Lc 18, 9-14
«El publicano, en cambio, se quedó lejos y no se atrevía a levantar los ojos al cielo. Lo único que hacía era golpearse el pecho, diciendo: ‘Dios mío, apiádate de mí, que soy un pecador’» (Lc 18, 13)
Cor Ardens, 07/09/2024
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