Mt 13, 54-58
Mt 13, 54-58
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EVANGELIO

¿No es este el hijo del carpintero? ¿De dónde, pues, ha sacado esa sabiduría y esos poderes milagrosos?

+ Del santo Evangelio según san Mateo: 13, 54-58

En aquel tiempo, Jesús llegó a su tierra y se puso a enseñar a la gente en la sinagoga, de tal forma, que todos estaban asombrados y se preguntaban: “¿De dónde ha sacado éste esa sabiduría y esos poderes milagrosos? ¿Acaso no es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama María su madre y no son sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas? ¿Qué no viven entre nosotros todas sus hermanas? ¿De dónde, pues, ha sacado todas estas cosas?” Y se negaban a creer en él. 

Entonces, Jesús les dijo: “Un profeta no es despreciado más que en su patria y en su casa”. Y no hizo muchos milagros ahí por la incredulidad de ellos.

Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

«¡Cuánta incredulidad hay en los hombres, cuánta desconfianza y egoísmo, que les entorpece el entendimiento y la voluntad, para aceptar que Dios se quiera manifestar en su propia casa, y se haya dignado a elegir a uno de los suyos como profeta para transmitir su mensaje de amor y esperanza, y obrar sus maravillas!

¡Qué difícil es reconocer que Dios elige a los más pequeños para revelarse y mostrarse al mundo tal cual es: un Dios enamorado de los hombres, que quiere vivir en medio de ellos!

¡Qué difícil es para un profeta hablar de Dios en su propia tierra, y ser escuchado y aceptado! Es más fácil llamarlo loco, porque se comporta como un enamorado de Dios que desprecia al mundo y renuncia hasta a sí mismo para seguir a Cristo.

Qué fácil es hablar a sus espaldas y burlarse de él, negando la veracidad de sus palabras, porque comprometen y atraviesan el alma. Prefieren seguir viviendo en la oscuridad y rechazan la luz. Al mundo le falta fe, al mundo le falta amor. Si no fueran incrédulos sino creyentes, si no cerraran su corazón y comprendieran el lenguaje del amor, recibirían con alegría el mensaje de Dios en su propia casa, y Él obraría milagros admirado de su fe, y vivirían en paz y armonía, agradeciendo al Señor por obrar en ellos sus maravillas. 

Persevera tú cumpliendo tu misión como buen cristiano, sostenido por la fe, por la esperanza y el amor, a pesar del ambiente adverso, de las persecuciones y contrariedades.

Haz el bien sin esperar reconocimiento ni recompensa, antes bien, reconociendo a Cristo ante los hombres, sabiendo que tu mayor recompensa será que Él te reconocerá ante su Padre que está en el cielo.

Anuncia la Buena Nueva del Evangelio, confiando que quien no crea por tus palabras, creerá por tu ejemplo. Acude a la intercesión de la Madre de Dios, sigue adelante, reza, y no te preocupes, porque el Espíritu Santo obrará en ellos”».