29/11/2024

Jn 6, 52-59

EVANGELIO

El que coma de este pan vivirá para siempre y yo lo resucitaré el último día.

+ Del santo Evangelio según san Juan: 6, 51-58

En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo les voy a dar es mi carne, para que el mundo tenga vida”.

Entonces los judíos se pusieron a discutir entre sí: “¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?”.

Jesús les dijo: “Yo les aseguro: Si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no podrán tener vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna y yo lo resucitaré el último día.

Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él. Como el Padre, que me ha enviado, posee la vida y yo vivo por él, así también el que me come vivirá por mí,

Este es el pan que ha bajado del cielo; no es como el maná que comieron sus padres, pues murieron. El que come de este pan, vivirá para siempre”.

PREGONES (Reflexión del Santo Evangelio según san Juan 6, 52-59)

«Jesucristo es el Señor, es el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo. Cordero Pascual, que fue inmolado para que todo el que crea en Él y lo coma sea salvado. Su carne es verdadera comida y su sangre es verdadera bebida. Es verdadero alimento de vida. Él es la vida. Por tanto, el que no lo coma no puede tener vida. 

El que cree y come de Él tendrá vida eterna.

El que cree, pero no comulga, es un desobediente, porque no hace lo que el Señor dice, y no recibe los beneficios del sagrado alimento.

El que no cree y no comulga no puede tener vida en él, porque no ha creído en el Hijo de Dios. 

Jesucristo es el Hijo del hombre, descendiente de Adán, que vino a renovar al hombre, destruyendo el pecado con su sacrificio, haciéndose alimento, no como el fruto prohibido que, al comerlo, manchó el corazón del hombre, sino como pan de Dios que, al comerlo, limpia, purifica, salva y da vida. Porque si por un hombre vino la muerte al mundo, por un hombre vino la salvación.

Participa tú en la acción de gracias que es la santa Misa, uniendo tus ofrendas al pan y al vino, para que sean convertidos, por transubstanciación, en el cuerpo y la sangre de Cristo, carne y sangre del Cordero de Dios que está vivo en la Eucaristía. 

Acude al banquete, siéntate en la mesa del Señor. Tú eres su invitado de honor, y Él es manjar exquisito que se te ofrece para saciar tu hambre y saciar tu sed. Recíbelo, cómelo, y agradece que, por Él, recibes la salvación. Cree que, al comerlo, tú te transformas en Él, y que Él te resucitará en el último día».