Mt 10, 37-42
Mt 10, 37-42
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EVANGELIO

No he venido a traer la paz, sino la guerra.

Del santo Evangelio según san Mateo: 10, 34-11, 1 

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus apóstoles: “No piensen que he venido a traer la paz a la tierra; no he venido a traer la paz, sino la guerra. He venido a enfrentar al hijo con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su suegra; y los enemigos de cada uno serán los de su propia familia.

El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí.

El que salve su vida, la perderá y el que la pierda por mí, la salvará. Quien los recibe a ustedes, me recibe a mí; y quien me recibe a mí, recibe al que me ha enviado.

El que recibe a un profeta por ser profeta, recibirá recompensa de profeta; el que recibe a un justo por ser justo, recibirá recompensa de justo.

Quien diere, aunque no sea más que un vaso de agua fría a uno de estos pequeños, por ser discípulo mío, yo les aseguro que no perderá su recompensa”.

Cuando acabó de dar instrucciones a sus doce discípulos, Jesús partió de ahí para enseñar y predicar en otras ciudades.

PREGONES (Reflexión del Santo Evangelio según san Mateo: 10, 34-11, 1)

«“La misericordia y la verdad se encontraron, la justicia y la paz se besaron”. Es decir, no hay paz sin justicia. Pero la paz se establece a través de la justicia, por la misericordia.

Jesús ha venido a traer fuego sobre la tierra para encender los corazones en la llama de su amor, a través de la gracia derramada del Espíritu Santo sobre toda la humanidad, pero que solo la reciben los hombres de buena voluntad que abren su corazón de par en par.

Jesús nos ama. Está presente verdaderamente en la Eucaristía, y viene a nosotros, entra en cada uno de nosotros, Él en nosotros y nosotros en Él.

Pero algunos no creen en Él, no lo quieren recibir, le cierran las puertas de su corazón, desvían la mirada de su alma, lo sacan de su vida, porque Él no ha venido a traer la paz, sino la guerra.

Él no ha venido a reconciliar a justos con pecadores, sino que ha venido a convertir en justos a los pecadores.

Ha venido a herirlos con la espada de dos filos, para que mueran a sí mismos y se reconcilien con Él. 

No tengas miedo, Cristo está contigo todos los días de tu vida. Él te envía a derribar gigantes con la espada de la verdad, pero va por delante de ti.

Sé tú un instrumento dócil, leal y fiel, para que Él haga sus obras, a través de ti».