EVANGELIO
Los pescadores ponen los pescados buenos en canastos y tiran los malos.
+ Del santo Evangelio según san Mateo: 13, 47-53
En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: “El Reino de los cielos se parece también a la red que los pescadores echan en el mar y recoge toda clase de peces.
Cuando se llena la red, los pescadores la sacan a la playa y se sientan a escoger los pescados; ponen los buenos en canastos y tiran los malos. Lo mismo sucederá al final de los tiempos: vendrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los arrojarán al horno encendido.
Allí será el llanto y la desesperación. ¿Han entendido todo esto?”. Ellos le contestaron: “Sí”. Entonces él les dijo: “Por eso, todo escriba instruido en las cosas del Reino de los cielos es semejante al padre de familia, que va sacando de su tesoro cosas nuevas y cosas antiguas”.
Y cuando acabó de decir estas parábolas, Jesús se marchó de allí.
PREGONES (Reflexión del Santo Evangelio según san Mateo 13, 47-53)
«El Reino de los cielos es para todos. Jesucristo abrió los brazos en la cruz para salvar a todos, invitándolos a participar con Él en la vida eterna de su Paraíso. Pero solo los que crean, procuren ser buenos, y perseveren, se salvarán. Los demás serán arrojados al fuego eterno porque no supieron aprovechar la oportunidad que Dios les daba.
Todo el que quiera ir al Padre debe acudir al Hijo, porque está escrito que nadie va al Padre si no es por el Hijo, y nadie va al Hijo si el Padre no lo atrae hacia Él. Por eso Jesucristo fundó la Iglesia: para reunir a los que el Padre quiere atraer hacia Él, a través de la Palabra, de los sacramentos, del testimonio de los santos y los profetas. Pero no basta haber sido bautizado, sino que hay que poner por obra la fe, porque también está escrito que no todo el que diga ‘Señor, Señor’, entrará en el Reino de los cielos, sino el que cumpla la voluntad del Padre, que está en el cielo.
Esfuérzate tú por ser bueno, a imagen y semejanza de Dios, que es tu Padre. Examina tu conciencia, para que disciernas y saques todo lo malo de tu pasado, lo que te mantiene atado al pecado, y vivas el presente, reconciliado con Dios. Acércate al confesionario, para que, por el poder de Cristo, recibas, a través del sacerdote, el perdón y la gracia del Espíritu Santo, para la renovación de tu alma.
Acude a la protección de la Madre de Dios, que te cubre con su manto, y no camines solo, no sea que te encuentre desprotegido el enemigo y caigas en sus garras, cegado por la tentación, y a la hora de tu muerte seas contado entre los malos y arrojado al infierno, en donde será el llanto y la desesperación. Dios Padre te muestra el camino, de la mano de María, para llegar a su Paraíso, porque Ella siempre te llevará a Jesús. Él es el camino. Y todo aquel que crea en Él y acuda a Él con confianza, será reconocido entre los buenos, y contado entre los santos de Dios, para participar eternamente de su gloria en el Reino de los cielos».