29/11/2024

Jn 2, 1-11

EVANGELIO

La primera señal milagrosa de Jesús, en Caná de Galilea.

Del santo Evangelio según san Juan: 2, 1-11  

En aquel tiempo, hubo una boda en Caná de Galilea, a la cual asistió la madre de Jesús. Éste y sus discípulos también fueron invitados. Como llegara a faltar el vino, María le dijo a Jesús: “Ya no tienen vino”. Jesús le contestó: “Mujer, ¿qué podemos hacer tú y yo? Todavía no llega mi hora”. Pero ella dijo a los que servían: “Hagan lo que él les diga”.

Había allí seis tinajas de piedra, de unos cien litros cada una, que servían para las purificaciones de los judíos. Jesús dijo a los que servían: “Llenen de agua esas tinajas”. Y las llenaron hasta el borde. Entonces les dijo: “Saquen ahora un poco y llévenselo al encargado de la fiesta”.

Así lo hicieron, y en cuanto el encargado de la fiesta probó el agua convertida en vino, sin saber su procedencia, porque sólo los sirvientes la sabían, llamó al novio y le dijo: “Todo el mundo sirve primero el vino mejor, y cuando los invitados ya han bebido bastante, se sirve el corriente. Tú, en cambio, has guardado el vino mejor hasta ahora”.

Esto que Jesús hizo en Caná de Galilea fue el primero de sus signos. Así manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en él. 

PREGONES (Reflexión del Santo Evangelio según san Juan: 2, 1-11)

«El sacerdocio de Cristo se revela en el signo mesiánico de la conversión del agua en vino, por el que sus discípulos creyeron en Él, y en que Él es el Mesías anunciado por los profetas para la salvación de los hombres. 

El Hijo de Dios fue enviado al mundo, engendrado en el vientre puro e inmaculado de una mujer virgen, que dijo “sí, hágase en mí, Señor, según tu palabra”. Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros. Su nombre es María, y, por Cristo, es Madre de Dios y de toda la humanidad. 

Ella, la primera persona en ver el rostro de Dios, quiso mostrarse madre y revelarlo al mundo en un acto de fe, de esperanza y de caridad, presentándole la necesidad de santificar la vida ordinaria, invitando a todos a participar de las bodas del Cordero, como signo de la nueva alianza, señalando a Jesús como el centro de todo, fuente de la eterna alegría, que vino al mundo a derramar su misericordia, que es Él mismo, entregándose a los hombres en cuerpo, en sangre, en alma, en divinidad, en Eucaristía, que es el mejor de los vinos, para que, quien coma su carne y beba su sangre, tenga vida eterna.

Cree tú en Jesucristo, el Hijo de Dios, que es el camino, la verdad y la vida, y recibe su misericordia, abriendo tu corazón a la gracia transformarte, para que convierta tu miseria en abundancia, tus vicios en virtudes, tu enfermedad en salud, tu tristeza en alegría. 

Acude a tu Madre del cielo como tu fiel intercesora. Déjate acompañar por Ella, y confíale tus necesidades, con la seguridad de que Ella se encargará de que nada te falte, porque a su Madre, el Hijo de Dios nada puede negarle. 

Participa del banquete del Señor en la santa Misa, y cree en el milagro patente que realiza el sacerdote en el altar. Recibe de sus manos el mejor de los vinos, que es Cristo, verdadera bebida de salvación. Recógete en oración, agradece su presencia viva en ti, escucha su voz, que te habla al corazón, y haz lo que Él te diga».