desde el Sagrado Corazón de Jesús, cuando fue atravesado mientras pendía muerto en la Cruz.

La misericordia del Señor es eterna. Todo el que cree que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios vivo, recibe su misericordia y tiene vida en su nombre. Pero quien no cree, a veces necesita tocar las llagas de Cristo y pasar por la prueba del sufrimiento, para reconocerse necesitado de su misericordia y rendir su voluntad ante el Espíritu de verdad, para creer.

Quien cree en Cristo se llena de alegría y recibe su paz. Por tanto, conviene creer y ser testigos de su misericordia. 

Haz la prueba y verás qué bueno es el Señor. Acércate al Sagrario, y arrodíllate ante Él, que está presente verdaderamente. Entra en la llaga de su costado, sumérgete en el mar de su misericordia. Confíale tus cosas, pídele por tus necesidades, habla con Él como con un amigo, un hermano. Y luego cierra tus ojos y escúchalo en tu corazón. Siente su paz, y no sigas dudando, sino cree.

Recibe su misericordia a través de los sacramentos, y llévala a los demás a través de tus obras de caridad, para que seas un fiel instrumento de su misericordia, y los que no crean por la fe, al menos que crean por las obras.

Dile al Señor y repite constantemente: ‘Jesús creo en ti y en ti confío’. Entonces serás dichoso, porque el Señor tu Dios no se deja ganar en generosidad. 

¡Dichosos los misericordiosos porque ellos recibirán misericordia!».