Mt 13, 1-23
Mt 13, 1-23
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EVANGELIO

Algunos granos dieron el ciento por uno.

Del santo Evangelio según san Mateo: 13, 1-9 

Un día salió Jesús de la casa donde se hospedaba y se sentó a la orilla del mar. Se reunió en torno suyo tanta gente, que él se vio obligado a subir a una barca, donde se sentó, mientras la gente permanecía en la orilla. Entonces Jesús les habló de muchas cosas en parábolas y les dijo:

“Una vez salió un sembrador a sembrar, y al ir arrojando la semilla, unos granos cayeron a lo largo del camino; vinieron los pájaros y se los comieron. Otros granos cayeron en terreno pedregoso, que tenía poca tierra; ahí germinaron pronto, porque la tierra no era gruesa; pero cuando subió el sol, los brotes se marchitaron, y como no tenían raíces, se secaron. Otros cayeron entre espinos, y cuando los espinos crecieron, sofocaron las plantitas. Otros granos cayeron en tierra buena y dieron fruto: unos, ciento por uno; otros, sesenta; y otros, treinta. El que tenga oídos, que oiga”.

PREGONES (Reflexión del Santo Evangelio según san Mateo 13, 1-9)

«La Iglesia es la tierra buena en donde sale el sembrador a sembrar. El sembrador es Cristo. La semilla es la Palabra. Los sacerdotes son los elegidos de Dios para preparar la tierra y sembrar con Él la tierra buena, que son los corazones de los hombres bien dispuestos.

Escuchar y recibir la Palabra produce fruto. Pero, si está acompañada de la gracia de los sacramentos, que es como la lluvia que moja y empapa la tierra, la semilla produce un mejor fruto. Se necesitan los sacramentos para dar fruto abundante.

La Palabra es la semilla que actúa en la tierra buena de aquel que la escucha, y se enriquece al recibirla y al transmitirla.

Jesús se manifiesta a través de la Palabra, para que los que tengan oídos oigan y entiendan la esencia de su mensaje, porque, para conseguir una buena cosecha, es necesario cultivar la vida interior, perseverando en la oración y viviendo en el amor, dando fruto al ciento por uno, en un encuentro constante con Él.

Permanece tú receptivo a la Palabra, y bien dispuesto a que se remueva constantemente tu tierra, para que tu cosecha sea fructuosa, alimentándote y dejándote limpiar con los sacramentos.

Pon toda tu atención en Cristo, en su Palabra y en su Corazón, para que lo dejes actuar, y transformar la aridez de tu corazón en tierra fértil, en donde su Palabra crezca y produzca frutos abundantes de santidad.

Permite que la lluvia de gracia no sólo moje, sino que empape tu tierra. Siente cómo penetra el aroma de la vida en tu interior, y llena de vida tu corazón.

Es Cristo quien hace llover. Es Cristo quien hace brotar la vida. Es Cristo quien vive en ti y te da la gracia para dar fruto en abundancia».