ORACIONES Y REFLEXIONES PARA SACERDOTES
Desde el Corazón de María
María Beatriz Arce de Blanco
Hijo mío, sacerdote: ven a mí.
Cuando estés cansado, ven a mí.
Cuando te sientas solo, ven a mí.
Cuando seas rechazado, ven a mí.
Cuando te sientas triste, ven a mí.
Cuando todos te hayan abandonado, ven a mí.
Cuando seas perseguido, ven a mí.
Cuando no tengas dónde reclinar tu cabeza, ven a mí.
Cuando tengas frío, cuando tengas hambre, cuando estés enfermo, ven a mí.
Cuando se abran tus ojos y te reconozcas pecador irremediable, débil, frágil, ven a mí.
Cuando la tentación sea insoportable, ven a mí.
Cuando sientas tanta vergüenza que tus ojos no sean dignos de mirar al cielo, ven a mí.
Cuando tu vida se apague y el desierto de tu alma sufra de agonía, ven a mí.
Que yo sea siempre tu refugio.
Que siempre tengas en mí a quién acudir, y en mis brazos un lugar a dónde ir.
Yo seré tu descanso, tu alegría.
En mí encontrarás siempre al que es el Principio y el Fin. Encontrarás el perdón del Amigo, y la reconciliación de aquel a quien has ofendido, la paz y el amor de mi corazón.
Y si vinieras con la pureza de intención de tu corazón de no querer ofender más a Dios, encontrarás la seguridad de mi manto y mi protección.
En mi compañía el demonio no podrá acercarse a ti, ni de noche ni de día. Tu virtud será fortalecida. Cualquier batalla puedes darla por vencida.
Yo entrego a mi Hijo, que es la misericordia de Dios, al que acude y se refugia en mí con humildad y pidiendo mi auxilio. Porque yo siempre los llevo a Jesús.
Él es la misericordia.
Él es el alimento de vida eterna, bebida de salvación, vestido de pureza, salud para los enfermos, libertad para los presos, ayuda para el necesitado, vida para los muertos.
Él ora al Padre por los que viven en el mundo, para que los libre del mal.
Él es quien sufre con paciencia en la cruz, por los pecados de los hombres.
Él es quien consuela y perdona, corrige, aconseja y enseña.
Yo soy Madre de gracia.
Soy para mis hijos el refugio seguro a donde la tentación no llega, el alma no se corrompe y la ira de Dios no alcanza.
Yo soy Madre de misericordia.
Soy refugio y auxilio para mis hijos pecadores.
Yo soy Madre del amor.
Soy mediadora y dispensadora de gracia y misericordia.
Yo soy la siempre Virgen María.
Y tú un tesoro de Dios y un hijo para mí.
(Abluciones, n. 15)
¡Por el triunfo del Inmaculado Corazón de María!